Jordi@photos
Intimitats : Occitania i els Catalans - Intimacies: Occitania and Catalonia
NACIMIENTO DE LA LENGUA CATALANA ( en castellà, que hi farem si no ha estat traduit...)
Cataluña posee una brillante literatura del siglo XII. Pero se trata de una literatura escrita en lengua occitana, lo cual plantea ciertos problemas. ¿Qué sucede con el Catalán? Sus orígenes han sido minuciosamente estudiados. Parece evidente que pertenecen a la misma familia lingüistica que el Occitano; incluso es posible conjeturar que, al principio, se constituyó como uno de sus dialectos, hermano del gascón y del provenzal. Pero, en cualquier caso, un dialecto fuertemente caracterizado y destinado a convertirse en una lengua autónoma. A partir del siglo X, esta lengua empieza a aflorar de forma escrita. Su impronta se percibe en las cartas y documentos bajo una apariencia latina cada vez más desvaída, subvierte las reglas de la gramática clásica, impone sus propios giros, empuja a los escribanos a la incorrección. El catalán hablado va emergiendo cada vez más claramente por entre las frases, todavía latinas en principio; se percibe en primer lugar en la grafía de los nombres propios, luego en el empleo de términos técnicos o populares cada vez más numerosos y finalmente en la inserción de locuciones enteras que surgen de la lengua cotidiana. Los archivos del siglo XI conservan textos muy curiosos, sorprendentes mezclas de latín degenerado y naciente catalán...
Habiéndose afirmado así como lengua hablada de uso corriente, el catalán tuvo, sin embargo, graves problemas para elevarse al rango de lengua literaria. Del siglo XII apenas se conservan unos sermones -las 'Homilies d´Organyà- redactada en lengua vernácula. Hay que esperar al siglo XIII -y un siglo XIII muy avanzado- para ver aparecer grandes obras escritas en catalán: el 'Llibre dels feyts', dictado (o inspirado) por el rey Jaume I (Jaime I el Conquistador), y sobre todo, en los lindes del siglo XIV, las obras de Ramón Llull, en quien hay que ver el auténtico creador del catalán literario.
De hecho, el retraso que se constata en el divorcio entre catalán y occitano traduce un fenómeno cultural y político a la vez. Mientras Cataluña afirmó muy tempranamente su identidad en relación con el mundo franco e hispánico, le resultó muy difícil romper los lazos, muy estrechos y antiguos, que la unían con el conjunto de los países de oc.
In a silent way / Joseph Zawinul & Wayne Shorter
LOS CATALANES Y LOS DEMAS : UNA LARGA FIDELIDAD OCCITANA
En lo que concierne al reino franco, los puentes de unión se hundieron a partir del año 985 o, al menos, en los años siguientes. Ni los últimos carolingios (Lotario y Luis V), ni el primer capeto (Hugo Capeto) se dignaron responder a la angustiosa llamada que les hizo la Barcelona sitiada por Almanzor. Según Michel Zimmerman, tal silencio procuró a los catalanes "la prueba de su definitivo aislamiento". Aprendieron a no contar más que consigo mismos, en una independnecia total. A partir del año 985 los condes de Barcelona, aun si se mantenían dependientes nominalmente de la monarquía franca, ya no se sometieron a autoridad exterior alguna. Son soberanos, si no de derecho, sí de hecho. Aunque no toman por ellos mismos el título de reyes (cual fue el caso de los condes de Castilla o de Aragón), no por ello dejan de considerar el país que gobiernan como su propio 'regnum'.
Por lo que respecta al mundo ibérico, sus relaciones ya llevaban un largo período de distanciamiento casi absoluto. Aunque a lo largo de los siglos IX y X las condiciones de vida (o, mejor, de supervivencia) en la montaña catalana no diferían apenas de las del resto de los refugios cristianos (restos de los Pirineos y montes Cantábricos), los vínculos, muy dificultoso en razón del relieve (los musulmanes controlaban las rutas de los llanos), son escasos, prácticamente inexistentes. A lo largo del siglo siglo IX las relaciones con España avanzan poco, aunque no con los reinos del norte, sino con el al-Andalus. Y se trata de relaciones pacíficas de colaboración amistosa incluso.
(...) No hay duda, considerando todo lo dicho, que el ámbito privilegiado de las relaciones catalanas se sitúa en el norte: el país occitano. Tierra rica, de cultura antigua, hermana de Cataluña por su lengua y sus costumbres. Los Pirineos no constituyen allí una frontera (el Rosellón, el Vallespir, el Conflent y el Capcir son de soberanía y población catalanas), ni mucho menos los Corbières. De norte a sur, las familias se entremezclan: los condes de Barcelona, de Urgell, Cerdanya, Besalú, Empúries, son de origen occitano; tienen como antepasado común a un cierto Bellon, conde de Carcassonne en tiempos de Carlomagno, y sus bienes patrimoniales más antiguos se encuentran en Formiguères, en el alto valle del Aude. Más aun, contraen matrimonio con mujeres occitanas, con pocas excepciones en la historia de la dinastía: Ledgarda de Rouergue, Aymerud de Auvernia, Ermensinda de Carcassonne, Almodis del Limousin, Dolça de Provenza... Esta inclinación por las tierras occitanas no es exclusiva de las familias de la alta nobleza, sino que es compartida por toda la población. La mejor prueba de ello puede encontrarse en la carta de las devociones catalanas; cuando un peregrino parte de Barcelona o de Urgell, la mayor parte de la veces lo hace para llevar sus ofrendas y sus plegarias a alguno de los numerosos santuarios que jalonan el actual Midi francés: Saint-Paul de Narbona, Saint-Nazaire de Carcassonne, Sainte-Marie de Lagrasse, Conques, Aurillac, Saint-Gilles, Le Puy. A excepción de San Pedro de Roma, Sainte-Marie du Puy es la basílica cristiana que, a lo largo de los siglos X y XI, reciben el mayor número de donaciones procedentes de Cataluña; muchas más que Santiago de Compostela.
En la misma dirección se orienta la expansión territorial, Ramón Berenguer I y su esposa Almodis no dudan en intervenir una buena parte de su colosal fortuna en la compra de los condados de Carcassonne y Razès, fijada en 50.000 piezas de oro. Guillem d´Urgell se convierte en conde de Folcalquier, Ramón Berenguer III de Barcelona adquiere por matrimonio la Provenza, el vizcondado de Gévaudan, el de Millau, el de Carlat (en Auvernia) y un cierto número de posesiones en Rouergue: él mismo había nacido en Rodez y en el momento de la muerte evoca todavía, en su testamento, a su 'patria ruthenica'. Naturalmente, esta dominación barcelonesa del Midi occitano no se resolvió sin problemas: suscitó una cerrada oposición de la Casa de Tolosa y provocó un conflicto interminable entre ambas dinastías, verdadera Guerra de los Cien Años. Lucha fratricida que no cesará más que en el momento de mayor peligro, cuando se desencadenó la cruzada contra los cataros. Entonces, en la primavera de 1.213, olvidando las disensiones, el rey Pedro el católico acudió desde Barcelona a socorrer Toulouse, cuando se encontraba en situación desesperada. Pero fue un intento vano y desesperado: en la batalla de Muret, el rey Pedro y sus catalanes hallaron la muerte ante los cruzados de Simón de Montfort.
En última instancia, los lazos casi carnales que unían a los occitanos y catalanes solo fueron rotos por la toma de posesión de la tierra languedociana por parte de los hombres del norte. A partir de entonces, los catalanes se encontrarán solos; su lengua y sus costumbres evolucionarán según sus reglas propias. Al precio de una revisión descarnada de su historia, ésta se orientará a partir de entonces hacia la península. Jaume I se lanza hacia la conquista de Valencia y las Baleares, y el éxito de aquella empresa ancla definitivamente a Cataluña en la órbita hispánica. Pero tal integración no quita a los catalanes su identidad, forjada a lo largo de los cuatro siglos que parten de Carlomagno y desembocan en Jaume I el Conquistador.
Una identidad concretada en un nombre, el de catalanes. No se trata de un nombre antiguo, no se remonta a la Antigüedad ni a la Alta Edad Media. En el siglo IX, ni en el X, ni en el XI había todavía término alguno que designase de forma específica la tierra situada entre los Corberes y el Ebro. La denominación más habitual era 'Gothia', pero ésta designaba, en un solo conjunto, a todos los países que en el mundo franco habían formado parte anteriormente del reino visigótico de Toledo, lo que incluía el actual Bajo Languedoc, de Corberes al Ródano, La palabra 'Catalonia' aparece por primera vez hacia 1.115, por la pluma de un cronista italiano. Su etimología está sujeta a discusión: la más verosimil la liga al nombre de los 'castlans', aquellos guardianes de castillos que desolaban con excesiva frecuencia los campos que dominaban pero que, a ojos de los extraños, se revelaban como temibles jefes de guerra. Sea cual sea el origen de la palabra, ésta toma existencia en el siglo XII y tanto el país como sus habitantes se identificarán definitivamente con ella.
PIERRE BONNASSIE ( profesor d´historia a l´universitat Toulouse-Le Mirail )
Pags 185-187 de
Escrito por Pierre Bonnassie,Marie-Claude Gerbet,Pierre Guichard( Editorial critica ) Google books alguns capitols
Intimitats : Occitania i els Catalans - Intimacies: Occitania and Catalonia
NACIMIENTO DE LA LENGUA CATALANA ( en castellà, que hi farem si no ha estat traduit...)
