Kevin Vásquez
Dos destellos
Tristemente atardece,
las nostalgias asesinas me acechan.
Mi alma desolada se reprime,
y el esfuerzo por no llorar es enorme.
Cuantas remembrazas desvanecen,
con cada rayo luminoso que se oculta,
tras las montañas del oeste,
que se encienden fulgurantes de fatiga.
Decaído el espíritu,
añorando lo imposible,
caracolean el corazón y el intelecto,
las razones se multiplican,
por fin comienzo a llorar.
Enardecidas multitudes de fantasmas,
recorren cada calle en la penumbra,
aunque estoy, ya me he ido,
aunque he de volver,
para siempre me he perdido.
Kevin Leonardo.
Estos eran la clase de atardeceres que veía desde mi ventana antes de venirme a Caracas.
Atardecer en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela.
Dos destellos
Tristemente atardece,
las nostalgias asesinas me acechan.
Mi alma desolada se reprime,
y el esfuerzo por no llorar es enorme.
Cuantas remembrazas desvanecen,
con cada rayo luminoso que se oculta,
tras las montañas del oeste,
que se encienden fulgurantes de fatiga.
Decaído el espíritu,
añorando lo imposible,
caracolean el corazón y el intelecto,
las razones se multiplican,
por fin comienzo a llorar.
Enardecidas multitudes de fantasmas,
recorren cada calle en la penumbra,
aunque estoy, ya me he ido,
aunque he de volver,
para siempre me he perdido.
Kevin Leonardo.
Estos eran la clase de atardeceres que veía desde mi ventana antes de venirme a Caracas.
Atardecer en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela.