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© 2017 Boscardin Francesco. Photos are copyrighted. All rights reserved. Pictures can not be used without explicit permission by the creator.
Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño.
Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?" pero el muchacho contestó "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes".
El muchacho se sintió muy feliz.
Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz.
Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
"¿Vienes a jugar conmigo?" "No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos.
¿Puedes ayudarme?"... " Lo siento, pero no tengo una casa, pero...tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa". El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo?" le preguntó el árbol. El hombre contestó "Estoy triste y volviéndome viejo.
Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
"Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte ni siquiera manzanas".
El hombre replicó "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... Por ahora ya estoy viejo".
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo, "Realmente no puedo darte nada.... la única cosa que me queda son mis raíces muertas". Y el hombre contestó: "Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años".
"Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar.
Ven siéntate conmigo y descansa". El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros.
El árbol podían ser son nuestros padres.
Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá...
Cuando crecemos los dejamos .....sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas...
No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices.
Tú puedes pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero es así como nosotros tratamos a nuestros padres...
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en tu corazón y su recuerdo te dé fuerza cuando estás cansado...
Entre la baie des Trépassés et la pointe du Van, la chapelle de Saint-They, la plus vaste des chapelles de Cléden, surplombe le raz de Sein au bord de la falaise.
me limo las uñas no
tengo ganas de trepar, la verdad q ni ganas de ná
tengo ya los nudillos cansados
m(A)rea
En Biodiversidad virtual y también en Instagram como @proyectoagua.
*
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No hay obstáculo que cierre el paso al inquieto Euplotes. Lo mismo puede trepar por los grumos más altos, haciendo de sus cirros patas, que nadar como un pez en las gotas haciéndolos remos, e incluso, haciendo un alarde, puede salir disparado como un saltamontes en una fracción de un instante, para aparecer de repente en otro lugar como un viajero del tiempo.
El ciliado Euplotes es nervioso hasta cuando está tranquilo, su cuerpo rígido parece blindado y recuerda a un caparazón con forma de grano de café. No se deforma nunca, ni para girar, ni para moverse, ni para bucear entre los grumos de sedimento entre los que encuentra su alimento.
Sobre su coraza rígida y traslúcida, y siempre en lugar exacto, si sitúan los cirros que amenazan como espinas y que son sus extremidades, nadadoras, corredoras y saltadoras, estructuras muy complejas que proceden de la fusión de varios cilios y que pintan a Euplotes de un aspecto tan fiero como inofensivo.
La superficie ventral de Euplotes es plana, pero la dorsal está abultada y presenta varias costillas muy separadas, entre cinco y siete que recorren su cuerpo de extremo a extremo dibujando unos marcados surcos.
Muy probablemente la especie que hoy se pasea sobre entre los grumos blandos de la turbera corresponda a Euplotes patella una de las cerca de 80 especies que conforman el género que fue magníficamente estudiado y sistematizado por Colin R. Curds en 1975. No obstante, en el año 2018, los trabajos de secuenciación genética realizados por Yan Zao y su equipo royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rspb.2017.2159 abren la puerta a una completa revisión del género y a una mejor comprensión de la evolución en este interesante grupo de ciliados de agua dulce y marinos.
Euplotes patella es una de las especies más grandes del género. Su forma ovalada puede alcanzar hasta las 110 micras de longitud y las 65 de anchura. Además de los marcados surcos que recorren su parte dorsal desde la parte anterior a la posterior, posee 9 cirros frontales, cinco transversales y cuatro cirros en la zona caudal situados a diferente altura.
La boca de Euplotes se abre en la parte anterior y presenta un contorno estrechamente triangular y las membranas que la jalonan, presentan también ese aspecto espinoso y agresivo de terrible y afilada dentadura, pero solo se encargan que generar pequeñas corrientes, que atraen en remolinos a las pequeñas algas de las que este ciliado se suele alimentar.
Todos los ciliados del género Euplotes se caracterizan por presentar un macronúcleo que en vez de ser esférico, dibuja una forma de herradura entre los orgánulos de su interior. En el caso de Euplotes patella presenta el aspecto de una abierta C junto a la que se sitúa un micronúcleo esférico.
Euplotes patella es una especie muy difundida en todas las masas de agua dulce del Planeta. Prefiere las zonas de corrientes lentas o vivir en aguas estancadas entre la vegetación acuática y el cieno, y cuando está presente suele ser abundante.
En las turberas del Sistema Ibérico, Euplotes patella vive entre los sedimentos y la vegetación acuática en descomposición de los fondos poco profundos a los que llega la luz, allí se alimenta de pequeñas algas y de sus restos.
Las fotografías de hoy, tomadas en vivo a 400 aumentos con la técnica de contraste de interferencia proceden de unas muestras de agua recogidas con Nerea Dávila el día 30 de enero de 2021 en las turberas de Peñayerre en pleno corazón de la Sierra Cebollera en La Rioja y con estos humedales rebosantes del agua del deshielo
A estas arterias mías, la crisálida
Cumplían años mis arterias, interpretaban la
tierra de la oscuridad,
cambiaban como el viento y trepaban por la
sombra buscando al sol,
se gestaba la vida a sabiendas de la muerte,
caminaba la música sin tetas, sin corcheas, y el
espantapájaros del día, hacía un celeste
falso y altanero,
y estaba ahí, en ese día nocturno, la
trovadora lengua imaginándose carcomida por el
mar,
descifrando una mujer desnuda sobre la magia
herida de voces y de noche,
toda la bestia mía, golpeada y oscura, tenía boca
de doncella,
más allá del hueso yacía un insecto consumido,
más allá del tiempo una tortuga contará aún mejor
los pueblos que los pumas,
y en un puño de agua, mis venas, la crisálida,
destrozaba el lamento, cruento y sabático,
se esfumaba la paciencia temporal en una longitud
desmedida,
desconozco, aún, lo explorado del entorno del
corazón, las arterias granates vuelan a
caballo, fabuloso entre las arcas con el último
niño sobre una cumbre de historias,
alza la bandera de la fábula pujante, este ladrón
triste, e impera el hambre de la risa,
hoy, la cisterna de los nervios espera despertar en
algún sensual pliegue despojada del vacío.
Jorge Rosso
As I try to take a picture of these two gazelles standing looking at me as if they are preparing to shoot.
This photograph was taken in bad light after sunset in 15 minutes in a park between Niger, Burkina Faso and Benin
Trepadeira-dos-muros
Trepa-fragas
Barragem de Santa Luzia - Pampilhosa da Serra - Portugal
26.11.2010
( foto não tratada/ unedited photogram)
VITÓRIA GOEF!!
Para aqueles que alguma vez duvidaram da capacidade de intrvenção dos GOEF, a operação "Escarpa de Luz" foi coroada de êxito!!Será a primeira foto de Trepa-fragas obtida em Portugal.O outro Comandante GOEF participante na operação "Escarpa de Luz" obteve graças
á qualidade do equipamento fotos de alta qualidde...aguardemos pelo "post"...
Rosal trepador que poseen unos tallos largos que le permiten trepar sobre una arcada pequeña en mi terraza ☺
(...)
Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.
Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.
Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera."
Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.
(Gabriela Mistral)
Abubilla (Upupa epops)
Características
La abubilla es inconfundible. Sus colores hacen gran contraste con el canela, blanco y negro. Tiene un vuelo ondulante y de corte "amariposado", con frecuentes y bruscos cambios de dirección. En vuelo tiene un aspecto listado de blanco y negro, y lleva el moño desplegado. En otras circunstancias también lo mueve. Puede trepar por los troncos, pero raramente lo hace. Su pico es muy largo, y lo utiliza para desenterrar larvas que encuentra mientras camina sobre el suelo.
Hábitat
Habita en zonas semidesérticas, estepas, estepas de bosque, praderas, grandes áreas de frutales, cultivos de secano.
Se mueve entre las zonas templadas y tropicales de Europa y África, donde cría, y el sureste asiático, sur y levante de la Península Ibérica, Magreb y África subsahariana, donde pasa los inviernos.
Reproducción
En primavera se oye su reclamo monótono y repetitivo día y noche, "up-up-up", que ha contribuido a la formación del nombre científico de la abubilla. El sonido es sordo y aflautado pero de gran alcance, y lo emite con la garganta esponjada y el pico ligeramente abierto, inclinándolo sobre el pecho. A finales de junio deja de reclamar. También emite un graznido como llamada.
La abubilla incuba en huecos de árboles podridos, en graneros, tejados, en montones de madera, en franjas de terreno de escaso arbolado, también en las grietas de las rocas, en muros, en pozos, incluso en aquellos en los que diariamente beben los rebaños; también en montones de piedras y paredes arenosas. Se ha encontrado su nido hasta dentro de un cráneo de caballo.
La cavidad que alberga el nido es diferente cada año, siendo poco acomodada con tallos y hojas mustias. En el sur la época de cría empieza en marzo; en Europa central a mediados de mayo. En las regiones sureñas
puede tener lugar una segunda puesta en julio.
Al principio sólo incuba la hembra, siendo alimentada por el macho, de 5 a 10 huevos; hacia finales de la incubación puede colaborar en el trabajo el macho y les ocupa unos 16 a 18 días. En ocasiones hacen dos puestas anuales.
Los polluelos salen del cascarón sin apenas plumón. Los jóvenes, y también la hembra durante la incubación, desprenden una secreción defensiva pestilente de sus glándulas uropigiales; además los jóvenes se defienden con una rociada de heces dirigida contra el agresor. Esto, junto con la nula limpieza del nido, les ha ganado el apodo de "aves apestosas" y su nombre común en algunos idiomas (por ejemplo, en catalán se llama "puput", que se refiere tanto al canto como al olor puesto que "put" significa "huele mal"). Los polluelos permanecen entre 22 y 24 días en el nido, siendo alimentados con insectos. Después de aprender a volar, siguen todavía un corto espacio de tiempo con la familia, hasta que ya no necesitan recibir el alimento de los progenitores. Pronto resultan idénticos a los adultos.
Dieta
Se alimenta de insectos, sobre todo saltamontes y, sorprendentemente, muchos grillos. Es fácil verlas en el suelo buscando larvas bajo los guijarros. También se alimenta de crisálidas de procesionaria del pino y orugas recién enterradas, larvas de coleópteros elatéridos (gusanos de alambre), hormigas, dípteros y sus larvas. Se atreve con los grandes miriápodos, como la escolopendra, y no desdeña arañas, caracoles y lombrices. Las presas son descompuestas a picotazos, a menudo lanzadas al aire y luego capturadas con tanta habilidad que resbalan dentro de la boca de la abubilla.
