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Mural de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (Juan O’Gorman), CDMX
El muralismo es una manifestación sobresaliente del arte mexicano que enriqueció diversas expresiones arquitectónicas de nuestro país. La Universidad Nacional Autónoma de México con el transcurso del tiempo ha brindado importantes espacios a esta manifestación artística.
Cada uno de ellos representa algún momento de la historia de México y de la UNAM. Son alrededor de 110 murales que hay en la Universidad Nacional Autónoma de México, contemporáneos, de fragmentos, formato pequeño o gran formato, pero ocho son los más espectaculares.
Ellos habitan en el campus central de Ciudad Universitaria, espacio nombrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en 2007, Patrimonio Cultural de la Humanidad e inaugurado en 1952.
En las fachadas de la Torre de Rectoría, de la Biblioteca Central y del Estadio Olímpico Universitario lucen imponentes, con distintas composiciones, diferentes formas de pensar, relieves y materiales, las obras de los denominados tres grandes del muralismo mexicano: David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman y Diego Rivera.
El mural más grande de todos los tiempos, la joya de la corona, realizado por el arquitecto y pintor Juan O’Gorman, embellece la Biblioteca Central; sus cuatro lados, cuatro mil metros cuadrados, están revestidos en su totalidad por las piedras naturales, 10 mil colores y resistentes a la intemperie, de todos los estados del país.
“Esta es la obra más importante que tenemos no sólo en Ciudad Universitaria sino en México”, expresa con énfasis y orgullo José Gerardo Guízar Bermúdez, doctor en Arquitectura y profesor de la entidad universitaria que ha formado la mayoría de los mejores arquitectos de México.
Recuerda que “el muralista de gran profesionalismo, amante de la perfección, hace los bocetos de los paneles de los murales y escribe a los presidentes municipales y, a cada uno de ellos, les dice que por favor le manden una piedra sólida que se encuentre cerca de las zonas de donde son y las manden en cajas”.
¿Cuál es la sorpresa? Que todos los alcaldes del país enviaron las piedras que encontraron en su lugar, piedras del sitio que tienen muchos colores, blancas, rosas, grises, negras, amarillas, azules, “ese fue el material con el cual, como si fuera una paleta de pintura va a usar Juan O’Gorman para hacer el majestuoso mural de la Biblioteca”.
Así, cuenta, O’Gorman, con sus ayudantes, fue haciendo “del trazo original que lo cuadriculó metro por metro, es decir lo moduló en una escala uno a uno y sin los instrumentos contemporáneos”, o sea, sin una computadora ni impresión, él pasaba el dibujo a grande con un pantógrafo lo hacía grande.
Con unos paneles hechos con un marco de acero, con una estructura también de acero, con cemento, se iban pegando las piedras una a una para hacer una especie de mosaico gigantesco.
En cada uno de los cuatro muros que conforman la superficie del edificio de la Biblioteca Central se desarrolla una referencia histórica de México y también universal, desde el pasado prehispánico, colonial, mundo contemporáneo, la Universidad y el mundo actual.
En la parte central del muro norte se observa un templo cristiano, una pirámide mesoamericana y un templo griego, todos en un mismo lugar, “porque en vez de ser una línea del tiempo lo que estamos viendo es una línea de punta”.
Es decir “una línea frontal, el tiempo no existe, se calcula como que no existe, y entonces todos los hechos históricos, inclusive edificatorios, están en un mismo lugar, porque el mundo cristiano, finalmente la adoración a los dioses en la época prehispánica o los cultos en la Grecia clásica van a coincidir con el desarrollo de la humanidad”, comenta el doctor en Arquitectura.
Como si fueran dos grandes ojos, que también evocan al Dios del agua, a Quetzalcoátl, se ve del lado izquierdo un pensamiento que fue fundamental en su momento, el pensamiento ptolemaico, en el cual se sostiene que la tierra es el centro del universo.
Del lado contrario a este pensamiento, las ideas de Copérnico, en las que el Sol es el centro del universo.
En la fachada que mira al poniente se contempla el escudo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las siglas de la Biblioteca Nacional y de la Hemeroteca Nacional, porque ambos edificios se fusionan en ese sitio.
También se mira Ciudad Universitaria en si misma con el escudo y algunos jóvenes con sus típicos suéteres, la paz con instrumentos de guerra y la palabra Universidad Nacional Autónoma y arriba una SA, que significa Sociedad de Alumnos.
“O’Gorman hace aquí una referencia a la importancia que tiene el alumnado en la Universidad”, detalla el arquitecto durante el recorrido que realiza con Notimex por Ciudad Universitaria.
En la parte posterior, señala, se divisa un mural con dos manos como si fuera Cristo y la referencia al Dios de la lluvia.
El tema principal son los cuatro rumbos de la civilización mexicana y el águila devorando la serpiente parada en el nopal, que nos recuerda la leyenda fundacional del México.
El cuarto mural está enmarcado por la representación gigantesca del átomo, “que hace ver que lo que el hombre usa puede también ser llevado a cosas positivas a favor de los humanos”.
Alrededor del átomo se observa el Sol, la Luna, el caballero águila; el movimiento de tierra y libertad, la Revolución Mexicana, de nuevo el nopal con la serpiente, los obreros, las fábricas, o sea, un mural de alto contenido social.
