Frank Hemme
[Day 2] Words | Palabras
"Giovanna volvía de El Infierno por la misma calle en la que se viene de La Gloria, de El Tiempo y de El Molino de Viento. Su cabellera roja era un antídoto para cualquier distracción, regándose a modo de reflejos siempre por las lámparas antiguas que necias seguían aferrándose en su labor de alumbrar cada cinco metros una calle que había cambiado ya varias veces su nombre.
Abrazaba con una mano el puñado de cartas que recogió hace unas horas de la oficina postal, mientras en la mano izquierda mecía un cigarrillo a media vida. De vez en cuando prestaba atención a las caras que curiosas se asomaban por las ventanas de El Tiempo y cuando una le parecía conocida sonreía, hacía una pausa para beberse el olor a café que de ahí salía y contaba los pasos: uno, dos, tres; fumaba y de ese modo desvanecía la sonrisa. Se le podía ver como estacionada, con los cabellos escapándosele como las furiosas cobras de una medusa, peleando con el viento que se metía hasta despeinarla en la boina gris que llevaba puesta, turnando en los brazos la vieja bolsa transparente en donde los sobres paseaban cada Domingo, parada frente al basurero de hierro que estaba clavado en la curva de la acera desde hacia mil años, el mismo en donde siempre depositaba el culo de ese cigarro muerto. "
Escribiendo, y dejando reposar.
[Day 2] Words | Palabras
"Giovanna volvía de El Infierno por la misma calle en la que se viene de La Gloria, de El Tiempo y de El Molino de Viento. Su cabellera roja era un antídoto para cualquier distracción, regándose a modo de reflejos siempre por las lámparas antiguas que necias seguían aferrándose en su labor de alumbrar cada cinco metros una calle que había cambiado ya varias veces su nombre.
Abrazaba con una mano el puñado de cartas que recogió hace unas horas de la oficina postal, mientras en la mano izquierda mecía un cigarrillo a media vida. De vez en cuando prestaba atención a las caras que curiosas se asomaban por las ventanas de El Tiempo y cuando una le parecía conocida sonreía, hacía una pausa para beberse el olor a café que de ahí salía y contaba los pasos: uno, dos, tres; fumaba y de ese modo desvanecía la sonrisa. Se le podía ver como estacionada, con los cabellos escapándosele como las furiosas cobras de una medusa, peleando con el viento que se metía hasta despeinarla en la boina gris que llevaba puesta, turnando en los brazos la vieja bolsa transparente en donde los sobres paseaban cada Domingo, parada frente al basurero de hierro que estaba clavado en la curva de la acera desde hacia mil años, el mismo en donde siempre depositaba el culo de ese cigarro muerto. "
Escribiendo, y dejando reposar.