jpazkual
REBOBINAR 2: DE LA MUERTE Y OTRAS COARTADAS
Es madrugada, y si a mí me preguntaran, que no lo han hecho, diría que el problema con los muertos son los vivos.
Porque luego suele aparecer esa disputa absurda, ociosa e indignante por su ausencia.
El “yo los conocí-vi-me dijeron” es sólo una coartada que oculta el “yo soy el administrador de esa vida porque administro su muerte”.
Algo así como el “copyright” de la muerte, entonces convertida en mercancía que se posee, se intercambia, circula y es consumida. Vaya, hasta hay establecimientos para ello: libros de historiografía, biografías, museos, efemérides, tesis, periódicos, revistas y coloquios.
Y está esa trampa de la edición de la historia propia para limar errores.
Se usan entonces a los muertos para sobre de ellos levantarse un monumento.
Pero, según mi humilde opinión, el problema con los muertos es sobrevivirlos.
O se muere uno con ellos, un poco o un mucho cada vez.
O se adjudica uno mismo el título de vocero de ellos. Al fin y al cabo no pueden hablar, y no es su historia, la de ellos, la que se cuenta, sino que se justifica la propia.
O se puede también usarlos para pontificar con el aburrido “yo a tu/su edad”. Cuando la única forma honesta de completar ese chantaje barato y nada original (casi siempre dirigido a jóvenes e infantes), sería rematar con un “había cometido más errores que tú/usted”.
Y, detrás del secuestro de esos muertos, está el culto por la historiografía, tan de arriba, tan incoherente, tan inútil. Eso de que la historia que vale y cuenta es la que está en un libro, una tesis, un museo, un monumento, y en los equivalentes actuales y futuros, que no son sino una forma pueril de domesticar la historia de abajo.
Porque están quienes viven a costa de la muerte de otros, y sobre su ausencia construyen tesis, ensayos, escritos, libros, películas, corridos, canciones, y otras formas más o menos estilizadas de justificar la inacción propia… o la acción estéril.
El “no has muerto” puede no ser más que una consigna, si nadie sigue caminando. Porque en nuestro modesto y no académico punto de vista, lo que importa es el camino no el caminante.
Y, aprovechando que estoy rebobinando esta cinta de días, meses, años, décadas ya, pregunto, por ejemplo:
Del SubPedro, del señor Ik, de la comandanta Ramona ¿valen sus árboles genealógicos? ¿Sus ADN? ¿Sus actas de nacimiento con nombre y apellidos?
¿O lo que vale es el camino que con los sin nombre y sin rostro –es decir, sin linaje familiar y/o escudo heráldico- anduvieron?
De SubPedro ¿vale su nombre real, su rostro, su modo, recogidos en una tesis, una biografía –es decir, en una mentira documentada a conveniencia-?
¿O vale la memoria que de él hay en los pueblos que organizó? Seguro que los fanáticos de la religión lo hubieran acusado, juzgado y condenado por ser ateo, y los fanáticos de la raza también, pero por ser mestizo y no tener la piel del color de la tierra, en ese racismo inverso que se pretende “indígena”.
Pero la decisión de luchar de SubPedro, del Comandante Hugo, de la Comandanta Ramona, de los insurgentes Álvaro, Fredy, Rafael, ¿vale porque alguien le pone nombre, calendario, geografía? ¿O porque esa decisión es colectiva y hay quien sigue?
Cuando alguien vive y muere luchando, ¿nos dice en su ausencia “recuérdenme”, “hónrenme”, “cárguenme”? ¿O nos impone “sigan”, “no se rindan”, “no claudiquen”, “no se vendan”?
Quiero decir, yo siento (y hablando con otros compas sé que no es sólo mi sentimiento) que la cuenta que tengo que darle a nuestros muertos es qué se ha hecho, qué falta y qué se está haciendo para completar lo que motivó esa lucha.
Probablemente esté equivocado, y alguien me diga que el sentido de toda lucha es perdurar en la historiografía, la historia escrita o hablada, porque es el ejemplo de los muertos, su biografía administrada, la que motiva a los pueblos a luchar, y no las condiciones de injusticia, de esclavitud (que es el nombre real para la falta de libertad), de autoritarismo.
He platicado con algunas compañeras, compañeros, zapatistas del EZLN. Cierto, no con tod@s, pero sí con quienes todavía puedo ver, con quienes puedo estar.
Hubo tabaco, café, palabras, silencios, acuerdos.
No fue el ansia de perdurar, sino el sentido del deber lo que nos colocó aquí, para bien o para mal. La necesidad de algo hacer frente a la injusticia milenaria, esa indignación que sentimos como la característica más contundente de “humanidad”. No pretendemos lugar alguno en museos, tesis, biografías, libros.
Así que, en el aliento postrero, una zapatista, un zapatista, nos preguntamos “¿me recordarán?” O nos preguntamos “¿se dio un paso en el camino?”, “¿hay quién lo sigue andando?”
