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MUSEOS VATICANOS TAPICES DE RAFAEL 9551 7-6-2019

En 1514 ó a principios de 1515, Rafael Sanzio recibió del papa León X el encargo de diseñar un grupo de tapices monumentales para las paredes de la Capilla Sixtina. Los tramos altos de las paredes estaban ya decorados con frescos, pintados a finales del siglo anterior por Botticelli, Domenico Ghirlandaio y otros, pero los tramos bajos seguían disponibles para un nuevo despliegue decorativo. Miguel Ángel había terminado dos años antes el techo con sus famosos frescos, encargo de Julio II, y no pintaría la pared principal con el Juicio Final hasta treinta años después.

 

Rafael sabía que con sus tapices entraba en competencia con los frescos de Miguel Ángel, quien le subestimaba y a la vez le consideraba un rival. Se esmeró en perfeccionar sus diseños para que resistiesen tal comparación. Contaba con experiencia en grandes formatos por los murales que estaba pintando en las ahora llamadas Estancias de Rafael.

 

Inicialmente León X pensó en una serie de 16 tapices, que luego se redujo a diez. Pagó a Rafael en dos partes, en junio de 1515 y en diciembre de 1516. Se supone que el segundo pago coincidió con la conclusión de los diseños. El coste total de los tapices debió de alcanzar los 16.000 ducados, más de cinco veces lo que costó el techo de Miguel Ángel, si bien el grueso del dinero se lo llevaron los tejedores del taller Van Aelst de Bruselas y Rafael sólo cobró mil ducados. La mano de obra, el transporte desde Bruselas y los materiales necesarios (que incluían hilos de oro y plata) absorbieron buena parte del presupuesto.

 

Según lo habitual en el diseño de cartones, Rafael los pintó no sobre lienzo o tabla, sino sobre papel, un soporte más económico y fácil de transportar. Se suponía que estos modelos se desecharían una vez tejidos los tapices. Se unieron múltiples trozos de papel hasta formar pliegos de 3 metros de alto y de anchuras variables, de 3 a 5 metros. En el siglo siguiente se encolarían sobre lienzo para que ganasen consistencia. El tipo de pigmento empleado es similar a témpera mezclada con cola. Aunque algunos tonos se han apagado, la conservación en general es muy buena. Los colores son muy sutiles y variados, excesivamente complejos para ser plasmados en un tapiz, como ocurriría con los diseños de Goya.

 

El debate principal que rodea a los Cartones de Rafael es si él los pintó. El diseño es suyo, pero se cree que al menos en parte fueron ejecutados por ayudantes, ya que él estaba desbordado de trabajo y no hay que olvidar que eran plantillas para artesanos, cuya conservación a largo plazo no era prioritaria. Ahora son valorados como de altísimo valor artístico, en parte porque ejercieron una influencia determinante en Europa. Subsisten algunos bocetos parciales, en la Royal Collection y en el Museo J. Paul Getty, y se supone que existieron dibujos de las composiciones completas, que serían los empleados para los primeros grabados publicados.

 

Los cartones se terminaron posiblemente en 1516, y fueron enviados al taller de Pieter van Aelst III en Bruselas, una de las ciudades punteras en la fabricación de tapices. Después de tejerse la serie para el Vaticano se harían otras; Enrique VIII de Inglaterra compró una, que resultó destruida en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial (si bien reseñas recientes dicen que se conserva en Berlín), y Francisco I de Francia poseyó otra producida en la misma época, igualmente perdida en el siglo XVIII. Una serie incompleta (ocho tapices) se conserva en la Iglesia de San Pablo (Zaragoza), y otra serie de nueve (tejida hacia 1560) pertenece a las colecciones de Patrimonio Nacional. Al contrario de lo que era habitual, los cartones no se devolvieron al Papa, lo que permitió tejer más ejemplares. La serie conservada en Roma se remata con amplias cenefas decorativas de las que carecen los cartones de Londres. Rafael debió de diseñarlas y enviarlas a Bruselas en pliegos aparte.

 

Los primeros tapices para el Papa se enviaron desde Bruselas en 1517, y en la Navidad de 1519 se colgaron nueve en la Capilla Sixtina. Entonces, como ahora, se reservaban para ocasiones especiales; sus huecos en la Sixtina están pintados con trampantojos que simulan telas colgadas. La presencia de hilos de oro y plata en los tapices explica que algunos fuesen quemados vandálicamente para extraerles dichos metales.

 

En 2010, coincidiendo con una visita del papa Benedicto XVI a Londres, los Museos Vaticanos prestaron cuatro de los tapices originales al Victoria & Albert Museum, de modo que pudieron verse junto a sus cartones por primera vez en la historia. Ni tan siquiera Rafael pudo verlos juntos, ya que cuando los tapices se tejieron en Bruselas, fueron enviados a Roma sin los cartones, que quedaron en Flandes y siguieron otros vericuetos hasta su compra por Carlos I.

Rafael sabía que los cartones debían ser aptos para su «traducción» a una superficie textil, por lo que prestó menos atención a la pincelada o a los pequeños detalles para volcarse en las composiciones, que son monumentales, de figuras grandes y espacios amplios para evitar una aglomeración de elementos que resultaría confusa en los tapices. Esto puede explicar que las copias grabadas, a pesar de su pequeño formato, fuesen nítidas y que ejerciesen gran influencia en Europa, donde las estampas y demás reproducciones sobre papel circulaban rápidamente.

 

Los Cartones de Rafael influyeron en la implantación de la estética renacentista en los Países Bajos, tanto por los artistas que los vieron en Bruselas como por los grabados que circularon desde fecha temprana.

 

A finales del siglo XVI, los Carracci tuvieron en cuenta estos diseños en su afán por absorber el estilo más clásico de Rafael, el de sus años romanos. Ya en el siglo XVII, Poussin acusó una influencia de ellos casi de dependencia, y en general fueron seguidos como referencia para la pintura de temas históricos hasta principios del XIX. Los prerrafaelitas ingleses, al preferir a Botticelli y rechazar a Rafael, intentaban erradicar la influencia del clasicismo plasmado en estos cartones.

Los Cartones de Rafael ilustran escenas de las vidas de san Pedro y san Pablo. Ponen el énfasis en varios puntos que eran relevantes en las polémicas religiosas de los años previos a la Reforma luterana, y recalcan especialmente el papel de san Pedro como fundador del papado de Roma. Las escenas que eligió Rafael eran relativamente inusuales en el Arte, menos trilladas que las relativas a Jesucristo y la Virgen María, por lo que tuvo menos limitaciones para idearlas.

 

 

 

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Uploaded on June 15, 2019
Taken on June 7, 2019