Vida y costumbres
La abubilla es el único representante europeo de un orden de aves tropicales, las bucerótidas. Difiere enormemente de las restantes aves de su orden, no sólo por su hábitat, sino también por su comportamiento y muchas otras peculiaridades.
En septiembre, las abubillas, en solitario o en pequeños grupos, emprenden viaje con dirección al este de África, donde se encuentran con las aves de su mismo orden afincadas en aquella zona. En algunos países del centro de Europa está seriamente amenazada ante el incesante avance de la técnica y la polución que lleva consigo.
Como ave de la estepa, suele bañarse en la arena, pero nunca en el agua. Cuando se alimenta de forma natural no necesita beber agua.
El Templo de Bel mandado construir por Tiberio el año 19 d.C. para conmemorar y al mismo tiempo afianzar la anexión de Palmira al Imperio romano. Los arquitectos que lo afianzaron provenían probablemente de la gran ciudad de Antioquia.
Su arquitectura es grandiosa así como el refinamiento de su escultura y su decoración. Es un lugar santo.
El Templo de Bel es un hito fundacional, una cumbre artística surgida del vacío y sin precedentes en esta zona de Oriente. Y de él descendió toda Palmira, de él aprendieron el canon todos sus artífices; de sus grandes dimensiones derivó el sentido de la magnificencia que aplicaron los palmirenses a los sucesivos trazados de la urbe; la frondosidad abarrocada del follaje en pilastras, las viñas y piñas de sus frisos, las hojas de acanto de los capiteles, treparon por los muros y los desbordaron, sembrando el gusto por la ornamentación vegetal (que hace honor al nombre de Palmira), afiligranada y siempre imaginativa, que impregna todos los rincones de la ciudad.
De la nada se saltó a la cima, pues ningún monumento de Palmira igualó a este gigante primigenio del siglo I, iniciado en el año 19 d.C. y consagrado en el 32 d.C.
Este gran recinto sagrado de forma cuadrada albergó hasta principios de siglo casi la totalidad del pueblo de Tadmor, cuando, olvidados con el correr de los siglos de esplendor de la rica Palmira clásica, la población ya solo se componía de tribus beduinas alojadas en casas de adobe que tejían una intrincada medina árabe, apuntalada por los recios muros y fustes del templo pagano; era un oasis de columnas corintias despuntando por encima de un laberinto de barro, que si bien nunca pudo alcanzar las alturas del edificio original, se apoyó en su solidez, se acomodó a sus huecos y se ramificó por sus recovecos.
En 1929 el dédalo beduino fue desmantelado, y sus habitantes mudados por decreto al actual pueblo nuevo de Tadmor (urbanización de cemento, con un trazado ortogonal que sería la antítesis del laberinto). Y hoy, el espacio despejado del recinto sacro deja ver la grandeza de los muros que forman el descomunal cuadrilátero, la elegancia de los pórticos columnados que la enmarcan, y, no en el centro del cuadrado, sino algo desplazado el santuario propiamente dicho.
Este santuario es un caso único en la arquitectura clásica por diversos motivos. A primera vista parecería el habitual templo períptero, con un pórtico de columnas rodeando el perímetro exterior de la cella, pero al fijarse en los detalles, los elementos insólitos saltan por doquier. La puerta está en un muro lateral y tampoco centrada, sino abierta asimétricamente, lo que contraviene las normas clásicas de su tiempo (imperaba Tiberio, el sucesor de Augusto). La decoración escultórica de algunas pilastras interiores recuerda de alguna manera al estilo ptolemaico de la arquitectura egipcia de esa época. Al entrar por un lateral, el sancta sanctorum debería aparecer a la derecha o a la izquierda; aparece en los dos lados pues hay dos adyton en lugar de uno, dedicados a sendos dioses, Yarhibol y Aglibol, divinidades solar y lunar, ambos hijos del gran dios Bel; se trata de una triada de origen mesopotámico. Y de hecho, el mismo templo se superpone al exacto emplazamiento de un lugar de culto babilónico anterior, lo que explicaría la rareza de su distribución, forzada por la necesidad de mantener los altares en los mismos puntos que ocupaban antes. Algo parecido ocurre con el vecino Templo de Nebo y, en la misma Damasco, con el emplazamiento de la Gran Mezquita Omeya dentro del templo romano de Júpiter, levantado este a su vez sobre un anterior santuario de Hadad.
A duras penas se ven algunos frisos tallados debajo de unas enormes vigas monolíticas de mármol, que antaño unían el pórtico con la cella al tiempo que sostenían su parte de la techumbre, y hoy están recolocadas a pocos centímetros del suelo, vigas que en sus caras verticales despliegan unos interesantes bajorrelieves, con el dios local de la Luna Aglibol , camellos, palmeras, datileras, frisos de parras henchidas de uvas, y, ejemplar único, tres mujeres que participan en una procesión donde se transporta un betilo en camello, y que portan túnicas que les cubren completamente la cara: prueba material de que la costumbre del velo femenino tiene en Oriente Medio un origen preislámico.
Los adyton del interior de la cella son también piezas únicas. Son dos cámaras enfrentadas en los lados opuestos, elevadas a cierta altura, y enmarcadas por una extraña decoración, de elementos clásicos mezclados con fantasías orientales, y pilares adosados provistos de capiteles de hojas carnosas claramente derivados del Egipto de tiempo de los Ptolomeos. Pero lo más extraordinario son los techos de las cámaras, ambos monolíticos, cubriendo la totalidad de cada estancia. El del lado norte está tallado formando una falsa bóveda semiesférica, dividida en casetones con los retratos de los dioses olímpicos (en el centro, Zeus, asimilado a Bel ), y rodeada de una banda circular con relieves de los doce signos del Zodiaco. El techo de la cámara sur, ennegrecido por los humos, no es menos lujoso en su decoración esculpida, con un juego de círculos y octógonos combinados con motivos florales, abundando las hojas de acanto y -otra vez el toque egipcio- de loto.
El exterior de la cella ofrece otras curiosidades: el arquitrabe del lado. Este parece como volado sobre columnas torcidas, dando la sensación de que todo se va a derrumbar por la fuerza gravitatoria en cualquier momento. En el muro sur hay pilares adosados de estilo jónico -los únicos en Palmira-, pero las columnas corintias que se mantienen en pie, del pórtico que rodea al cuerpo central, están desprovistas de capiteles, y ostentan en su lugar cilindros lisos, como muñones, desnudos de acantos, que sostienen el entablamento; ocurre que en su tiempo fueron capiteles hechos en bronce (es fácil imaginarse su soberbio tamaño y lo pulento de sus formas), y ello forjó su perdición, pues en épocas posteriores se saquearon, para otros usos, todas las partes metálicas que podían encontrarse en los monumentos antiguos, y esto incluía no sólo los capiteles, sino las cinchas de plomo que sujetaban los sillares entre sí, lo que explica los agujeros que pueden verse perforando todos los muros con el fin de extraer el metal.
La cornisa del edificio central está coronada con una fila de extraños remates escalonados a moda de almenas, parecidos al elemento arquitectónico de origen asirio y usado también por los persas aqueménidas -que en Petra llaman "escalerillas de cuervo" y que tendrían una simbología solar: evocarían el recorrido del astro rey que asciende desde el alba, alcanza su cenit al mediodía y desciende por el ocaso hacia el otro lado. Este elemento decorativo no es sino una reconstrucción especulativa, basada en una hipótesis discutida por algunos estudiosos, pero su efecto es muy orientalizante. Más segura era la existencia de cuatro acróteras en las esquinas, pues al menos sus trozos han sido recompuestos y pueden contemplarse en el suelo; la recargada complejidad de su diseño para nada recuerda al arte griego o romano, es puramente oriental.
Es muy digna de admiración la calidad de la talla, el virtuosismo escultórico de las hojas de acanto que dan forma a los enormes capiteles corintios de las columnatas que rodean el anchísimo recinto. Su trabajo de calado parece de orfebres, se puede ver el cielo a través de los intersticios que se abren entre las hojas y esto confiere a los capiteles una delicadeza y una fragilidad que hace sorprendente el hecho de que en los veinte siglos transcurridos aún se mantengan intactos.
En la ancha explanada que encuadra el templo hay desperdigados centenares de tambores de fustes corintios, cuyo gran tamaño puede observarse aquí mejor que en las mismas columnas al poder medir con el propio cuerpo el diámetro de sus secciones.
Muchos de estos tambores de columna han sido utilizados a modo de sillares para elevar muros defensivos, en sustitución de los caídos, en la época medieval, cuando el Templo de Bel fue convertido en fortaleza por un tal Abdul Hassan Yusuf ibn Fairuz.
Otro resto de este castillo es el recio machón defensivo que, a modo de ciudadela, ocupa el lugar donde estuvieron antaño los propileos, es decir, el gran portal de entrada principal al complejo: encastrados en sus paredes pueden divisarse unas celosías inconfundiblemente musulmanas, una lápida con una inscripción en árabe (1132-1133) y unas estatuas (que claramente no son islámicas) de Hércules y Mercurio, que rompen la austeridad del conjunto.
Rodear el exterior del templo es una buena forma de apreciar en toda su forma las titánicas dimensiones del santuario. algunos paños de muro se mantienen intactos sobre su enorme plinto, pero otros, hundidos por el paso de dos milenios, están descuidadamente reconstruidos en épocas medievales, por el expeditivo procedimiento de apilar en hiladas los tambores de las columnas corintias del pórtico interno del recinto, puestos de canto. Otros paños del muro exhiben incrustados nichos con frontón, que no ocupan su lugar original, sino que han sido colocados a conveniencia de los reconstructores, sin tener para nada en cuenta el esmerado juego de proporciones que guardaban ventanas y nichos entre sí en el edificio original.
Entre la parte trasera del templo y la zona cultivada del oasis, pueden verse los basamentos de diversas casas patricias, que siguen el esquema constructivo de peristilo en torno a patio central, los suelos hermosamente pavimentados con losas de mármol blanco.
