Gonzalo y Ana María
Castillo de La Calahorra. Nocturna.
Está tomada a las 21:27 horas con una temperatura ideal, ni frío ni calor, 0º marcaba el termómetro del coche, pero el viento que venía de Sierra Nevada hacía que la sensación térmica fuera de unos -5º,menos mal que íbamos bien equipados contra el frío. Está tomada con luz de luna y apoyo de linterna cálida.
Don Rodrigo Mendoza, primer marqués de Zenete, mandó construir esta sólida fortaleza, decorándola interiormente con todo lujo. Su construcción se realizó en tres años. Después solo la habitó durante ocho años. Para su construcción utilizó arquitectos, escultores y artesanos italianos de las ciudades de Carrara, Lombardía y Génova, dirigidos todos ellos por Michele Carlone.
El resultado fue un edificio del más puro estilo del renacimiento italiano, tanto por el exterior (planta cuadrada con cuatro torres circulares de esquina rematadas en cúpulas), como por su interior (todas sus estancias se desarrollan alrededor de un patio de estirpe florentina con suntuosos mármoles autóctonos e importados de Carrara, plagados de decoraciones mitológicas y multitud de grutescos de bellísima traza y delicadísima ejecución).
No encontramos nada comparable, en este estilo arquitectónico, en toda España. Nada comparable a este prodigio de unidad estética y a esta simbiosis de naturaleza y arquitectura, tan misteriosa y simbólica.
Castillo de La Calahorra. Nocturna.
Está tomada a las 21:27 horas con una temperatura ideal, ni frío ni calor, 0º marcaba el termómetro del coche, pero el viento que venía de Sierra Nevada hacía que la sensación térmica fuera de unos -5º,menos mal que íbamos bien equipados contra el frío. Está tomada con luz de luna y apoyo de linterna cálida.
Don Rodrigo Mendoza, primer marqués de Zenete, mandó construir esta sólida fortaleza, decorándola interiormente con todo lujo. Su construcción se realizó en tres años. Después solo la habitó durante ocho años. Para su construcción utilizó arquitectos, escultores y artesanos italianos de las ciudades de Carrara, Lombardía y Génova, dirigidos todos ellos por Michele Carlone.
El resultado fue un edificio del más puro estilo del renacimiento italiano, tanto por el exterior (planta cuadrada con cuatro torres circulares de esquina rematadas en cúpulas), como por su interior (todas sus estancias se desarrollan alrededor de un patio de estirpe florentina con suntuosos mármoles autóctonos e importados de Carrara, plagados de decoraciones mitológicas y multitud de grutescos de bellísima traza y delicadísima ejecución).
No encontramos nada comparable, en este estilo arquitectónico, en toda España. Nada comparable a este prodigio de unidad estética y a esta simbiosis de naturaleza y arquitectura, tan misteriosa y simbólica.