conxitam
el café de Maurice
Ayer se lo pregunté… Maurice, ¿por qué tu café es distinto?
Sus ojos hicieron un pequeñísimo, casi imperceptible, guiño, como si algo o alguien hubiera perturbado por un momento su paz interior. Hubiera jurado incluso haber visto un levísimo mohín en sus labios.
Lo observé con más detenimiento…no… lo había imaginado….era un pregunta sencilla, rayando la simplicidad más absoluta…esperaba de antemano un cierto tipo de respuesta hábilmente a caballo entre la profesionalidad y la cortesía, de aquellas respuestas que se quedan en los primeros niveles de la dermis pero que son suficientes para calmar la sed de una piel seca…un mezcla personal de varios tipos de café, la temperatura del agua, el tipo de taza en que lo servía…qué se yo…
Yo andaba acodada en la barra, las manos sosteniendo las mejillas, los dedos jugueteando con los pendientes, en una postura no excesivamente femenina pero sí terriblemente pràctica ahora que había dejado de fumar y todavía no le había encontrado un uso lógico a mi doble ración de manos…
No respondió, así que seguí dejando vagar la mirada por el local, olvidándome de la pregunta y abandonándome de nuevo a aspirar, sin que se notara en exceso, la bocanada de Royal Crown del vecino de al lado…
Maurice se giró y se acodó frente a mi…creo que nunca había estado tan cerca de mi nariz….
-¿Quieres saberlo? – susurró
-Si
-Hace tres meses compré ese lirio que ves ahí. Fue un impulso. Aún no sé porque lo hice pero lo hice… y lo coloqué ahí, junto a la cafetera, a su calor. Al día siguiente noté que algo había cambiado... no lo sé…. ¿ves sus semillas? ¿ves que parecen granos de café? Creo que se han enamorado… creo que por las noches se aman…
Sonreí y pegué otro sorbo a mi café con esencia de lirio.
el café de Maurice
Ayer se lo pregunté… Maurice, ¿por qué tu café es distinto?
Sus ojos hicieron un pequeñísimo, casi imperceptible, guiño, como si algo o alguien hubiera perturbado por un momento su paz interior. Hubiera jurado incluso haber visto un levísimo mohín en sus labios.
Lo observé con más detenimiento…no… lo había imaginado….era un pregunta sencilla, rayando la simplicidad más absoluta…esperaba de antemano un cierto tipo de respuesta hábilmente a caballo entre la profesionalidad y la cortesía, de aquellas respuestas que se quedan en los primeros niveles de la dermis pero que son suficientes para calmar la sed de una piel seca…un mezcla personal de varios tipos de café, la temperatura del agua, el tipo de taza en que lo servía…qué se yo…
Yo andaba acodada en la barra, las manos sosteniendo las mejillas, los dedos jugueteando con los pendientes, en una postura no excesivamente femenina pero sí terriblemente pràctica ahora que había dejado de fumar y todavía no le había encontrado un uso lógico a mi doble ración de manos…
No respondió, así que seguí dejando vagar la mirada por el local, olvidándome de la pregunta y abandonándome de nuevo a aspirar, sin que se notara en exceso, la bocanada de Royal Crown del vecino de al lado…
Maurice se giró y se acodó frente a mi…creo que nunca había estado tan cerca de mi nariz….
-¿Quieres saberlo? – susurró
-Si
-Hace tres meses compré ese lirio que ves ahí. Fue un impulso. Aún no sé porque lo hice pero lo hice… y lo coloqué ahí, junto a la cafetera, a su calor. Al día siguiente noté que algo había cambiado... no lo sé…. ¿ves sus semillas? ¿ves que parecen granos de café? Creo que se han enamorado… creo que por las noches se aman…
Sonreí y pegué otro sorbo a mi café con esencia de lirio.