Nosotras, nosotros, cuando vamos a la tumba de Pedro, ¿le decimos lo que hemos hecho para que lo recuerden o le contamos lo que se ha hecho en la lucha, lo que hace falta (siempre falta lo que falta), lo pequeños que somos aún?
¿Le damos buenas cuentas si tomamos el “Poder” y si le levantamos una estatua?
¿O si le podemos decir “Oí Pedrín, aquí seguimos, no nos vendimos, no claudicamos, no nos rendimos”?
Y, bueno, ya en esto de cuestionar…
Esto de tomar otro nombre y ocultar el rostro, ¿es para escondernos del enemigo o para desafiar su escalafón de mausoleo, su nomenclatura jerárquica, sus ofertas de compra-venta así sea disfrazadas de puestos burocráticos, premios, loas y alabanzas, clubes grandes o pequeños de seguidores?
/sí mi buen, los tiempos cambian, antes al maestro o maestra –o al equivalente de mandarín del conocimiento- se le cortejaba cargándole los libros, lisonjeando sus palabras, mirándol@ con arrobamiento. Ahora se postea en sus escritos, se dan “likes” en sus páginas web, se suma en el número de seguidores que trinan desordenados…/
Quiero decir, ¿nos importa quiénes somos? ¿O nos importa lo que hacemos?
La evaluación que nos interesa y afecta, ¿es la de afuera o la de la realidad?
¿La medida de nuestro éxito o fracaso está en lo que de nosotros aparezca en los medios de paga, en las tesis, en los comentarios, en los “pulgares arriba”, en los libros de historia, en los museos?
¿O en lo logrado, lo fallado, lo acertado, lo pendiente?
Y rebobinando más…
(...) nosotros (y otr@s como nosotros, muchos, muchas, tod@s) luchamos por ser mejores, y aceptamos cuando la realidad nos dice que no lo hemos logrado, pero no por eso dejamos de seguir luchando.
Porque no es que acá no honremos a nuestros muertos. Lo hacemos, sí. Pero es que luchando lo hacemos. Todos los días, a todas horas. Y así hasta que miremos el suelo, primero al mismo nivel, luego hacia arriba, cubriéndonos con el paso compañero. (...)
FULL TEXT @ enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/12/22/rebobinar-2-de-la-...
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Photo: MCP proyect, 2011, NA-SM-MAREZ-PUY III. jpazkual.
REBOBINAR 2: DE LA MUERTE Y OTRAS COARTADAS
Es madrugada, y si a mí me preguntaran, que no lo han hecho, diría que el problema con los muertos son los vivos.
Porque luego suele aparecer esa disputa absurda, ociosa e indignante por su ausencia.
El “yo los conocí-vi-me dijeron” es sólo una coartada que oculta el “yo soy el administrador de esa vida porque administro su muerte”.
Algo así como el “copyright” de la muerte, entonces convertida en mercancía que se posee, se intercambia, circula y es consumida. Vaya, hasta hay establecimientos para ello: libros de historiografía, biografías, museos, efemérides, tesis, periódicos, revistas y coloquios.
Y está esa trampa de la edición de la historia propia para limar errores.
Se usan entonces a los muertos para sobre de ellos levantarse un monumento.
Pero, según mi humilde opinión, el problema con los muertos es sobrevivirlos.
O se muere uno con ellos, un poco o un mucho cada vez.
O se adjudica uno mismo el título de vocero de ellos. Al fin y al cabo no pueden hablar, y no es su historia, la de ellos, la que se cuenta, sino que se justifica la propia.
O se puede también usarlos para pontificar con el aburrido “yo a tu/su edad”. Cuando la única forma honesta de completar ese chantaje barato y nada original (casi siempre dirigido a jóvenes e infantes), sería rematar con un “había cometido más errores que tú/usted”.
Y, detrás del secuestro de esos muertos, está el culto por la historiografía, tan de arriba, tan incoherente, tan inútil. Eso de que la historia que vale y cuenta es la que está en un libro, una tesis, un museo, un monumento, y en los equivalentes actuales y futuros, que no son sino una forma pueril de domesticar la historia de abajo.
Porque están quienes viven a costa de la muerte de otros, y sobre su ausencia construyen tesis, ensayos, escritos, libros, películas, corridos, canciones, y otras formas más o menos estilizadas de justificar la inacción propia… o la acción estéril.
El “no has muerto” puede no ser más que una consigna, si nadie sigue caminando. Porque en nuestro modesto y no académico punto de vista, lo que importa es el camino no el caminante.
Y, aprovechando que estoy rebobinando esta cinta de días, meses, años, décadas ya, pregunto, por ejemplo:
Del SubPedro, del señor Ik, de la comandanta Ramona ¿valen sus árboles genealógicos? ¿Sus ADN? ¿Sus actas de nacimiento con nombre y apellidos?