Mural de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (Juan O’Gorman), CDMX
El muralismo es una manifestación sobresaliente del arte mexicano que enriqueció diversas expresiones arquitectónicas de nuestro país. La Universidad Nacional Autónoma de México con el transcurso del tiempo ha brindado importantes espacios a esta manifestación artística.
Cada uno de ellos representa algún momento de la historia de México y de la UNAM. Son alrededor de 110 murales que hay en la Universidad Nacional Autónoma de México, contemporáneos, de fragmentos, formato pequeño o gran formato, pero ocho son los más espectaculares.
Ellos habitan en el campus central de Ciudad Universitaria, espacio nombrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en 2007, Patrimonio Cultural de la Humanidad e inaugurado en 1952.
En las fachadas de la Torre de Rectoría, de la Biblioteca Central y del Estadio Olímpico Universitario lucen imponentes, con distintas composiciones, diferentes formas de pensar, relieves y materiales, las obras de los denominados tres grandes del muralismo mexicano: David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman y Diego Rivera.
El mural más grande de todos los tiempos, la joya de la corona, realizado por el arquitecto y pintor Juan O’Gorman, embellece la Biblioteca Central; sus cuatro lados, cuatro mil metros cuadrados, están revestidos en su totalidad por las piedras naturales, 10 mil colores y resistentes a la intemperie, de todos los estados del país.
“Esta es la obra más importante que tenemos no sólo en Ciudad Universitaria sino en México”, expresa con énfasis y orgullo José Gerardo Guízar Bermúdez, doctor en Arquitectura y profesor de la entidad universitaria que ha formado la mayoría de los mejores arquitectos de México.
Recuerda que “el muralista de gran profesionalismo, amante de la perfección, hace los bocetos de los paneles de los murales y escribe a los presidentes municipales y, a cada uno de ellos, les dice que por favor le manden una piedra sólida que se encuentre cerca de las zonas de donde son y las manden en cajas”.
¿Cuál es la sorpresa? Que todos los alcaldes del país enviaron las piedras que encontraron en su lugar, piedras del sitio que tienen muchos colores, blancas, rosas, grises, negras, amarillas, azules, “ese fue el material con el cual, como si fuera una paleta de pintura va a usar Juan O’Gorman para hacer el majestuoso mural de la Biblioteca”.
Así, cuenta, O’Gorman, con sus ayudantes, fue haciendo “del trazo original que lo cuadriculó metro por metro, es decir lo moduló en una escala uno a uno y sin los instrumentos contemporáneos”, o sea, sin una computadora ni impresión, él pasaba el dibujo a grande con un pantógrafo lo hacía grande.
Con unos paneles hechos con un marco de acero, con una estructura también de acero, con cemento, se iban pegando las piedras una a una para hacer una especie de mosaico gigantesco.
En cada uno de los cuatro muros que conforman la superficie del edificio de la Biblioteca Central se desarrolla una referencia histórica de México y también universal, desde el pasado prehispánico, colonial, mundo contemporáneo, la Universidad y el mundo actual.
En la parte central del muro norte se observa un templo cristiano, una pirámide mesoamericana y un templo griego, todos en un mismo lugar, “porque en vez de ser una línea del tiempo lo que estamos viendo es una línea de punta”.
Es decir “una línea frontal, el tiempo no existe, se calcula como que no existe, y entonces todos los hechos históricos, inclusive edificatorios, están en un mismo lugar, porque el mundo cristiano, finalmente la adoración a los dioses en la época prehispánica o los cultos en la Grecia clásica van a coincidir con el desarrollo de la humanidad”, comenta el doctor en Arquitectura.
Como si fueran dos grandes ojos, que también evocan al Dios del agua, a Quetzalcoátl, se ve del lado izquierdo un pensamiento que fue fundamental en su momento, el pensamiento ptolemaico, en el cual se sostiene que la tierra es el centro del universo.
Del lado contrario a este pensamiento, las ideas de Copérnico, en las que el Sol es el centro del universo.
En la fachada que mira al poniente se contempla el escudo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las siglas de la Biblioteca Nacional y de la Hemeroteca Nacional, porque ambos edificios se fusionan en ese sitio.
También se mira Ciudad Universitaria en si misma con el escudo y algunos jóvenes con sus típicos suéteres, la paz con instrumentos de guerra y la palabra Universidad Nacional Autónoma y arriba una SA, que significa Sociedad de Alumnos.
“O’Gorman hace aquí una referencia a la importancia que tiene el alumnado en la Universidad”, detalla el arquitecto durante el recorrido que realiza con Notimex por Ciudad Universitaria.
En la parte posterior, señala, se divisa un mural con dos manos como si fuera Cristo y la referencia al Dios de la lluvia.
El tema principal son los cuatro rumbos de la civilización mexicana y el águila devorando la serpiente parada en el nopal, que nos recuerda la leyenda fundacional del México.
El cuarto mural está enmarcado por la representación gigantesca del átomo, “que hace ver que lo que el hombre usa puede también ser llevado a cosas positivas a favor de los humanos”.
Alrededor del átomo se observa el Sol, la Luna, el caballero águila; el movimiento de tierra y libertad, la Revolución Mexicana, de nuevo el nopal con la serpiente, los obreros, las fábricas, o sea, un mural de alto contenido social.