En el oasis se cultivan olivos, palmeras datileras y granados, en huertos cercanos de muros de adobe entre los que discurren y se ramifican los caminos de acceso. Hay más restos de ruinas clásicas por entre los cultivos, apilados y semiocultos bajo montones de tierra: fustes, sillares, capiteles de hojas de acanto, esquinas de basamento emergiendo entre los escombros.
Desde el gran portal de entrada al Templo de Bel parte oblicuamente una calle columnada que conduce al Arco del Triunfo.
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Bel Temple built by Tiberius in 19 AD to commemorate and strengthen while the annexation of Palmyra to the Roman Empire. The architects who clinched it probably came from the great city of Antioch.
Its architecture is great and the refinement of its sculpture and decoration. It is a holy place.
The Temple of Bel is a milestone founding artistic summit emerged a vacuum and unprecedented in this area of the East. And he went down all Palmira, he learned the canon all its architects, its large derived a sense of magnificence palmirenses applied to successive traces of the city, the lush foliage abarrocada of pilasters, vineyards and pine cones of the friezes, acanthus leaf capitals, climbed the walls and overflowed, spreading the taste for decorative plants (which honors the name of Palmyra), filigree and always imaginative, which permeates every corner of the city .
Out of nowhere it jumped to the top, for no monument of Palmyra tied to this primeval giant from the first century, which began in 19 AD and consecrated in 32 A.D.
This large square enclosure sacred to the beginning of the century housed almost the entire village of Tadmor, when, forgotten with the passing of the centuries of the rich splendor of classical Palmira, the population and only consisted of Bedouin tribes staying in houses weaving an intricate adobe Arab medina, underpinned by strong walls and shafts of the pagan temple, was an oasis of Corinthian columns rising over a maze of mud, but could never reach the heights of the original building, leaned on his strength, adjusted to their holes and their recesses branched.
In 1929 the Bedouin maze was dismantled, and its people changed their minds by decree the present new town of Tadmor (urbanization of cement, with an orthogonal which would be the antithesis of the maze). And today, the open space of the holy place reveals the grandeur of the massive walls that form the ring, the elegance of the columned porticos that surround it, and not in the center of the square, but rather shifted the sanctuary itself.
This sanctuary is unique in classical architecture for several reasons. At first glance it would seem the usual peripteral, with a portico of columns surrounding the outer perimeter of the cella, but look at the details, unusual items popping everywhere. The door is in a side wall and not centered, but asymmetrically open, contrary to conventional standards of his time (reigned Tiberius, the successor of Augustus). The sculptural decoration of some interior pillars somehow reminds Ptolemaic style of Egyptian architecture of that era. Upon entering the side, the inner sanctum should appear to the right or the left, appears on both sides as there are two instead of one adyton dedicated to respective gods and Aglibol Yarhibol, solar and lunar deities, both sons of the great god Bel, is a triad of Mesopotamian origin. And indeed, the temple itself overlaps the exact site of an earlier Babylonian cult place, which would explain the rarity of its distribution, forced by the need to maintain the altars in the same spots they occupied before. Something similar happens with the neighboring temple of Nebo, in the same Damascus, with the location of the Great Umayyad Mosque in the Roman Temple of Jupiter, raised this in turn on an earlier sanctuary of Hadad.
A few are barely carved friezes under enormous monolithic marble beams, which once linked the cella portico while holding their part of the roof, and are now relocated a few inches off the floor, beams on their faces vertical display some interesting bas-reliefs, with the local god of the moon Aglibol, camels, palm trees, date palms, swollen friezes grape vines, and single copy, three women participating in a procession where a Bethylidae transported by camel, and that carry robes that cover entire face: physical evidence that the custom of the veil in the Middle East women have pre-Islamic origin.
The adyton inside the cella are also unique pieces. Two cameras on opposite sides facing, elevated to a certain height, and framed by a strange decoration, classical elements mixed with oriental fantasies and provided with hooks attached pillars of fleshy leaves clearly derived from the Egypt of the Ptolemies time. But most remarkable are the ceilings of the chambers, both monolithic, covering all the guests. The north side is carved hemispherical form a false vault, divided into coffers with portraits of the Olympian gods (in the middle, Zeus, assimilated to Bel), surrounded by a circular band with reliefs of the twelve signs of the Zodiac. The southern chamber roof, blackened by smoke, is no less luxurious in its decor sculpted with a set of circles and octagons combined with floral, acanthus leaves abounding and touch-again Egyptian lotus.
The exterior of the cella has other curiosities: the architrave of the door. This seems like flying over twisted columns, giving the feeling that everything is going to collapse by the gravitational force at any time. In the south wall there are pillars attached Ionic style unique in Palmira, but the Corinthian columns are still standing, the portico surrounding the central body, are devoid of capitals, and hold in place smooth cylinders, such as stumps , stripped of acanthus, supporting the entablature, it happens that in his time were made in bronze capitals (it's easy to imagine his superb pulenta size and form), and this made his undoing, as in later times were looted, others uses, all metal parts that could be found on ancient monuments, and this included not only those capitals, but the straps that held the lead blocks together, which explains the holes can be drilled all the walls in order to extract the metal.
The cornice of the main building is crowned with a row of strange shots battlements staggered fashion, similar to the original architectural elements also used by Assyrian and Achaemenid Persians in Petra-called "crow's ladder" and would have a solar symbolism: evoke the journey of the Sun rising from the morning, reaches its zenith at noon, and dusk descends on the other side. This decorative element is merely a speculative reconstruction, based on an assumption disputed by some scholars, but their effect is very oriental. Safer was the existence of four corners akroteria since at least the pieces have been reassembled and can be seen on the floor, the ornate complexity of the design at all reminiscent of Greek or Roman art is purely oriental.
It is very admirable quality of the carving, sculptural virtuosity acanthus leaves that shape the huge Corinthian columns of the extremely wide surrounding the enclosure. His work seems goldsmiths draft, you can see the sky through the open interstices between the leaves and this gives the capitals delicacy and fragility makes surprising fact that even after twenty centuries remain intact.
On the wide esplanade that frames the temple are scattered hundreds of drums of Corinthian shafts, whose large size can be seen better here than in the same columns to be able to measure the diameter body sections.
Many of these drums have been used column of blocks way to raise defensive walls, replacing the fallen, in medieval times, when the Temple of Bel was converted into a fortress by one Abdul Hassan ibn Yusuf Fairuz.
Another rest of this castle is the tough defensive pier, like a citadel, occupies the place where once were the Propylaea, ie, the large main entrance gate to the complex, embedded in the walls can make out a distinctly Muslim lattices, a tombstone with an inscription in Arabic (1132-1133) and statues (which are clearly not Islamic) Hercules and Mercury, which break the austerity of the whole.
Surrounding the exterior of the temple is a good way to fully appreciate how the titanic dimensions of the sanctuary. some wall panels remain intact on its huge plinth, but others sunk by the passage of two millennia, are carelessly constructed in medieval times, for the expedited procedure drums stacked in rows of Corinthian columns inside the enclosure of the porch, edge positions. Other panels of the wall display niche with inlaid pediment, which do not occupy its original place, but have been placed for the convenience of rebuilders, without any account of the elaborate set of proportions that windows and niches kept together in the original building .
Between the rear of the temple and the cultivated area of the oasis, you can see the foundations of several patrician houses that follow the constructive scheme peristyle around a central courtyard, beautifully paved floors with slabs of white marble.
The olive trees are cultivated oases, date palms and pomegranates, in nearby gardens of adobe walls that run between the branch and access roads. More remains of classical ruins among the crops, stacked and half hidden under piles of earth, shafts, blocks, acanthus leaf capitals, corners of base emerging from the rubble.
From the grand entrance gate to the Temple of Bel part obliquely a colonnaded street leading to the Arc de Triomphe.
Foto Pitahaya Cabo Rojo,Puerto Rico.
Invernante comun en manglare y bosques a todas las elevaciones. Esta reinita,trepa y corre en todas direcciones por los arboles buscando insectos. Es muy inquieta casi nunca se le ve posada.
Ça faisait bien longtemps que je n'avais pas mis les pieds Baie des Trépassés ( www.fr.wikipedia.org/wiki/Baie_des_Tr%C3%A9pass%C3%A9s ) dans le Cap Sizun entre les pointes du Van et du Raz . Le temps n'est guère propice, il fait beau et doux . Ce serait mieux au crépuscule, en hiver, sous des trombes d'eau … Mais on fera avec ce qu'on a .
Maintenant je cherche Vorlen, sur la Pointe Van .
J'en avais vu une impressionnante photo sur une vieille plaquette Jos traitant de la pointe du Raz . Mais rien sur les cartes . Plus tard je suis tombé dessus par hasard ( il n'y a aucune signalisation ) en parcourant la Pointe du Van …
C'est un « Portz », c'est à dire un abri plus ou moins précaire, très précaire en fait au point que là les bateaux devaient être montés par un treuil à mi-hauteur de la falaise grâce à une cale à la pente vertigineuse associée à une passerelle au dessus du vide .
Beuzec-Cap-Sizun, Plogoff, Finistère, Bretagne, France .
Photographie J-P Leroy, tous droits réservés .
La baie des Trépassés est enserrée entre la pointe du Raz et la pointe du Van et se trouve sur les communes de Plogoff et de Cléden-Cap-Sizun. Son rivage forme une longue plage de sable reliant les deux pointes.
En Biodiversidad virtual también en Instagram como @proyectoagua y en Second Life en el SIM "El Universo en una Gota de Agua",
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Entre toboganes de agua, los ciempiés de Chaetoceros suben y bajan trepando por millares en las olas, recorriendo las costas de los mares, y sujetos con sus pies en cada gota, suben y bajan cabalgando, al ritmo marcado por el corazón del mar, mientras navegan sobre el lomo de corrientes llevadas por el viento dejando sus cosquillas en la sal.
Chaetoceros decipiens es una diatomea de cuerpo de ciempiés de largas patas que se puede encontrar formando parte del plancton de todos los mares correteando con sus largas patas por las olas
El género Chaetoceros tiene más especies que patas lleva un ciempiés, y muy probablemente, dentro de las diatomeas marinas sea el mejor representado en número. Alcanza en estos momentos 528 taxones de los que 223 están plenamente aceptados y el resto se encuentran en revisión dadas las grandes dificultades que presenta el reconocer algunas de estas especies debido a su gran variabilidad. Aunque es muy probable que el número de especies continúe aumentando en la medida que se van descubriendo nuevas formas sobre todo en las zonas tropicales.
