Ricardo Barquín Molero
Locales
Pasillos silenciosos, paredes insonorizadas, silencios acompasados, rincones que nunca han visto una escoba. Fundas de instrumentos vacías, litronas y latas de cerveza aún más vacías, papeleras llenas de letras y acordes desechados. Cables nuevos, cables remendados con cinta americana, cables tirados por el suelo, pisados una y otra vez. Amplificadores eternamente estropeados, baterías parcheadas, humo de tabaco, ilusiones y tensión. Y por encima de todo, y también por detrás, polvo, pero sobre todo, música.
Locales
Pasillos silenciosos, paredes insonorizadas, silencios acompasados, rincones que nunca han visto una escoba. Fundas de instrumentos vacías, litronas y latas de cerveza aún más vacías, papeleras llenas de letras y acordes desechados. Cables nuevos, cables remendados con cinta americana, cables tirados por el suelo, pisados una y otra vez. Amplificadores eternamente estropeados, baterías parcheadas, humo de tabaco, ilusiones y tensión. Y por encima de todo, y también por detrás, polvo, pero sobre todo, música.