Hectcher
Atardecer culpable
A veces pienso que todo es tan relativo. Puedo tener una manzana de cristal macizo en mi mano y ver las luces del otro lado, y mis zapatos al revés. También puedo dibujar la feminidad con la misma manzana y un zapato de cristal cortado de alguna mesa. Las manzanas de cristal ayudan mucho, te hacen ver el mundo diferente, es entonces cuando puedes condenar al sol y a las nubes a una perpetuidad que transcurre en un segundo o tal vez menos. Pude un día encerrar al sol y a sus nubes en mi cárcel, la cárcel de la ventana de mi cuarto. Pude un día robar calor detrás de un lente. Pude un día culpar al sol por quemar hormigas y no valer sus buenas acciones para darle libertad. Lo condeno pues a una imagen, que quedará para siempre, lo condeno, por el poder que me otorga un obturador, a vivir en una cuadrícula en silueta, dentro de un rectángulo de 4:3. Lo condeno porque no me gusta dejar pasar los momentos maravillosos que una puesta de sol deja, como cortina, de fuego de cliché, de olor a mandarina o tal vez a manzana de cristal que trastorna el mundo y que como dije alguna vez, puede ser una perfecta arma de tortura.
Atardecer culpable
A veces pienso que todo es tan relativo. Puedo tener una manzana de cristal macizo en mi mano y ver las luces del otro lado, y mis zapatos al revés. También puedo dibujar la feminidad con la misma manzana y un zapato de cristal cortado de alguna mesa. Las manzanas de cristal ayudan mucho, te hacen ver el mundo diferente, es entonces cuando puedes condenar al sol y a las nubes a una perpetuidad que transcurre en un segundo o tal vez menos. Pude un día encerrar al sol y a sus nubes en mi cárcel, la cárcel de la ventana de mi cuarto. Pude un día robar calor detrás de un lente. Pude un día culpar al sol por quemar hormigas y no valer sus buenas acciones para darle libertad. Lo condeno pues a una imagen, que quedará para siempre, lo condeno, por el poder que me otorga un obturador, a vivir en una cuadrícula en silueta, dentro de un rectángulo de 4:3. Lo condeno porque no me gusta dejar pasar los momentos maravillosos que una puesta de sol deja, como cortina, de fuego de cliché, de olor a mandarina o tal vez a manzana de cristal que trastorna el mundo y que como dije alguna vez, puede ser una perfecta arma de tortura.