Con frecuencia, para sostenerse en el agua Chaetoceros se agrupa dando lugar a estructuras acintadas a veces planas, con frecuencia onduladas y que en ocasiones se enrollan formando largas espirales que se sostienen en el agua gracias a los largos procesos que rematan las esquinas de sus valvas y que se prolongan varias veces la longitud de su cuerpo, como larguísimas patas de cristal con las que esta diatomea es capaz de corretear sobre la superficie del agua empujada por la corriente y por el oleaje.
La forma de cada una de las células de Chaetoceros es cilíndrica, con una base ovalada o circular y en su interior se encierran 1, 2 o más cloroplastos, que parecen cuadrangulares en vista lateral y elípticos o circulares cuando se observan en vista valvar.
Los procesos de espesor variable que emergen de cada ápice (setas) presentan, en las especies coloniales una clara diferenciación en los individuos que se sitúan en los extremos de la colonia, allí estos individuos las desarrollan más que los que se encuentran en la parte central, las intercalares. Pero tanto unas como otras muestran una ornamentación variable, consistente a menudo en hileras de espinas o poros de diferentes tamaños.
La especie que mostramos hoy aquí Chaetoceros decipiens, es una diatomea cosmopolita que se caracteriza por la posesión de varios cloroplastos granulares y que presenta las setas hermanas parcialmente fundidas en la base, mientras que las terminales se muestran más gruesas que el resto.
Algunos de estos seres y sus patrones geométricos han inspirado a la artista y creadora Kimika Ying en "Second Life" a utilizarlos como elementos constructivos y didácticos para contar la vida y las historias de los organismos microscópicos que viven en el agua dentro del SIM "El Universo microscópico en las gotas de agua"
Mostramos aquí de que forma realizamos algunos muestreos recogiendo estos pequeños seres invisibles que hacen de cada gota de océano un tesoro
Las fotografías realizadas a 400 aumentos empleando la técnica de contraste de fase y contraste de interferencia, proceden de unas muestras tomadas el día 26 de agosto de 2021 en las aguas de la Playa de Balea, en la ría de Arousa junto a San Vicente do mar (Ponteveda)
CALLE ALVAREZ GATO
La calle de Álvarez Gato o callejón del Gato, es una pequeña vía en el límite del Barrio de las Letras en Madrid, que une la calle de la Cruz con la de Núñez de Arce. En el siglo XVII aparece con el nombre de calle del Gato en el plano de Teixeira (1656), a espaldas del popular Corral de comedias de la Cruz.
Ya desde el primer cuarto del siglo XX es calle peatonal —«cerrada al tránsito rodado»— y que en aquella época tuvo dos espejos "de cuerpo entero, cóncavo el uno y convexo el otro", en los que los paseantes, chicos y grandes, se miraban divertidos o asustados de sus deformes cuerpos, evocadores de "Quijotes o Sanchos".
Entre la leyenda y la tradición se documenta que en esta calle del antiguo barrio de la Cruz del distrito de Congreso, tuvo casa y corrales el mayordomo de Isabel la Católica, Juan Álvarez Gato, poeta del cancionero del Renacimiento castellano y miembro de uno de los linajes más castizos de la Villa de Madrid. Pedro de Répide advierte que sin embargo Jerónimo de la Quintana sitúa las casas de Álvarez Gato, cristiano nuevo, junto a la torre de San Salvador, donde tuvo su primer establecimiento el concejo de la villa. En cualquier caso, la leyenda popular remonta la relación del linaje de la familia Gato a una de las 'heroicas' tomas de la fortaleza árabe que dio origen al núcleo urbano de Madrid. El protagonista fue un temerario escalador cristiano que, usando su cuchillo como improvisado piolet, trepó la muralla indiferente a la saña defensiva de los «sarracenos». Por su habilidad, le pusieron el mote de el gato. Al héroe, le gustó el apodo y decidió tomarlo como apellido.
Más legendaria y menos histórica es la versión que atribuye el nombre de esta calle al gato montés que el Cardenal Cisneros ordenó cazar en este lugar para que se fabricasen unas botas «iguales a las de Carlomagno», como regalo para el Gran Capitán, y que a la postre resultaron un fiasco pues todos los gatos se orinaban en ellas. Tal fue la peste insoportable que —continúa el cuento— su ilustre dueño se las regaló a su ayuda de cámara (habrá que suponer que como castigo por algún desaliño en la etiqueta cortesana), quien poco después se las vendió a un numismático de París.
En el límite de la fantasía (lo que luego se ha llamado novela histórica), habría que colocar el relato que Mesonero Romanos hace en relación con el origen del término gato relacionado con la ciudad de Madrid. Y lo cuenta a propósito de una visita que Ruy González de Clavijo, embajador de Madrid, enviado por Enrique III de Castilla le hizo al «gran Tamborlan» (sic; debe referirse a Tamerlán).
La leyenda promovida por el propio creador del esperpento como género dramático y materializada en su forma literaria en 1920 por Valle-Inclán en la obra Luces de Bohemia, dice que la idea nació frente a los «espejos deformantes» que usaba como reclamo publicitario una ferretería de esta calle y que desapareció en 1933, si bien los dos espejos fueron salvados e instalados en una destilería con almacén en el número 3 de Álvarez Gato, al otro lado del callejón En ellos —escribe Moncho Alpuente— «Valle-Inclán vio la tragedia de España transformada en esperpento a través de los ojos agonizantes de su personaje Max Estrella». Una placa convencional instalada por el Ayuntamiento en 1991, recuerda el episodio literario
En la segunda mitad del siglo XIX, este estrecho y breve callejón concentró en sus locales buen número de cafés (de tertulia, salones, tablaos), de los que ya se mencionan en 1861 los que abrían puerta en el número 4 y en el 5 de la calle. En 1881, aparece el Café de la Cruz en el número 9, y en 1884, los de El Diamante, en el número 7, y el de Revuelta en el número 6. En ese mismo local aparece el Café del Gato (no confundirlo con El Gato Negro), pegado a Villa Rosa, que al cerrarse Café El Brillante se convertiría en el Nuevo Brillante.
A comienzo del siglo XX, el mencionado Café del Gato se convirtió en pequeña catedral del flamenco en Madrid (pequeña sobre todo por el tamaño del local). En él debutó hacia 1906 Pepe el de la Matrona, como el propio cantaor explica en su biografía; en ella anota también que el café lo inauguraron El Cojo de Málaga y El Pena, y que lo regentaba un tal "Guerrerito" y, con peor genio, su mujer, por mote "la Igorrota".
MADRID DE LOS AUSTRIAS
Por Madrid de los Austrias, también llamado barrio de los Austrias, se conoce una amplia zona de la capital española, sin entidad administrativa, correspondiente al primitivo trazado medieval de la ciudad y a la expansión urbanística iniciada por los monarcas de la Casa de Austria, a partir de los reinados de Carlos I y, especialmente, de Felipe II, que, en el año 1561, estableció la Corte en Madrid. A efectos turísticos, el nombre se emplea para promocionar los conjuntos monumentales de una gran parte de los barrios administrativos de Sol y Palacio, que representa aproximadamente una cuarta parte de la citada zona. Además de su acepción geográfica, el término Madrid de los Austrias también tiene una acepción histórica. Según esta perspectiva, la expresión se emplea para designar la evolución, preferentemente urbanística, de la ciudad entre los reinados de Carlos I (r. 1516–1556), el primero de los Austrias, y Carlos II (r. 1665–1700), con el que se extinguió la rama española de esta dinastía.
Los límites del Madrid de los Austrias difieren significativamente según el punto de vista adoptado, ya sea histórico o turístico.
Límites históricos
Durante el reinado de Carlos I, Madrid estaba integrado por dos núcleos principales: el recinto comprendido dentro de la muralla cristiana, de origen medieval, y los arrabales. El casco urbano se extendía, de oeste a este, desde el Palacio Real hasta la Puerta del Sol; y, de norte a sur, desde la plaza de Santo Domingo hasta la plaza de la Cebada.
A partir de 1561, con la capitalidad, la ciudad creció de forma vertiginosa, expandiéndose principalmente hacia el este. El plano de Madrid realizado por Pedro Teixeira en el año 1656, casi un siglo después del establecimiento de la Corte, da una idea precisa de las dimensiones del casco urbano, en tiempos de Felipe IV (r. 1621–1665).
La villa estaba rodeada por una cerca, mandada construir por el citado monarca en el año 1625, levantada, hacia el norte, sobre las actuales calles de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto Aguilera (conocidas popularmente como los bulevares); hacia el sur, sobre las rondas de Toledo, Valencia y Embajadores; hacia el este, sobre los paseos del Prado y Recoletos; y hacia el oeste, sobre los terraplenes del valle del río Manzanares.
Extramuros, se situaban los jardines, parajes agrestes y recintos palaciegos del Buen Retiro, en la parte oriental de la ciudad; de la Casa de Campo, en la occidental; y del El Pardo, en la noroccidental.
La cerca de Felipe IV sustituyó a una anterior, promovida por Felipe II (r. 1556–1598) y que enseguida quedó obsoleta. Fue erigida para detener el crecimiento desordenado que estaba experimentando la ciudad y actuó como una auténtica barrera urbanística, que limitó la expansión de la urbe hasta el siglo XIX. Fue derribada en 1868.
A grandes rasgos, el espacio comprendido dentro de la cerca de Felipe IV se corresponde en la actualidad con el distrito Centro. Su superficie es de 523,73 hectáreas y comprende los barrios administrativos de Cortes, Embajadores, Justicia, Palacio, Sol y Universidad.
Límites turísticos
A diferencia de los límites históricos, perfectamente establecidos a través de la cerca de Felipe IV, la zona promocionada turísticamente como Madrid de los Austrias carece de una delimitación precisa. Se circunscribe a un ámbito sensiblemente menor, que comprende parcialmente los barrios administrativos de Sol y Palacio, pertenecientes al distrito Centro de la capital.
Se estaría hablando de las áreas de influencia de las calles Mayor, Arenal, Segovia, carrera de San Francisco, Bailén y Toledo y de las plazas de la Cebada, de la Paja, Mayor, Puerta del Sol y de Oriente, donde se hallan barrios y áreas sin entidad administrativa, como La Latina, Ópera o Las Vistillas.