¿O lo que vale es el camino que con los sin nombre y sin rostro –es decir, sin linaje familiar y/o escudo heráldico- anduvieron?
De SubPedro ¿vale su nombre real, su rostro, su modo, recogidos en una tesis, una biografía –es decir, en una mentira documentada a conveniencia-?
¿O vale la memoria que de él hay en los pueblos que organizó? Seguro que los fanáticos de la religión lo hubieran acusado, juzgado y condenado por ser ateo, y los fanáticos de la raza también, pero por ser mestizo y no tener la piel del color de la tierra, en ese racismo inverso que se pretende “indígena”.
Pero la decisión de luchar de SubPedro, del Comandante Hugo, de la Comandanta Ramona, de los insurgentes Álvaro, Fredy, Rafael, ¿vale porque alguien le pone nombre, calendario, geografía? ¿O porque esa decisión es colectiva y hay quien sigue?
Cuando alguien vive y muere luchando, ¿nos dice en su ausencia “recuérdenme”, “hónrenme”, “cárguenme”? ¿O nos impone “sigan”, “no se rindan”, “no claudiquen”, “no se vendan”?
Quiero decir, yo siento (y hablando con otros compas sé que no es sólo mi sentimiento) que la cuenta que tengo que darle a nuestros muertos es qué se ha hecho, qué falta y qué se está haciendo para completar lo que motivó esa lucha.
Probablemente esté equivocado, y alguien me diga que el sentido de toda lucha es perdurar en la historiografía, la historia escrita o hablada, porque es el ejemplo de los muertos, su biografía administrada, la que motiva a los pueblos a luchar, y no las condiciones de injusticia, de esclavitud (que es el nombre real para la falta de libertad), de autoritarismo.
He platicado con algunas compañeras, compañeros, zapatistas del EZLN. Cierto, no con tod@s, pero sí con quienes todavía puedo ver, con quienes puedo estar.
Hubo tabaco, café, palabras, silencios, acuerdos.
No fue el ansia de perdurar, sino el sentido del deber lo que nos colocó aquí, para bien o para mal. La necesidad de algo hacer frente a la injusticia milenaria, esa indignación que sentimos como la característica más contundente de “humanidad”. No pretendemos lugar alguno en museos, tesis, biografías, libros.
Así que, en el aliento postrero, una zapatista, un zapatista, nos preguntamos “¿me recordarán?” O nos preguntamos “¿se dio un paso en el camino?”, “¿hay quién lo sigue andando?”
Nosotras, nosotros, cuando vamos a la tumba de Pedro, ¿le decimos lo que hemos hecho para que lo recuerden o le contamos lo que se ha hecho en la lucha, lo que hace falta (siempre falta lo que falta), lo pequeños que somos aún?
¿Le damos buenas cuentas si tomamos el “Poder” y si le levantamos una estatua?
¿O si le podemos decir “Oí Pedrín, aquí seguimos, no nos vendimos, no claudicamos, no nos rendimos”?
Y, bueno, ya en esto de cuestionar…
Esto de tomar otro nombre y ocultar el rostro, ¿es para escondernos del enemigo o para desafiar su escalafón de mausoleo, su nomenclatura jerárquica, sus ofertas de compra-venta así sea disfrazadas de puestos burocráticos, premios, loas y alabanzas, clubes grandes o pequeños de seguidores?
/sí mi buen, los tiempos cambian, antes al maestro o maestra –o al equivalente de mandarín del conocimiento- se le cortejaba cargándole los libros, lisonjeando sus palabras, mirándol@ con arrobamiento. Ahora se postea en sus escritos, se dan “likes” en sus páginas web, se suma en el número de seguidores que trinan desordenados…/
Quiero decir, ¿nos importa quiénes somos? ¿O nos importa lo que hacemos?
La evaluación que nos interesa y afecta, ¿es la de afuera o la de la realidad?
¿La medida de nuestro éxito o fracaso está en lo que de nosotros aparezca en los medios de paga, en las tesis, en los comentarios, en los “pulgares arriba”, en los libros de historia, en los museos?
¿O en lo logrado, lo fallado, lo acertado, lo pendiente?
Y rebobinando más…
(...) nosotros (y otr@s como nosotros, muchos, muchas, tod@s) luchamos por ser mejores, y aceptamos cuando la realidad nos dice que no lo hemos logrado, pero no por eso dejamos de seguir luchando.
Porque no es que acá no honremos a nuestros muertos. Lo hacemos, sí. Pero es que luchando lo hacemos. Todos los días, a todas horas. Y así hasta que miremos el suelo, primero al mismo nivel, luego hacia arriba, cubriéndonos con el paso compañero. (...)
FULL TEXT @ enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/12/22/rebobinar-2-de-la-...
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Photo: MCP proyect, 2011, NA-SM-MAREZ-PUY III. jpazkual.