Cataluña posee una brillante literatura del siglo XII. Pero se trata de una literatura escrita en lengua occitana, lo cual plantea ciertos problemas. ¿Qué sucede con el Catalán? Sus orígenes han sido minuciosamente estudiados. Parece evidente que pertenecen a la misma familia lingüistica que el Occitano; incluso es posible conjeturar que, al principio, se constituyó como uno de sus dialectos, hermano del gascón y del provenzal. Pero, en cualquier caso, un dialecto fuertemente caracterizado y destinado a convertirse en una lengua autónoma. A partir del siglo X, esta lengua empieza a aflorar de forma escrita. Su impronta se percibe en las cartas y documentos bajo una apariencia latina cada vez más desvaída, subvierte las reglas de la gramática clásica, impone sus propios giros, empuja a los escribanos a la incorrección. El catalán hablado va emergiendo cada vez más claramente por entre las frases, todavía latinas en principio; se percibe en primer lugar en la grafía de los nombres propios, luego en el empleo de términos técnicos o populares cada vez más numerosos y finalmente en la inserción de locuciones enteras que surgen de la lengua cotidiana. Los archivos del siglo XI conservan textos muy curiosos, sorprendentes mezclas de latín degenerado y naciente catalán...
Habiéndose afirmado así como lengua hablada de uso corriente, el catalán tuvo, sin embargo, graves problemas para elevarse al rango de lengua literaria. Del siglo XII apenas se conservan unos sermones -las 'Homilies d´Organyà- redactada en lengua vernácula. Hay que esperar al siglo XIII -y un siglo XIII muy avanzado- para ver aparecer grandes obras escritas en catalán: el 'Llibre dels feyts', dictado (o inspirado) por el rey Jaume I (Jaime I el Conquistador), y sobre todo, en los lindes del siglo XIV, las obras de Ramón Llull, en quien hay que ver el auténtico creador del catalán literario.
De hecho, el retraso que se constata en el divorcio entre catalán y occitano traduce un fenómeno cultural y político a la vez. Mientras Cataluña afirmó muy tempranamente su identidad en relación con el mundo franco e hispánico, le resultó muy difícil romper los lazos, muy estrechos y antiguos, que la unían con el conjunto de los países de oc.
In a silent way / Joseph Zawinul & Wayne Shorter
LOS CATALANES Y LOS DEMAS : UNA LARGA FIDELIDAD OCCITANA
En lo que concierne al reino franco, los puentes de unión se hundieron a partir del año 985 o, al menos, en los años siguientes. Ni los últimos carolingios (Lotario y Luis V), ni el primer capeto (Hugo Capeto) se dignaron responder a la angustiosa llamada que les hizo la Barcelona sitiada por Almanzor. Según Michel Zimmerman, tal silencio procuró a los catalanes "la prueba de su definitivo aislamiento". Aprendieron a no contar más que consigo mismos, en una independnecia total. A partir del año 985 los condes de Barcelona, aun si se mantenían dependientes nominalmente de la monarquía franca, ya no se sometieron a autoridad exterior alguna. Son soberanos, si no de derecho, sí de hecho. Aunque no toman por ellos mismos el título de reyes (cual fue el caso de los condes de Castilla o de Aragón), no por ello dejan de considerar el país que gobiernan como su propio 'regnum'.
Por lo que respecta al mundo ibérico, sus relaciones ya llevaban un largo período de distanciamiento casi absoluto. Aunque a lo largo de los siglos IX y X las condiciones de vida (o, mejor, de supervivencia) en la montaña catalana no diferían apenas de las del resto de los refugios cristianos (restos de los Pirineos y montes Cantábricos), los vínculos, muy dificultoso en razón del relieve (los musulmanes controlaban las rutas de los llanos), son escasos, prácticamente inexistentes. A lo largo del siglo siglo IX las relaciones con España avanzan poco, aunque no con los reinos del norte, sino con el al-Andalus. Y se trata de relaciones pacíficas de colaboración amistosa incluso.