Aquí se encuentran conjuntos monumentales construidos tanto en los siglos XVI y XVII, cuando reinó en España la dinastía Habsburgo, como en épocas anteriores y posteriores. Por lo general, todos ellos quedan incluidos en los itinerarios turísticos que utilizan la expresión Madrid de los Austrias. Es el caso de las iglesias medievales de san Nicolás de los Servitas y san Pedro el Viejo, de los siglos XII y XIV, respectivamente, y del Palacio Real, erigido en el siglo XVIII.
En orden inverso, existen monumentos promovidos por los Austrias no integrados en las citadas rutas, al situarse fuera de los barrios de Sol y Palacio. Algunos ejemplos son el Salón de Reinos y el Casón del Buen Retiro, que formaron parte del desaparecido Palacio del Buen Retiro, y los jardines homónimos.
También quedan excluidas de esta clasificación turística zonas de menor valor monumental, pero con un gran significado histórico en la época de los Austrias. Es el caso del barrio de las Letras, articulado alrededor de la calle de las Huertas, donde coincidieron algunos de los literatos más destacados del Siglo de Oro español, tales como Félix Lope de Vega, Miguel de Cervantes o Francisco de Quevedo; o de la Casa de Campo, concebida por Felipe II como una finca de recreo y reserva de caza. En la primera mitad del siglo XVI, antes de su designación como capital, Madrid era una villa de tamaño medio entre las urbes castellanas, con cierta relevancia social e influencia política. Tenía entre 10 000 y 20 000 habitantes y formaba parte del grupo de dieciocho ciudades que disfrutaban del privilegio de tener voz y voto en las Cortes de Castilla.
Había acogido en numerosas ocasiones las Cortes del Reino y, desde la época de los Trastámara, era frecuentada por la monarquía, atraída por su riqueza cinegética. Además, uno de sus templos religiosos, San Jerónimo el Real, fue elegido por la monarquía como escenario oficial del acto de jura de los príncipes de Asturias como herederos de la Corona. El primero en hacerlo fue Felipe II (18 de abril de 1528), que 33 años después fijaría la Corte en Madrid, y la última Isabel II (20 de junio de 1883).
Carlos I (r. 1516–1556), el primer monarca de la Casa de Austria, mostró un interés especial por la villa, tal vez con la intención de establecer de forma definitiva la Corte en Madrid. Así sostiene el cronista Luis Cabrera de Córdoba (1559–1623), en un escrito referido a Felipe II
El emperador impulsó diferentes obras arquitectónicas y urbanísticas en Madrid. A él se debe la conversión del primitivo castillo de El Pardo en palacio, situado en las afueras del casco urbano. Las obras, dirigidas por el arquitecto Luis de Vega, se iniciaron en 1547 y concluyeron en 1558, durante el reinado de Felipe II. De este proyecto sólo se conservan algunos elementos que, como el Patio de los Austrias, quedaron integrados en la estructura definitiva del Palacio Real de El Pardo, fruto de la reconstrucción llevada a cabo en el siglo XVIII, tras el incendio de 1604.
Otro de los edificios que el monarca ordenó reformar fue el Real Alcázar de Madrid, un castillo de origen medieval, que fue pasto de las llamas en 1734 y en cuyo solar se levanta en la actualidad el Palacio Real. Duplicó su superficie con diferentes añadidos, entre los que destacan el Patio y las Salas de la Reina y la llamada Torre de Carlos I, a partir de un diseño de Luis de Vega y Alonso de Covarrubias.
Entre los proyectos urbanísticos promovidos por Carlos I, figura la demolición de la Puerta de Guadalaxara, el acceso principal de la antigua muralla cristiana de Madrid, y su sustitución por una más monumental, con tres arcos. Fue levantada hacia 1535 a la altura del número 49 de la actual calle Mayor y el 2 de septiembre de 1582 desapareció en un incendio.
Durante su reinado, se inauguraron algunos templos religiosos, entre ellos el santuario de Nuestra Señora de Atocha, que data de 1523. Fue derribado en 1888, ante su mal estado, y reconstruido como basílica en el siglo XX.
En 1541, se dispuso la ampliación de la Iglesia de San Ginés, situada en la calle del Arenal, mediante un anejo parroquial en la calle de la Montera, que recibió el nombre de San Luis Obispo. Abrió sus puertas en 1689, en tiempos de Carlos II, y fue incendiado en 1935. Sólo se conserva su fachada principal, que fue trasladada e integrada en la estructura de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en la calle del Carmen.
El Convento de San Felipe el Real, de 1547, fue uno de los puntos de encuentro más importantes del Madrid de los Austrias. Su lonja recibió el sobrenombre de mentidero de la villa, por los rumores que allí se fraguaban. El edificio, destruido en 1838, poseía un relevante claustro renacentista, compuesto por 28 arcos en cada una de sus dos galerías.
Otro templo de la época es la Iglesia de San Sebastián (1554–1575), que tuvo que ser reconstruida tras ser alcanzada por una bomba durante la Guerra Civil.
La Capilla del Obispo es, sin duda, la construcción religiosa de mayor interés arquitectónico llevada a cabo en Madrid, en tiempos de Carlos I. Fue levantada entre 1520 y 1535, como un anejo de la iglesia medieval de San Andrés. Responde a una iniciativa de la familia de los Vargas, una de las más poderosas del Madrid medieval y renacentista. Debe su nombre a Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, su principal impulsor.
En el terreno social, el religioso Antón Martín creó en 1552 el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios, que estuvo en la calle de Atocha, cerca de la plaza que lleva el nombre de su fundador.
En 1529, Carlos I ordenó que el Real Hospital de la Corte, de carácter itinerante ya que acompañaba a la Corte en sus desplazamientos, quedara establecido de forma fija en Madrid. Su edificio, conocido como Hospital del Buen Suceso, estaba integrado por un recinto hospitalario y una iglesia, que fueron concluidos en 1607. A mediados del siglo XIX, se procedió a su derribo dentro de las obras de ampliación de la Puerta del Sol, donde se encontraba.
En cuanto a las residencias palaciegas, cabe mencionar la de Alonso Gutiérrez de Madrid, tesorero del emperador, cuya estructura fue aprovechada, durante el reinado de Felipe II, para la fundación del Monasterio de las Descalzas Reales. Recientes intervenciones en este edificio han puesto al descubierto elementos originales del patio principal del citado palacio.
El Palacio de los condes de Paredes de Nava o Casa de San Isidro, donde tiene sus instalaciones el Museo de los Orígenes, se encuentra en la plaza de San Andrés. Fue construido en el solar de un antiguo edificio donde, según la tradición, vivió Iván de Vargas, quien, en el siglo XI, dio alojamiento y trabajo a san Isidro. Data de la primera mitad del siglo XVI.
Por su parte, la Casa de Cisneros data del año 1537 y está construida en estilo plateresco. Situada entre la calle del Sacramento y la plaza de la Villa, su primer propietario fue Benito Jiménez de Cisneros, sobrino del cardenal Cisneros (1436–1517), de quien toma su nombre.
Reinado de Felipe II
En 1561, Felipe II (r. 1556–1598) estableció la Corte en Madrid. Tal designación provocó un aumento de la población vertiginoso: de los 10 000 - 20 000 habitantes que podía haber en la villa antes de la capitalidad se pasó a 35 000 - 45 000 en el año 1575 y a más de 100 000 a finales del siglo XVI.
Para hacer frente a este crecimiento demográfico, el Concejo de Madrid, respaldado por la Corona, elaboró un proyecto de ordenación urbanística, consistente en la alineación y ensanchamiento de calles, el derribo de la antigua muralla medieval, la adecuación de la plaza del Arrabal (antecedente de la actual Plaza Mayor) y la construcción de edificios públicos como hospitales, hospicios, orfanatos, instalaciones de abastos y templos religiosos.
Felipe II puso al frente de este plan al arquitecto Juan Bautista de Toledo. Sin embargo, la falta de medios y lentitud burocrática del consistorio y el desinterés mostrado por la Corona en la aportación de recursos ralentizaron su desarrollo. La consecuencia fue un crecimiento urbano rápido y desordenado, que se realizó preferentemente hacia el este del centro histórico, dada la accidentada orografía de la parte occidental, orientada a los barrancos y terraplenes del valle del río Manzanares.
Los nuevos edificios se construyeron siguiendo la dirección de los caminos que partían de la villa y, a su alrededor, surgió un entramado de calles estrechas, aunque dispuestas hipodámicamente. El que conducía hasta Alcalá de Henares (hoy calle de Alcalá) vertebró el crecimiento urbano hacia el este, al igual que el camino que llevaba a San Jerónimo el Real, sobre el que se originó la carrera de San Jerónimo. Por el sudeste, la expansión tomó como eje principal el camino del santuario de Nuestra Señora de Atocha (actual calle de Atocha).
Hacia el sur, las nuevas casas se alinearon alrededor del camino de Toledo (calle de Toledo) y, por el norte, la referencia urbanística estuvo marcada por los caminos de Hortaleza y de Fuencarral (con sus respectivas calles homónimas), si bien hay que tener en cuenta que, en estos dos lados de la ciudad, el crecimiento fue más moderado.
Antes de la capitalidad, en 1535, la superficie de Madrid era de 72 hectáreas, cifra que aumentó hasta 134 en 1565, sólo cuatro años después de establecerse la Corte en la villa. A finales del reinado de Felipe II, el casco urbano ocupaba 282 hectáreas y tenía unos 7590 inmuebles, tres veces más que en 1563 (2250), al poco tiempo de la designación de Madrid como capital.
La intensa actividad inmobiliaria de este periodo no fue suficiente para satisfacer la demanda de viviendas, por parte de cortesanos y sirvientes de la Corona. Tal situación llevó al monarca a promulgar el edicto conocido como Regalía de Aposento, mediante el cual los propietarios de inmuebles de más de una planta estaban obligados a ceder una de ellas a una familia cortesana.
Este decreto favoreció el desarrollo de las llamadas casas a la malicia, un tipo de vivienda con el que sus propietarios intentaban evitar el cumplimiento de la norma, mediante diferentes soluciones (una única planta, compartimentación excesiva de los interiores, ocultación a la vía pública del piso superior...).
