Recolectando instantes
Código(s)
Creo que la primera vez que escribí lo hice por dentro. No cogí un papel sino que me usé de lienzo a mí misma (aún lo hago). Sí, seguramente empecé a escribirme por el hueso del dedo pequeño de un pie, seguro que el derecho porque soy diestra. La base de la historia de mi vida está escrita en esos diez dedos, luego y a medida que mi cuerpo crecía decidí ir subiendo, dibujando flores de tres pétalos en los bordillos de calcio hasta que llegados a la rodilla me pudo el cansancio y descubrí la pasión por la hoja en blanco. De adolescente (me) escribía textos en espiral, todos ellos con boli verde-bosque, de esa forma conseguía que la gente que pretendía leer mi diario (o lo que fuera) se cansara al tercer giro y dejara mis paranoias en paz. Mi madre era especialista en robarme las espirales, nunca se cansaba por mucho que yo empequeñeciera la letra (de hecho -¡y a mi edad!- se me queda mirando fija y sé que aún lo hace).
Hoy soy yo quien leo las espirales de mis hijos, a veces las encuentro camufladas dentro de sus dibujos, otras, la mayoría, en el fondo de sus ojos. Y nunca me canso de leerlas, nuncanuncanunca, y sé que jamás me cansaré por mucho que ellos crezcan y empequeñezcan y retuerzan las letras.
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Creo que la primera vez que escribí lo hice por dentro. No cogí un papel sino que me usé de lienzo a mí misma (aún lo hago). Sí, seguramente empecé a escribirme por el hueso del dedo pequeño de un pie, seguro que el derecho porque soy diestra. La base de la historia de mi vida está escrita en esos diez dedos, luego y a medida que mi cuerpo crecía decidí ir subiendo, dibujando flores de tres pétalos en los bordillos de calcio hasta que llegados a la rodilla me pudo el cansancio y descubrí la pasión por la hoja en blanco. De adolescente (me) escribía textos en espiral, todos ellos con boli verde-bosque, de esa forma conseguía que la gente que pretendía leer mi diario (o lo que fuera) se cansara al tercer giro y dejara mis paranoias en paz. Mi madre era especialista en robarme las espirales, nunca se cansaba por mucho que yo empequeñeciera la letra (de hecho -¡y a mi edad!- se me queda mirando fija y sé que aún lo hace).
Hoy soy yo quien leo las espirales de mis hijos, a veces las encuentro camufladas dentro de sus dibujos, otras, la mayoría, en el fondo de sus ojos. Y nunca me canso de leerlas, nuncanuncanunca, y sé que jamás me cansaré por mucho que ellos crezcan y empequeñezcan y retuerzan las letras.