La flor del tiempo
El buen viejo
Hace unas semanas, iba en un viaje hacia mi casa en micro. De repente se subió un viejo, que tenía una guitarra. ¿Edad del viejo? No sabría decirlo, era calvo, mas no completamente, y lo que tenía de pelo era negro, pero aún así con ciertas canas escondidas por ahí. Su cara curtida, con arrugas como pasto en valle, no sé si por tantos días al sol, lagrimas o amor. Su ropa estaba sucia, llevaba una camisa oscura muy gastada, unos jeans apolillados, y unos zapatos muy viejos, en ciertas partes descuerados. Su pedazo de madera, más que guitarra, tendría tantos años como él, y de ser posible, las mismas arrugas. Tenia un cejillo, era lo único que casi desentonaba de él, era muy brillante, nuevo, diría yo.
El viejo se fue a un rincón de la micro, se apoyó, y sentó su guitarra en él. Me dio curiosidad cuando lo vi abrazar a su guitarra, poner su oído en la madera y tocar. Partió con una canción en inglés. No sé cual habrá sido, y probablemente él mismo no tenía ni idea de que significaban la mitad de las cosas que cantaba. Pero hay algo que no queda en duda. Su música era impresionante. Impresionante. Tocaba y cantaba como si no hubiera nadie cerca de él. Era curioso, era como que mostraba su vida, su interior, con el solo gesto de tocar.
Cuando terminó, movió agilmente su mágico cejillo, y comenzó Hey Jude de los Beatles. Cuando la terminó comezó Yesterday. No alcanzé a escuchar esa última, porque lamentablemente había llegado a mi destino, y me tuve que bajar. Pero antes de hacerlo, me le acerque y le dije, "Toca precioso", y el viejo sin detenerse, me guiñó el ojo, y siguió, tocando su maravillosa melodía.
El buen viejo
Hace unas semanas, iba en un viaje hacia mi casa en micro. De repente se subió un viejo, que tenía una guitarra. ¿Edad del viejo? No sabría decirlo, era calvo, mas no completamente, y lo que tenía de pelo era negro, pero aún así con ciertas canas escondidas por ahí. Su cara curtida, con arrugas como pasto en valle, no sé si por tantos días al sol, lagrimas o amor. Su ropa estaba sucia, llevaba una camisa oscura muy gastada, unos jeans apolillados, y unos zapatos muy viejos, en ciertas partes descuerados. Su pedazo de madera, más que guitarra, tendría tantos años como él, y de ser posible, las mismas arrugas. Tenia un cejillo, era lo único que casi desentonaba de él, era muy brillante, nuevo, diría yo.
El viejo se fue a un rincón de la micro, se apoyó, y sentó su guitarra en él. Me dio curiosidad cuando lo vi abrazar a su guitarra, poner su oído en la madera y tocar. Partió con una canción en inglés. No sé cual habrá sido, y probablemente él mismo no tenía ni idea de que significaban la mitad de las cosas que cantaba. Pero hay algo que no queda en duda. Su música era impresionante. Impresionante. Tocaba y cantaba como si no hubiera nadie cerca de él. Era curioso, era como que mostraba su vida, su interior, con el solo gesto de tocar.
Cuando terminó, movió agilmente su mágico cejillo, y comenzó Hey Jude de los Beatles. Cuando la terminó comezó Yesterday. No alcanzé a escuchar esa última, porque lamentablemente había llegado a mi destino, y me tuve que bajar. Pero antes de hacerlo, me le acerque y le dije, "Toca precioso", y el viejo sin detenerse, me guiñó el ojo, y siguió, tocando su maravillosa melodía.