En 1590, la Corona y el Concejo crearon la Junta de Policía y Ornato, organismo presidido por el arquitecto Francisco de Mora, con el que se intentó poner fin a los desarreglos urbanísticos provocados por la rápida expansión de la ciudad. La correcta alineación de las calles, mediante la supresión de los recovecos existentes entre los inmuebles, fue uno de sus objetivos.
Felipe II promovió la realización de diferentes infraestructuras urbanas, caso del Puente de Segovia, la calle Real Nueva (actual calle de Segovia) y la Plaza Mayor. Los proyectos inicialmente previstos para estas tres obras no pudieron llevarse a cabo plenamente, adoptándose soluciones menos ambiciosas, ante las limitaciones presupuestarias.
Las dos primeras se enmarcaban dentro del mismo plan, consistente en la creación de una gran avenida, de aire monumental, que, salvando el río Manzanares por el oeste, conectase el antiguo camino de Segovia con el Real Alcázar. Finalmente, sólo pudo ejecutarse el puente (1582–1584), atribuido a Juan de Herrera, mientras que la avenida quedó reducida a unas nivelaciones del terreno sobre el barranco del arroyo de San Pedro y al derribo de varios edificios, que dieron origen a la calle de Segovia, terminada en 1577.
Con respecto a la Plaza Mayor, levantada sobre la antigua plaza del Arrabal, el centro comercial de la villa en aquel entonces, el monarca encargó su diseño a Juan de Herrera en el año 1580. Durante su reinado, se demolieron los edificios primitivos y dieron comienzo las obras de la Casa de la Panadería (1590), proyectada por Diego Sillero. Fue su sucesor, Felipe III, quien dio el impulso definitivo al recinto.
Felipe II continuó con las reformas y ampliaciones del Real Alcázar, iniciadas por su padre, con la edificación de la Torre Dorada, obra de Juan Bautista de Toledo, y la decoración de las distintas dependencias. También ordenó la construcción, en las inmediaciones del palacio, de la Casa del Tesoro, las Caballerizas Reales y la Armería Real. Todos estos conjuntos han desaparecido.
Pero tal vez su proyecto más personal fuese la Casa de Campo, paraje que convirtió en un recinto palaciego y ajardinado para su recreo. Se debe a un diseño de Juan Bautista de Toledo, que siguió el modelo de naturaleza urbanizada, acorde con el gusto renacentista de la época, a modo de conexión con el Monte de El Pardo. De este proyecto sólo se conservan partes del trazado de los jardines y algunos restos del palacete.
Asimismo, fueron levantados distintos edificios religiosos y civiles. El Monasterio de las Descalzas Reales fue fundado en 1559 por Juana de Austria, hermana del monarca, y en 1561 comenzaron las obras del Convento de la Victoria, que, como aquel, también estuvo muy vinculado con la Corona.
En 1583 abrió su puertas el corral de comedias del Teatro del Príncipe (en cuyo solar se levanta ahora el Teatro Español), institución clave en el Siglo de Oro español.15 En 1590, fue inaugurado el Colegio de María de Córdoba y Aragón (actual Palacio del Senado), que toma su nombre de una dama de la reina Ana de Austria, principal impulsora del proyecto.
Entre los palacios nobiliarios, hay que destacar la Casa de las Siete Chimeneas (1574–1577), actual sede del Ministerio de Cultura, situada en la plaza del Rey. Su primer propietario fue Pedro de Ledesma, secretario de Antonio Pérez.
En la calle de Atocha se encontraban las casas de Antonio Pérez y en la plaza de la Paja se halla el Palacio de los Vargas, cuya fachada fue transformada en el siglo XX, adoptándose una solución historicista, a modo de continuación de la contigua Capilla del Obispo.
Reinado de Felipe III
En 1601, pocos años después de subir al trono Felipe III (r. 1598–1621), Madrid perdió la capitalidad a favor de Valladolid. Consiguió recuperarla cinco años después, tras el pago a la Corona de 250 000 ducados y el compromiso por parte del Concejo de abastecer de agua potable al Real Alcázar, entre otras infraestructuras.
Con tal fin, el consistorio realizó los denominados viajes de agua (conducciones desde manantiales cercanos a la villa), entre los cuales cabe destacar el de Amaniel (1614–1616). De ellos también se beneficiaron algunos conventos y palacios, además de los propios vecinos, a través de las fuentes públicas. En 1617 fue creada la llamada Junta de Fuentes, organismo encargado de su mantenimiento y conservación.
Bajo el reinado de Felipe III, se proyectaron numerosos edificios religiosos y civiles, algunos de los cuales fueron inaugurados en la época de Felipe IV. Es el caso de la Colegiata de San Isidro; de la nueva fachada del Real Alcázar (1610–1636), obra de Juan Gómez de Mora, que perduró hasta el incendio del palacio en 1734; y del Convento de los Padres Capuchinos, en El Pardo, fundado por el rey en 1612, cuyo edificio definitivo no pudo comenzarse hasta 1638.
Las nuevas edificaciones se construyeron con mayor calidad arquitectónica que en los periodos anteriores, al tiempo que se impuso un estilo propio, típicamente madrileño, de aire clasicista y de clara influencia herreriana, aunque también se observan rasgos prebarrocos.
Además, se establecieron arquetipos arquitectónicos, que, en relación con las casas palaciegas, quedaron definidos en un trazado de planta rectangular, dos o más alturas de órdenes, portadas manieristas, cubiertas abuhardilladas de pizarra y torres cuadrangulares, por lo general dos, con chapiteles rematados en punta, en la línea escurialense.
Este esquema, uno de los que mejor definen la arquitectura madrileña de los Austrias y de periodos posteriores, empezó a gestarse en tiempos de Felipe III, con ejemplos tan notables como las Casas de la Panadería y de la Carnicería, en la Plaza Mayor; el Palacio del marqués de Camarasa, ubicado en la calle Mayor y sede actual de diferentes dependencias municipales; el proyecto de reconstrucción del Palacio Real de El Pardo, incendiado el 13 de marzo de 1604; y la ya citada fachada del Real Alcázar. No obstante, fue con Felipe IV cuando alcanzó su máxima expresión.
Por su parte, el Palacio de los Consejos (también llamado del duque de Uceda) puede ser considerado un precedente en lo que respecta a la organización del espacio y fachadas, si bien carece de las torres de inspiración herreriana. Fue diseñado por Francisco de Mora, quien contó con la colaboración de Alonso de Trujillo, al frente las obras entre 1608 y 1613.
En cuanto a los templos religiosos, la mayoría de las construcciones utilizó como referencia el modelo jesuítico, de planta de cruz latina, que tiene su origen en la Iglesia del Gesú (Roma, Italia). La Colegiata de San Isidro, que, como se ha referido, fue diseñada en tiempos de Felipe III y terminada con Felipe IV, responde a esta pauta.
Mención especial merece el Real Monasterio de la Encarnación (1611–1616), fundado por Margarita de Austria, esposa del rey. Su fachada, obra de Juan Gómez de Mora (aunque posiblemente proyectada por su tío, Francisco de Mora), fue una de las más imitadas en la arquitectura castellana del siglo XVII y buena parte del XVIII.
Un ejemplo es el Monasterio de la Inmaculada Concepción, en Loeches (Madrid), que, como aquel, presenta fachada rectangular con pórtico, pilastras a ambos lados y frontón en la parte superior.
La lista de edificios religiosos levantados durante el reinado de Felipe III es amplia. El Convento de San Ildefonso de las Trinitarias Descalzas (o, sencillamente, de las Trinitarias), del año 1609, se encuentra en el Barrio de las Letras y en él fue enterrado Miguel de Cervantes. Del Convento del Santísimo Sacramento, fundado en 1615 por Cristóbal Gómez de Sandoval y de la Cerda, valido del rey, sólo se conserva su iglesia (actual Catedral Arzobispal Castrense), levantada en tiempos de Carlos II.
El Monasterio del Corpus Christi o de las Carboneras y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen fueron empezados en 1607 y 1611, respectivamente, y ambos se deben a Miguel de Soria. La Iglesia de San Antonio de los Alemanes, de 1606, es una de las más singulares del primer tercio del siglo XVII, por su planta oval.21 Su interior está decorado al fresco por Lucas Jordán, Juan Carreño de Miranda y Francisco Rizi.
Las iglesias de San Ildefonso (1619) y de Santos Justo y Pastor (hacia 1620) se encuentran entre las últimas fundaciones religiosas llevadas a cabo antes de la muerte del monarca en 1621. La primera, destruida completamente durante la Guerra Civil Española, fue reconstruida en la década de 1950.
Pero, sin duda, el proyecto urbanístico más importante llevado a cabo por el monarca fue la Plaza Mayor. En 1619, Felipe III finalizó las obras, que había iniciado su antecesor, con un nuevo diseño, firmado y desarrollado por Juan Gómez de Mora. Este arquitecto fue también responsable de la Casa de la Panadería, que preside el conjunto, si bien su aspecto actual corresponde a la reconstrucción realizada por Tomás Román, tras el incendio acaecido en 1672.
Además de este recinto, se procedió a adecuar otras plazas, como la de la Cebada y la desaparecida de Valnadú, esta última resultado de la demolición en el año 1567 de la puerta homónima, en la época de Felipe II. Otro de sus logros urbanísticos fue la reorganización del territorio en las riberas del río Manzanares y en el Real Camino de Valladolid, mediante la eliminación de las compartimentaciones internas y la estructuración de los plantíos.
En el terreno de la escultura, destaca la estatua ecuestre del propio rey, traída desde Italia como obsequio del Gran Duque de Florencia. Realizada en bronce, fue comenzada por Juan de Bolonia y terminada por su discípulo, Pietro Tacca, en 1616.
Estuvo emplazada en la Casa de Campo, recinto que fue objeto de una especial atención por parte del monarca con la construcción de nuevas salas en el palacete (del Mosaico y de las Burlas) y la instalación de diferentes fuentes y adornos en los jardines. En 1848, la escultura fue trasladada al centro de la Plaza Mayor, donde actualmente se exhibe, por orden de Isabel II.