(...) No hay duda, considerando todo lo dicho, que el ámbito privilegiado de las relaciones catalanas se sitúa en el norte: el país occitano. Tierra rica, de cultura antigua, hermana de Cataluña por su lengua y sus costumbres. Los Pirineos no constituyen allí una frontera (el Rosellón, el Vallespir, el Conflent y el Capcir son de soberanía y población catalanas), ni mucho menos los Corbières. De norte a sur, las familias se entremezclan: los condes de Barcelona, de Urgell, Cerdanya, Besalú, Empúries, son de origen occitano; tienen como antepasado común a un cierto Bellon, conde de Carcassonne en tiempos de Carlomagno, y sus bienes patrimoniales más antiguos se encuentran en Formiguères, en el alto valle del Aude. Más aun, contraen matrimonio con mujeres occitanas, con pocas excepciones en la historia de la dinastía: Ledgarda de Rouergue, Aymerud de Auvernia, Ermensinda de Carcassonne, Almodis del Limousin, Dolça de Provenza... Esta inclinación por las tierras occitanas no es exclusiva de las familias de la alta nobleza, sino que es compartida por toda la población. La mejor prueba de ello puede encontrarse en la carta de las devociones catalanas; cuando un peregrino parte de Barcelona o de Urgell, la mayor parte de la veces lo hace para llevar sus ofrendas y sus plegarias a alguno de los numerosos santuarios que jalonan el actual Midi francés: Saint-Paul de Narbona, Saint-Nazaire de Carcassonne, Sainte-Marie de Lagrasse, Conques, Aurillac, Saint-Gilles, Le Puy. A excepción de San Pedro de Roma, Sainte-Marie du Puy es la basílica cristiana que, a lo largo de los siglos X y XI, reciben el mayor número de donaciones procedentes de Cataluña; muchas más que Santiago de Compostela.
En la misma dirección se orienta la expansión territorial, Ramón Berenguer I y su esposa Almodis no dudan en intervenir una buena parte de su colosal fortuna en la compra de los condados de Carcassonne y Razès, fijada en 50.000 piezas de oro. Guillem d´Urgell se convierte en conde de Folcalquier, Ramón Berenguer III de Barcelona adquiere por matrimonio la Provenza, el vizcondado de Gévaudan, el de Millau, el de Carlat (en Auvernia) y un cierto número de posesiones en Rouergue: él mismo había nacido en Rodez y en el momento de la muerte evoca todavía, en su testamento, a su 'patria ruthenica'. Naturalmente, esta dominación barcelonesa del Midi occitano no se resolvió sin problemas: suscitó una cerrada oposición de la Casa de Tolosa y provocó un conflicto interminable entre ambas dinastías, verdadera Guerra de los Cien Años. Lucha fratricida que no cesará más que en el momento de mayor peligro, cuando se desencadenó la cruzada contra los cataros. Entonces, en la primavera de 1.213, olvidando las disensiones, el rey Pedro el católico acudió desde Barcelona a socorrer Toulouse, cuando se encontraba en situación desesperada. Pero fue un intento vano y desesperado: en la batalla de Muret, el rey Pedro y sus catalanes hallaron la muerte ante los cruzados de Simón de Montfort.
En última instancia, los lazos casi carnales que unían a los occitanos y catalanes solo fueron rotos por la toma de posesión de la tierra languedociana por parte de los hombres del norte. A partir de entonces, los catalanes se encontrarán solos; su lengua y sus costumbres evolucionarán según sus reglas propias. Al precio de una revisión descarnada de su historia, ésta se orientará a partir de entonces hacia la península. Jaume I se lanza hacia la conquista de Valencia y las Baleares, y el éxito de aquella empresa ancla definitivamente a Cataluña en la órbita hispánica. Pero tal integración no quita a los catalanes su identidad, forjada a lo largo de los cuatro siglos que parten de Carlomagno y desembocan en Jaume I el Conquistador.
Una identidad concretada en un nombre, el de catalanes. No se trata de un nombre antiguo, no se remonta a la Antigüedad ni a la Alta Edad Media. En el siglo IX, ni en el X, ni en el XI había todavía término alguno que designase de forma específica la tierra situada entre los Corberes y el Ebro. La denominación más habitual era 'Gothia', pero ésta designaba, en un solo conjunto, a todos los países que en el mundo franco habían formado parte anteriormente del reino visigótico de Toledo, lo que incluía el actual Bajo Languedoc, de Corberes al Ródano, La palabra 'Catalonia' aparece por primera vez hacia 1.115, por la pluma de un cronista italiano. Su etimología está sujeta a discusión: la más verosimil la liga al nombre de los 'castlans', aquellos guardianes de castillos que desolaban con excesiva frecuencia los campos que dominaban pero que, a ojos de los extraños, se revelaban como temibles jefes de guerra. Sea cual sea el origen de la palabra, ésta toma existencia en el siglo XII y tanto el país como sus habitantes se identificarán definitivamente con ella.
PIERRE BONNASSIE ( profesor d´historia a l´universitat Toulouse-Le Mirail )
Pags 185-187 de
Escrito por Pierre Bonnassie,Marie-Claude Gerbet,Pierre Guichard( Editorial critica ) Google books alguns capitols