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Una de sus mil caras
El retrato, uno de los estilos fotográficos más difíciles. Además del dominio de la técnica, precisa de la mágica interacción entre dos seres humanos. Es cosa de dos y solo dos: el/la modelo, que ofrece su exterior e interior, y el fotógrafo, que debe resolver con honestidad el reto de extraer la esencia de un ser humano. Tal vez incluso sea cosa de solo uno, ya que ni cámara ni fotógrafo deben robar protagonismo alguno y limitarse más a ser testigos del más puro acto de ser.
Cuando miro la obra de Avedon me siento como una hormiga frente a un todopoderoso dios oso hormiguero. Se me antoja incluso un insulto profanar tan sagrado templo y apretar el obturador, pues aparentemente todo está dicho y hecho sobre lo que es y no es un retrato. Después de Avedon está la nada...
Pero soy obstinado y me apetece adentrarme por la tortuosa senda de la imagen humana. Mis primeros pasos serán probar con lo más básico, aprender la esencia. Una luz (¿cómo?), un fondo (¿cuál?), diferentes poses, diferentes formas de abordar una y otra vez esa transgresión de la intimidad de un ser humano anónimo, que pasa a ser público a través del acto fotográfico. Y de esa manera, si la fortuna le sonríe a uno, puede que tras una larga sesión de fotos, una de ellas contenga ese algo especial que la convierte en un retrato.
View my images in DARCKR, Flickriver and www.danielcanoott.com/.
Visit my photography blog .
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Por favor, no use esta imagen en su web, blogs u otro medio de comunicación sin mi aprobación explícita.
Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission.
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© Daniel Cano Ott. Todos los derechos reservados.
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Una de sus mil caras
El retrato, uno de los estilos fotográficos más difíciles. Además del dominio de la técnica, precisa de la mágica interacción entre dos seres humanos. Es cosa de dos y solo dos: el/la modelo, que ofrece su exterior e interior, y el fotógrafo, que debe resolver con honestidad el reto de extraer la esencia de un ser humano. Tal vez incluso sea cosa de solo uno, ya que ni cámara ni fotógrafo deben robar protagonismo alguno y limitarse más a ser testigos del más puro acto de ser.
Cuando miro la obra de Avedon me siento como una hormiga frente a un todopoderoso dios oso hormiguero. Se me antoja incluso un insulto profanar tan sagrado templo y apretar el obturador, pues aparentemente todo está dicho y hecho sobre lo que es y no es un retrato. Después de Avedon está la nada...
Pero soy obstinado y me apetece adentrarme por la tortuosa senda de la imagen humana. Mis primeros pasos serán probar con lo más básico, aprender la esencia. Una luz (¿cómo?), un fondo (¿cuál?), diferentes poses, diferentes formas de abordar una y otra vez esa transgresión de la intimidad de un ser humano anónimo, que pasa a ser público a través del acto fotográfico. Y de esa manera, si la fortuna le sonríe a uno, puede que tras una larga sesión de fotos, una de ellas contenga ese algo especial que la convierte en un retrato.
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