Reinado de Felipe IV
Felipe IV (r. 1621–1665) accedió al trono a la edad de dieciséis años, tras la inesperada muerte de su padre. Tradicionalmente ha sido considerado como un mecenas de las letras y de las artes, principalmente de la pintura. Durante su reinado, Madrid se convirtió en uno de los principales focos culturales de Europa y en el escenario donde se fraguaron muchas de las grandes creaciones del Siglo de Oro español. Además, la ciudad albergó la mayor parte de la colección pictórica del monarca, una de las más importantes de la historia del coleccionismo español
En el ámbito de la arquitectura, se levantaron numerosos edificios civiles y religiosos, al tiempo que se construyó una nueva residencia regia en el entorno del Prado de los Jerónimos, en el lado oriental del casco urbano. El Palacio del Buen Retiro desplazó hacia el este buena parte de la actividad política, social y cultural de la villa, que hasta entonces gravitaba únicamente sobre el Real Alcázar, situado en el extremo occidental.
En líneas generales, la arquitectura palaciega del reinado de Felipe IV siguió el modelo post-escurialense, de rasgos barrocos contenidos, que comenzó a forjarse con Felipe III. Este estándar aparecía en estado puro en el desaparecido Palacio del Buen Retiro, cuyo origen fue el llamado Cuarto Real, un anexo del Monasterio de los Jerónimos, que, desde tiempos de los Reyes Católicos, era frecuentado por la realeza para su descanso y retiro.
Siguiendo una iniciativa del Conde-Duque de Olivares,29 en 1632 Felipe IV ordenó al arquitecto Alonso Carbonel la ampliación del recinto y su conversión en residencia veraniega. El palacio fue concebido como un lugar de recreo, función que quedó remarcada mediante una configuración articulada alrededor de dos grandes patios, diseñados a modo de plazas urbanas.30 La Plaza Principal estaba reservada a la Familia Real, mientras que la Plaza Grande, de mayores dimensiones, era utilizada para la celebración de fiestas, actos lúdico-culturales y eventos taurinos.
La primera fase, correspondiente al núcleo central (Plaza Principal), se concluyó en 1633, sólo un año después de realizarse el encargo. Por su parte, las obras de la Plaza Grande, el Picadero, el Salón de Baile, el Coliseo y los jardines se prolongaron, a lo largo de diferentes etapas, hasta 1640.
El recinto palaciego sufrió graves desperfectos durante la Guerra de la Independencia y, finalmente, fue demolido en la época de Isabel II, ante la imposibilidad de recuperación. Sólo se conservan el Salón de Reinos y el Salón de Baile (o Casón del Buen Retiro), si bien con importantes transformaciones en relación con el diseño original.
En lo que respecta a los jardines, el Parque de El Retiro es heredero del trazado llevado a cabo en la época de Felipe IV, aunque su fisonomía actual responde a múltiples remodelaciones ejecutadas en periodos posteriores, principalmente en los siglos XVIII y XIX. Entre los elementos primitivos que aún se mantienen, cabe citar algunos complejos hidráulicos, como el Estanque Grande y la Ría Chica.
Además del Buen Retiro, el monarca mostró una especial predilección por el Real Sitio de El Pardo, donde mandó construir el Palacio de la Zarzuela, actual residencia de la Familia Real, y ampliar la Torre de la Parada, a partir de un diseño de Juan Gómez de Mora. Este último edificio fue erigido como pabellón de caza por Felipe II y resultó completamente destruido en el siglo XVIII.
La arquitectura civil tiene en el Palacio de Santa Cruz y en la Casa de la Villa, ambos proyectados por Juan Gómez de Mora en el año 1629, dos notables exponentes.
El primero albergó la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y la Cárcel de Corte y, en la actualidad, acoge al Ministerio de Asuntos Exteriores. Se estructura alrededor de dos patios cuadrangulares simétricos, unidos mediante un eje central que sirve de distribuidor y acceso al edificio. La horizontalidad de su fachada principal, que da a la Plaza de la Provincia, queda rota por los torreones laterales de inspiración herreriana y la portada con dos niveles de triple vano. Fue terminado en 1636 y ha sido objeto de numerosas reformas en siglos posteriores.
Por su parte, la Casa de la Villa fue diseñada como sede del gobierno municipal y Cárcel de Villa. Sus obras comenzaron en 1644, quince años después de realizarse el proyecto, y finalizaron en 1696. Junto a Gómez de Mora, colaboraron José de Villarreal, a quien se debe el patio central, Teodoro Ardemans y José del Olmo.
Entre las residencias nobiliarias, figuran el Palacio del duque de Abrantes, construido por Juan Maza entre 1653 y 1655 y transformado sustancialmente en el siglo XIX, y el Palacio de la Moncloa. Este último fue erigido en el año 1642, a iniciativa de Melchor Antonio Portocarrero y Lasso de la Vega, conde de Monclova y virrey del Perú, su primer propietario. La estructura actual corresponde a la reconstrucción y ampliación llevadas a cabo en el siglo XX, tras los daños sufridos durante la Guerra Civil.
La arquitectura religiosa del reinado de Felipe IV presenta dos fases, coincidentes con los procesos evolutivos que se dieron en el arte barroco español a lo largo del siglo XVII.
En la primera mitad, se mantuvo la austeridad geométrica y espacial, arrastrada del estilo herreriano, con escasos y calculados motivos ornamentales, salvo en los interiores, que, en clara contraposición, aparecían profusamente decorados. En la segunda mitad del siglo, el gusto por las formas favoreció un progresivo alejamiento del clasicismo y la incorporación de motivos naturalistas en las fachadas.
Dentro de la primera corriente, que puede ser denominada como barroco clasicista, se encuentran la Colegiata de San Isidro, la Ermita de San Antonio de los Portugueses y el Convento de San Plácido.
La Colegiata de San Isidro (1622–1664) fue fundada como iglesia del antiguo Colegio Imperial, situado dentro del mismo complejo. El templo se debe a un proyecto del hermano jesuita Pedro Sánchez de hacia 1620, iniciándose su construcción en 1622. A su muerte, en 1633, se hará cargo de la obra el hermano Francisco Bautista junto con Melchor de Bueras. Es de planta de cruz latina y destaca por su fachada monumental, realizada en piedra de granito y flanqueada por dos torres en los lados. Fue la catedral provisional de Madrid desde 1885 hasta 1993.
La Ermita de San Antonio de los Portugueses estuvo ubicada en una isla artificial, en medio de un estanque lobulado, dentro de los Jardines del Buen Retiro. Fue edificada entre 1635 y 1637 por Alonso Carbonel y derribada en 1761, para levantar, sobre su solar, la Real Fábrica de Porcelana de la China, igualmente desaparecida. Su torre cuadrangular, rematada con chapitel herreriano, y su suntuosa portada, configurada por cuatro grandes columnas de mármol blanco y capiteles de mármol negro, eran sus elementos más notables.
El edificio actual del Convento de San Plácido, obra de Lorenzo de San Nicolás, data de 1641. La decoración interior es la parte más sobresaliente y en él se conserva un Cristo yacente de Gregorio Fernández.
Conforme fue avanzando el siglo XVII, los exteriores sobrios fueron perdiendo vigencia y se impuso un estilo plenamente barroco, sin apenas concesiones al clasicismo. Esta evolución puede apreciarse en la ya citada Casa de la Villa, que, dado su prolongado proceso de construcción (el diseño se hizo en 1629 y el edificio se terminó en 1696), fue incorporando diferentes elementos ornamentales en su fachada clasicista, acordes con las nuevas tendencias.
La Capilla de San Isidro ejemplifica el apogeo del barroco. Fue construida como un anejo de la iglesia de origen medieval de San Andrés para albergar los restos mortales de san Isidro. La primera piedra se puso en 1642, a partir de un proyecto de Pedro de la Torre. En 1657, José de Villarreal realizó un segundo proyecto, cuyas obras fueron inauguradas por Felipe IV y su esposa Mariana de Austria en un acto institucional. Fue terminada en 1699.
Junto a la basílica neoclásica de San Francisco el Grande (siglo XVIII), se halla la Capilla del santo Cristo de los Dolores para la Venerable Orden Tercera de San Francisco (1662–1668), realizada por el arquitecto Francisco Bautista. En su interior sobresale la decoración barroca, con especial mención al baldaquino, hecho en maderas, jaspes y mármoles, donde se guarda la talla del Cristo de los Dolores.
El Convento de Nuestra Señora de la Concepción o de las Góngoras es otro ejemplo del barroco madrileño. Debe su nombre a Juan Jiménez de Góngora, ministro del Consejo de Castilla, quien procedió a su creación, por encargo directo del rey, como ofrenda por el nacimiento de su hijo Carlos (a la postre Carlos II). Fue inaugurado en 1665 y ampliado en 1669, según un proyecto de Manuel del Olmo.
Dentro del capítulo de arquitectura religiosa, también hay que destacar la reconstrucción de la iglesia medieval de San Ginés, llevada a cabo, a partir de 1645, por el arquitecto Juan Ruiz. Es de planta de cruz latina, de tres naves, con crucero y cúpula.
Escultura
Las numerosas fundaciones religiosas llevadas a cabo con Felipe IV generaron una importante actividad escultórica, destinada a la realización de tallas y retablos. Hacia 1646 se estableció en la Corte Manuel Pereira, a quien se debe el retablo de la Iglesia de San Andrés, desaparecido durante la Guerra Civil, y la estatua de San Bruno, considerada una de sus obras maestras, que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Fuera del ámbito religioso, la producción escultórica se desarrolló a través de dos vías: la ornamentación de calles y plazas, mediante la construcción de fuentes artísticas (es el caso de la Fuente de Orfeo, diseñada por Juan Gómez de Mora y terminada en 1629), y los encargos reales, entre los que sobresale la estatua ecuestre de Felipe IV (1634–1640).
Se trata de las primera escultura a caballo del mundo en la que éste se sostiene únicamente sobre sus patas traseras.34 Es obra de Pietro Tacca, quien trabajó sobre unos bocetos hechos por Velázquez y, según la tradición, contó con el asesoramiento científico de Galileo Galilei. Conocida como el caballo de bronce, estuvo inialmente en el Palacio del Buen Retiro y, en tiempos de Isabel II, fue trasladada a la Plaza de Oriente, su actual ubicación.
En el terreno urbanístico, Felipe IV ordenó la construcción de una cerca alrededor del casco urbano, mediante la cual quedaron establecidos los nuevos límites de la villa, tras los procesos expansivos de los periodos anteriores. Desde la fundación de Madrid en el siglo IX, había sido costumbre cercar el caserío, bien con una finalidad defensiva (murallas musulmana y cristiana), bien para el control fiscal de los abastos e inmigración (cerca medieval de los arrabales y Cerca de Felipe II).
La Cerca de Felipe IV provocó varios efectos en el desarrollo urbano: por un lado, impidió la expansión horizontal de Madrid hasta bien entrado el siglo XIX, cuando fue demolida y pudieron acometerse los primeros ensanches; y, por otro, favoreció un cierto crecimiento vertical, dando lugar a las corralas, viviendas dispuestas en varias alturas y organizadas en corredera, alrededor de un gran patio común.
De la citada cerca, realizada en ladrillo y mampostería, aún se mantienen en pie algunos restos, como los situados en la Ronda de Segovia, en los alrededores de la Puerta de Toledo.
El Puente de Toledo es otro de los proyectos urbanísticos impulsados por el rey. Su función era enlazar directamente el casco urbano con el camino de Toledo, salvando el río Manzanares por la parte suroccidental de la ciudad. Fue construido por José de Villarreal entre 1649 y 1660, a partir de un proyecto de Juan Gómez de Mora.
El puente quedó destruido en una riada y en 1671, durante el reinado de Carlos II, se levantó uno nuevo, que también desapareció por los mismos motivos. La estructura definitiva que ha llegado a la actualidad corresponde al primer tercio del siglo XVIII y es obra de Pedro de Ribera.
Reinado de Carlos II
Con la llegada al trono de Carlos II (r. 1665–1700), se frenó el ritmo constructor del reinado anterior, sobre todo en lo que respecta a las edificaciones civiles. Entre éstas, tan sólo cabe mencionar la Puerta de Felipe IV (1680), que, pese a su nombre, fue erigida en honor de María Luisa de Orleáns, primera esposa de Carlos II. Trazada por Melchor Bueras, estuvo inicialmente emplazada en la Carrera de San Jerónimo, hasta su traslado, a mediados del siglo XIX, a la calle de Alfonso XII, donde sirve de acceso al Parque de El Retiro.
En cuanto a las fundaciones religiosas, se levantaron algunos templos de interés artístico, que abandonaron definitivamente el aspecto austero de la primera mitad del siglo XVII e incorporaron plenamente las tendencias barrocas.
Es el caso de la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, que forma parte del convento homónimo. Fue trazada en el año 1668 por el arquitecto Sebastián Herrera Barnuevo, si bien su proyecto fue transformado por Gaspar de la Peña, Juan de Torija, Pedro de la Torre, Francisco Aspur y Pedro de Ribera, que intervinieron, en diferentes fases, hasta la conclusión del conjunto en 1720. El edificio destaca por su exterior profusamente ornamentado, en especial la torre que flanquea uno de sus lados, con abundantes motivos naturalistas en su parte superior y alrededor de los vanos.
El gusto por las formas también está presente en la Iglesia de las Calatravas (1670–1678), situada en la calle de Alcalá. Se debe a un diseño de fray Lorenzo de San Nicolás, terminado por Isidro Martínez y Gregorio Garrote. Presenta planta de cruz latina y, en su crucero, se alza una cúpula con tambor de ocho vanos, cuatro abiertos y cuatro cegados. La capilla mayor está adornada con un retablo de José Benito de Churriguera, realizado en tiempos de Felipe V.
Del Monasterio del santísimo Sacramento, fundado por Cristóbal Gómez de Sandoval en la época de Felipe IV, sólo se conserva su iglesia, actual Catedral Arzobispal Castrense. El templo se construyó con Carlos II, entre 1671 y 1744, a partir de un proyecto firmado por Francisco Bautista, Manuel del Olmo y Bartolomé Hurtado García.
Su fachada, labrada en sillares de granito, se estructura en tres niveles horizontales y está rematada por un frontón circular. La decoración exterior consiste en diferentes molduras que recorren los vanos, con motivos naturales, y en un relieve dedicado a san Benito y san Bernardo, instalado en el nivel intermedio.
Pese a las corrientes barrocas del momento, el Convento de las Comendadoras de Santiago se aproxima más al arquetipo arquitectónico de la primera mitad del reinado de Felipe IV, caracterizado por su sobriedad. El edificio, que empezó a construirse en 1667, destaca por su iglesia, de planta de cruz griega, fachada inspirada en el modelo del Real Monasterio de la Encarnación y torres con chapiteles herrerianos en los lados.
Entre la baie des Trépassés et la pointe du Van, la chapelle de Saint-They, la plus vaste des chapelles de Cléden, surplombe le raz de Sein au bord de la falaise.
Trepador Azul
Sitta europaea 14 cm.
Al contrario de muchas aves silvestres que en primavera tienen la costumbre de excavar o de Trepador azul (Sitta europaea)
Pájaro de tonos azulados, colicorto, insectívoro y forestal. De carácter un tanto inquieto y esquivo, se desplaza constantemente mientras trepa por los troncos y ramas de los árboles, comportamiento que ha dado origen a su nombre. Habita preferentemente bosques maduros emplazados en territorios con clima húmedo. Anida en huecos cuya entrada modifica añadiendo barro.
Clasificación
Orden Passeriformes; familia Sittidae
Longitud 12-14 cm. Envergadura 22-27 cm.
Identificación
Fácil de reconocer, sus caracteres más distintivos son tres: tiene color azulado, “carece de cuello” y se mueve habitualmente pegado a troncos y ramas, incluso cabeza abajo. Es un ave pequeña, del tamaño de un gorrión, pero de patas robustas, cabeza muy gruesa y pico largo y fuerte. Tanto los machos como las hembras lucen un bello color azul grisáceo en las alas, el dorso y la cola. Sus partes inferiores presentan un tono débilmente anaranjado, que es más intenso en los machos. Estos poseen, además, manchas de color rojo granate en sus flancos y en las plumas que cubren la cara inferior
de la cola.
Canto
Reclama frecuentemente con profundos sonidos cortos o que puede repetir de manera muy rápida (chuic-chuic-chuic, choc-ro-ro-roc) o de manera espaciada (chuuuiiic).
agrandar un hueco para criar, el Trepador Azul reduce la entrada de la cavidad donde se instala.
Esta ave es la trepadora más extraña de nuestros bosques. Bien apoyada en sus cortos tarsos, avanza a pequeños trechos, enganchada a la corteza de los troncos, sin ayudarse con la cola como los picos, sino gracias a la fuerte musculatura de sus patas, provistas de uñas aceradas. Por esta razón, no necesita llevar la cabeza levantada hacia arriba como los picos. Recorre con frecuencia los troncos cabeza abajo con la mayor naturalidad del mundo. El régimen alimenticio de este pájaro, compuesto de granos de cáscara coriácea, le ha hecho desarrollar una curiosa costumbre: sujeta su botín en la horquilla de un árbol o en una grieta y martillea avellanas o hayucos con grandes picotazos.
Durante el cortejo, el macho vuela frecuentemente despacio o adopta posturas con las plumas esponjadas y alas y cola abiertas. El nido está siempre en un agujero, elegido generalmente en un árbol a más de dos metros de altura, aunque también pueden utilizar cajas anideras.
Identificación: Ave pequeña, rechoncha, que trepa ágilmente cabeza arriba o cabeza abajo; de tonos azulados y ocráceos; partes superiores gris azuladas; alas pardas, con ribetes externos claros; cola gris azulada en su parte central, las plumas laterales negras; cabeza con lista negra estrecha desde el pico hasta los lados del cuello; partes inferiores con garganta y parte de las mejillas blancas; pecho y abdomen ocráceos; pico gris pizarra; sexos iguales.
Nidificación: Construye un nido de pedacitos de corteza o de hojas secas, normalmente en agujero de un árbol; con frecuencia reduce la entrada con barro para resguardarlo de aves mayores; pone, de abril a mayo, de 6 a 10 huevos blancos punteados con pardo rojizo; incubación, sólo por la hembra, de unos 14 días; los pollos, cebados por ambos padres, vuelan después de unos 24 días.
Alimentación: Avellanas, hayucos, bellotas; escarabajos, tijeretas y pequeñas orugas.
Hábitat: Bosques.
En Pukara de Quitor.
Se ubica a 3 km al norte de San Pedro de Atacama. Monumento Nacional: es una construcción preincaica, cuya data es del siglo XII. Está hecho en piedras que trepan un cerro a modo de fortaleza con un muro defensivo perimetral
TASI ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Common moth vine , cruel vine , white bladderflower ...........................
Araujia sericifera Brot.
Familia: Apocynaceae (Apocynáceas = Apocináceas)
Enredadera perenne, con látex blanquecino y pegajoso, y tallo voluble; de hermosas, pero "asesinas", flores blanco rosadas.
Trepa a alambrados, arbustos, y pequeños árboles en las provincias argentinas de: Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe, y Capital Federal.
También lo hace en los estados del sur del Brasil; los departamentos: Alto Paraná, Guairá y Itapúa en el Paraguay; y en gran parte del Uruguay.
Crece a pleno sol, en lugares secos.
Es de muy rápido crecimiento.
La oruga de la polilla (Phaeochlyena gyon) se alimenta de sus hojas.
Entre las muchas curiosidades de esta liana esta el hecho de que las hormigas coloradas "ordeñan" a los pulgones que chupan la savia en las hojas.
Las hermosas flores, de suave perfume, son polinizadas por insectos.
Curiosamente muchas mariposas quedan "pegadas" por sus trompas, a causa de una sustancia pegajosa que las retiene hasta matarlas.
Se llegó a estudiarlas para cultivarlas como control biológico de mariposas que son plaga de cultivos orgánicos.
Florece en primavera y verano.
Fructifica en verano y otoño.
Son frutos grandes, rugosos y verdes.
Preparados de la misma forma que las berenjenas son comestibles.
Los indígenas los comían asados.
Al abrirse, libera al viento sus innumerables semillas que, gracias a un mechón de pelos que cada una lleva, son transportadas a lejanos lugares aún con la más leve brisa.
Muchas llegan a las ciudades, donde la gente las llama "panaderos".
Se multiplica fácil por semilla o por gajos.
El género Araujia contiene unas 14 especies, todas nativas de América, 4 de las cuales viven en la Argentina.
(4 de diciembre de 2008)
Reserva ecológica de la Costanera Sur, Ciudad de Buenos Aires, ARGENTINA.
SINÓNIMOS:
Araujia hortorum, Physianthus albens, Araujia sericifera var. hortorum, Araujia albens, Physianthus albens
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