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El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

El proyecto GAMÍN 4.0 nace como una colección creada en Bogotá, un ejercicio de exploración estética y social que convirtió la carencia, el dolor y la locura en un lenguaje de moda. Las primeras piezas físicas fueron diseñadas desde la contradicción: de la elegancia y el estatus al despojo y la vulnerabilidad de la calle. El resultado fue un relato vivo donde los códigos de vestimenta opuestos se fusionan hasta borrar sus fronteras, dando lugar a un nuevo cuerpo social y artístico.

La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

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La colección original se materializó en prendas con tonos grisáceos y negros, cargadas de texturas superpuestas y acabados distressed (rasgado, sucio, mal cortado, decolorado). Se usaron sacos de paño, telas pesadas y reutilización de prendas donadas o desechadas, junto a recursos como el upcycling, el patchwork y la mezcla de ropa second hand y vintage adquirida en espacios icónicos de Bogotá como San Victorino, la Plaza España y el Parque Tercer Milenio.

 

Posteriormente, este universo fue trasladado a un plano digital mediante la creación de obras de moda generadas con inteligencia artificial. A partir del trabajo original, surgió una segunda narrativa: En este nuevo territorio, las piezas de IA se convirtieron en visiones especulativas de un cuerpo urbano del porvenir: chaquetas metálicas corroídas por el óxido, pantalones desgarrados con acabados luminosos como neón roto, botas hechas de retazos híbridos entre cuero sintético y chatarra industrial. Los rostros, espectrales y bellos, evocaban la dureza de la calle mezclada con la sofisticación de pasarelas imposibles. El gamín se reimagina como un arquetipo posthumano, hijo de la decadencia pero revestido de aura mística, que porta la basura como joya, la cicatriz como ornamento y la precariedad como símbolo de poder estético.

 

El tránsito entre lo físico y lo digital revela la potencia de GAMÍN: un manifiesto de moda, arte y tecnología donde lo roto se vuelve sublime, lo marginal se eleva y el futuro viste con la memoria de la calle.

GAMÍN 4.0 no es solo una colección, es un dispositivo cultural que tensiona las fronteras entre moda, marginalidad y futuro. Las piezas físicas y digitales conviven como reliquias y fantasmas de un mismo gesto creativo: subvertir los códigos de la carencia para transformarlos en una estética de resistencia. En esta dialéctica, lo local se proyecta hacia un horizonte global y especulativo, donde la calle bogotana se convierte en laboratorio de futuros posibles. GAMÍN se erige así como una poética visual y política que cuestiona qué significa vestir en tiempos de crisis, y qué formas nuevas de belleza pueden nacer de la ruina.

 

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