Monvínic (2013)
Llegamos a Monvínic a primera hora y sin reserva, con el sano propósito de hacer una comida completa en el Wine-bar combinada con vinos procedentes de las botellas que tuvieran abiertas ese día. Superado el protocolo inicial del acomodo y una vez elegida la composición del menú, fue, tras rechazar la carta de vinos e indicar que nos sirvieran -en formato medias copas- los vinos más apropiados para acompañar cada uno de los platos, cuando se activaron todos los resortes. El sumiller que nos atendió desplegó la mejor de sus sonrisas y comenzó a ejercer de profesional del vino: eligió lo que le pareció más oportuno, estuvo didáctico y acertó con las combinaciones. La comida estuvo estupenda (hay que ver cuánto ha mejorado esa cocina –algo dubitativa en sus inicios- que presume y ejerce, con convicción, de natural), bebimos fenomenal (no esperábamos otra cosa) y fue, en su conjunto, una experiencia magnífica. Muy pocos lugares se nos ocurren que puedan ofrecer una comunión comida/vino de ese nivel. ¡Grande!.
En la fotografía: excelente el huevo frito oculto bajo unas láminas de trufa de suave perfume. Un estupendo bocado que acompañamos con Quinta da Muradella 2008, un exquisito tinto gallego (Monterrei) elaborado con Mencía. Un vino suave, muy fino y deliciosamente frutal.
Lo mejor: la oferta, el trato implicado y profesional y el carácter didáctico de todo lo relacionado con el vino; la calidad y naturalidad de la comida
Lo peor: la ambientación nos parece demasiado sofisticada y sombría
Recomendado: dejarse llevar en cuestión de vinos
Monvínic (2013)
Llegamos a Monvínic a primera hora y sin reserva, con el sano propósito de hacer una comida completa en el Wine-bar combinada con vinos procedentes de las botellas que tuvieran abiertas ese día. Superado el protocolo inicial del acomodo y una vez elegida la composición del menú, fue, tras rechazar la carta de vinos e indicar que nos sirvieran -en formato medias copas- los vinos más apropiados para acompañar cada uno de los platos, cuando se activaron todos los resortes. El sumiller que nos atendió desplegó la mejor de sus sonrisas y comenzó a ejercer de profesional del vino: eligió lo que le pareció más oportuno, estuvo didáctico y acertó con las combinaciones. La comida estuvo estupenda (hay que ver cuánto ha mejorado esa cocina –algo dubitativa en sus inicios- que presume y ejerce, con convicción, de natural), bebimos fenomenal (no esperábamos otra cosa) y fue, en su conjunto, una experiencia magnífica. Muy pocos lugares se nos ocurren que puedan ofrecer una comunión comida/vino de ese nivel. ¡Grande!.
En la fotografía: excelente el huevo frito oculto bajo unas láminas de trufa de suave perfume. Un estupendo bocado que acompañamos con Quinta da Muradella 2008, un exquisito tinto gallego (Monterrei) elaborado con Mencía. Un vino suave, muy fino y deliciosamente frutal.
Lo mejor: la oferta, el trato implicado y profesional y el carácter didáctico de todo lo relacionado con el vino; la calidad y naturalidad de la comida
Lo peor: la ambientación nos parece demasiado sofisticada y sombría
Recomendado: dejarse llevar en cuestión de vinos