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Palacio de la Aljafería

Monumento Nacional de Interés Histórico-Artístico en 1931, el Palacio de la Aljafería es en realidad un compendio de edificaciones y estilos arquitectónicos en los que destacan El Palacio Islámico, el Palacio Cristiano-Medieval y El Palacio de los Reyes Católicos.

 

El palacio fue construido en el siglo XI, durante el periodo de taifas, como residencia de recreo de los reyes Saraqustís.

 

Situado a las afueras de la ciudad, rodeado de jardines, huertas y acequias, evocaba el paraíso musulmán; en esta época fue conocido como "Qasr-al-surur" o Palacio de la alegría. La denominación de Aljafería alude al nombre de su promotor, el rey Abu Yafar, conocido como Al-Muqtadir.

 

Por su estilo artístico, está considerado el eslabón entre el arte cordobés y el nazarí de la Alhambra de Granada. Es la construcción civil más importante del siglo XI en el occidente islámico y el ejemplo mejor conservado de la época de taifas.

 

Conserva parte de su primitivo recinto fortificado, de planta cuadrangular y reforzado por grandes torreones ultrasemicirculares, a los que se suma el volumen prismático de la torre del Trovador, cuya zona inferior, datada en el siglo XI, es el resto más antiguo del conjunto arquitectónico.

 

Este recinto alberga en su parte central unas construcciones residenciales que responden al modelo de tipología palacial islámica de influencia omeya, tal y como ya se había desarrollado en los palacios musulmanes del desierto.

 

El palacio taifal presenta un esquema compositivo a base de un gran patio rectangular, a cielo abierto y con una alberca en su lado sur. A continuación, dos pórticos laterales, con arquerías mixtilíneas polilobuladas que actúan a modo de pantallas visuales y, al fondo, unas estancias tripartitas que sus orígenes estaban destinadas para uso ceremonial y privado.

 

Tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en el año 1118, se inició la andadura cristiana de la Aljafería. De tal manera que se convirtió en palacio mudéjar residencia de los reyes cristianos aragoneses, quienes además llevaron a cabo en su interior sucesivas obras de ampliación y de reacondicionamiento.

 

Desde 1485, en época de los Reyes Católicos, la Aljafería se destinó a sede y cárceles del Tribunal de la Inquisición, instalándose las viviendas de los inquisidores, hoy desaparecidas, en el entorno del patio de San Martín, utilizándose el torreón del Trovador como cárcel, función que cumplió durante más de doscientos años.

 

A partir de 1593, y por mandato del rey Felipe II el ingeniero sienés Tiburcio Spanochi diseñó los planos para transformar la Aljafería en un fuerte o ciuda a la moderna. Para lo cual se dotó al conjunto de un recinto murado exterior, con baluartes pentagonales en las esquinas y con un imponente foso de circunvalación (de paredes en ligero talud y con sus correspondientes puentes levadizos) . Sin embargo, lo que en realidad se pretendió con la construcción de este fuerte, no fue otra cosa que poner de manifiesto la autoridad real frente a las reivindicaciones forales de los aragoneses, así como el deseo del monarca por frenar posibles revueltas de la población zaragozana. Después de este primer acondicionamiento militar, durante los siglos XVIII y XIX se produjeron en el edificio profundas intervenciones para su adaptación como acuartelamiento, de las que todavía se conservan los bloques construidos en época de Carlos III y dos de los torreones neogóticos añadidos en tiempo de Isabel II.

 

Desde finales del siglo XX, parte de las dependencias del palacio son sede de las Cortes de Aragón.

 

Toda esta amplia peripecia histórica ha ido dejando su huella arquitectónica en el conjunto monumental, en una intrincada sucesión de ampliaciones, transformaciones, destrucciones, y por último, de restauraciones y rehabilitaciones.

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Uploaded on March 11, 2014
Taken on March 11, 2014