La Caleta (2010)
En la zona comercial y de negocios de l’Eix Macià de Sabadell se encuentra este acristalado chiringuito que cuenta con poco más de un año de vida. Fuentes solventes que lo probaron en sus inicios nos lo habían recomendado con especial énfasis en el buen tono de su cocina marinera (pescados, mariscos, arroces…). Hemos tardado en acudir y, por lo visto y comido, o bien las fuentes citadas no obtuvieron conclusiones claras, o la calidad de este lugar se ha venido abajo estrepitosamente (lo más probable). Y no es que la comida fuera absolutamente abominable, ni que nos sentara mal, pero lo que allí nos ofrecieron no tenía ningún componente gastronómico de interés. Escenario con cierto atractivo, personal voluntarioso y platos comestibles pero preparados con materias de bajo nivel tratadas con poco esmero y sin gracia ni definición alguna, como si se tratara de un mediocre bar de menús pero a la carta. Un lugar sólo apto para casos de extrema urgencia alimentaria y, aun así, con reservas.
En la fotografía: el arroz caldoso con bogavante (pedimos dos raciones para tres comensales) presentó un arroz hinchado y pastoso (pasadísimo de cocción, probablemente precocido); el caldo tenía sabor a marisco pero no especialmente de bogavante y dio la impresión de tratarse de un preparado (caldo/sofrito) genérico o industrial. El bogavante, de nulo sabor, estaba blando (incluso su caparazón ¡!) y el resto de elementos componiendo un conjunto deslavazado. Flojísimo.
Lo mejor: nada
Lo peor: una oferta de cocina que rondó la vulgaridad
La Caleta (2010)
En la zona comercial y de negocios de l’Eix Macià de Sabadell se encuentra este acristalado chiringuito que cuenta con poco más de un año de vida. Fuentes solventes que lo probaron en sus inicios nos lo habían recomendado con especial énfasis en el buen tono de su cocina marinera (pescados, mariscos, arroces…). Hemos tardado en acudir y, por lo visto y comido, o bien las fuentes citadas no obtuvieron conclusiones claras, o la calidad de este lugar se ha venido abajo estrepitosamente (lo más probable). Y no es que la comida fuera absolutamente abominable, ni que nos sentara mal, pero lo que allí nos ofrecieron no tenía ningún componente gastronómico de interés. Escenario con cierto atractivo, personal voluntarioso y platos comestibles pero preparados con materias de bajo nivel tratadas con poco esmero y sin gracia ni definición alguna, como si se tratara de un mediocre bar de menús pero a la carta. Un lugar sólo apto para casos de extrema urgencia alimentaria y, aun así, con reservas.
En la fotografía: el arroz caldoso con bogavante (pedimos dos raciones para tres comensales) presentó un arroz hinchado y pastoso (pasadísimo de cocción, probablemente precocido); el caldo tenía sabor a marisco pero no especialmente de bogavante y dio la impresión de tratarse de un preparado (caldo/sofrito) genérico o industrial. El bogavante, de nulo sabor, estaba blando (incluso su caparazón ¡!) y el resto de elementos componiendo un conjunto deslavazado. Flojísimo.
Lo mejor: nada
Lo peor: una oferta de cocina que rondó la vulgaridad