Jose Alejandro de la Orden
Madrid - Parque del Capricho - Alameda de Osuna (nuevas fotos, ver álbum)
PARQUE DEL CAPRICHO - ALAMEDA DE OSUNA
Arquitecto del Palacio: MARTIN LOPEZ AGUADO, 1838
Alameda de Osuna, en las proximidades de Barajas
Los jardines de la Alameda de Osuna nacieron gracias al impulso de una mujer inteligente, que conocía muy de cerca las modas francesas: Doña María Josefa de la Soledad Alonso-Pimentel y Téllez-Girón, Condesa-Duquesa de Benavente y Duquesa de Osuna, cuya larga y apasionante vida transcurrió de 1752a1834.
Tres mujeres compitieron durante el reinado de Carlos IV por ser las protagonistas de la vida social española: la Reina María Luisa de Parma, la Duquesa de Alba y la Duquesa de Osuna.
La Duquesa de Osuna completaba el triángulo de estas elegantes damas que rivalizaban por tener a su servicio a los mejores artistas de la época, entre los que destacaba por su talento deslumbrante Francisco de Goya.
Aquella rivalidad tuvo unas consecuencias muy favorables para el arte de la época. Maria Luisa de Parma impulsó la decoración de los palacios reales y las casitas de recreo, con artistas italianos y franceses que crearon los interiores más bellos y sofisticados de la arquitectura de su época, cuya culminación fue la Casa del Labrador, en los Jardines del Príncipe de Aranjuez.
La Duquesa de Osuna, a quien Dios no había dado el don de la belleza, consiguió deslumbrar a la reina y a la Duquesa de Alba con los jardines de El Capricho en la Alameda de los Osuna, los primeros en España que seguían la moda del juego de las campesinas, inventado por la Reina de Francia, María Antonieta.
Con el pretexto del regreso a la madre naturaleza, que habían razonado y difundido los filósofos de la Ilustración, la reina ordenó la construcción, en sus jardines de Versalles, de una pintoresca escenografía que representaba una aldea, donde las damas de la aristocracia jugaban a ser personajes de la vida campesina, ordeñando vacas y preparando excelentes quesos, miel y mantequilla.
El Capricho era el nombre de este extenso recinto de la Duquesa de Osuna, donde se había plantado un jardín pintoresco junto a una instalación agrícola, uniendo con criterios ilustrados los conceptos de diversión, para los dueños, y trabajo productivo, para los criados.
Este mundo idílico que disfrutaban reyes y aristócratas, sería puesto en cuestión una década después, de forma extremadamente violenta, por la Revolución Francesa.
Artificio y Naturaleza
La idea de combinar frondosos jardines con pabellones de exótica arquitectura fue utilizada en la Casa del Labrador, levantada en el Jardín del Príncipe de Aranjuez, y en las Casas Persa, de Vacas y del Contrabandista, en la zona nordeste de los Jardines del Retiro.
En El Capricho, la Duquesa de Osuna y sus invitadas se divertían jugando a las campesinas y recogiendo la deliciosa miel del Abejero, uno de los pabellones dispersos por el jardín.
Luego navegaban en barca a través de la ría, escuchando la música que provenía del pabellón octogonal, llamado Salón de Baile, al que llegaban tras concluir el paseo acuático.
Cuando la Duquesa de Osuna eligió el nombre de El Capricho para titular su finca, dejaba bien claras sus intenciones de crear un escenario de juego y artificio, para deleite propio y de sus amigos más íntimos, sofisticando el lujo hasta romper los límites entre realidad y ficción, entre vida y teatro.
Los jardineros de la Alameda
La primera traza de los jardines fue realizada en 1784 por Pablo Boutelou, autor del jardín del Príncipe de Aranjuez, aunque su proyecto fue archivado tras la llegada desde París de Jean Baptiste Mulot, quien trabajó en la Alameda de Osuna de 1787 a 1790, con un contrato que le obligaba a diseñar en exclusiva para la duquesa.
Tras el regreso a Francia de Mulot, las plantaciones prosiguieron bajo la dirección de Pierre Provost, durante el período 1795-1810.
Fue sin duda Jean Baptiste Mulot el genio creador de la Alameda de Osuna, pues todo los arquitectos y jardineros que intervinieron después no hicieron sino completar o matizar esta obra maestra del paisajismo de la Ilustración, que Mulot había creado en las afueras de Madrid. Entre sus proyectos arquitectónicos para dar vida al jardín destaca el Templo de Baco, una construcción de planta oval que asciende escalonadamente desde la hierba de la colina hasta el basamento de las columnas, compuesto de cuadrangulares plintos y basas jónicas.
Hasta finales del siglo XIX el Templo de Baco estuvo cubierto. La ruina de su techumbre confiere un aspecto aún más expresivo a esta obra maestra del neoclasicismo romántico.
La Alameda
Tanto en la Alameda de Osuna como en el Jardín del Príncipe de Aranjuez el elemento arquitectónico de mayor significado era el pequeño templo circular.
En El Capricho este templete era elipsoidal y estaba dedicado a Baco. En Aranjuez, el diseñado por Juan de Villanueva era de orden jónico y en sus intercolumnios había ídolos egipcios.
El escultor Juan Adán
Dentro del Abejero de la Alameda de Osuna se hallaba la escultura de Venus, obra de Juan Adán (Tarazona 1741Madrid, 1816), labrada entre 1792 y 1795. En Aranjuez, Adán dio forma a la fuente de Hércules y Anteo, situada en el parterre de palacio. En la Antecámara Gasparini del Palacio Real de Madrid podemos contemplar los bustos en mármol de Carlos IV y María Luisa de Parma, cincelados por Adán y situados junto a los retratos de estos reyes, realizados por Goya.
Como resultado de las influencias cruzadas entre naturalismo inglés y racionalismo francés, la Alameda de Osuna es el más bello ejemplo de jardín ilustrado, entre los plantados por nuestra aristocracia dieciochesca.
Junto al jardín se construyó una pequeña población para los criados de la Duquesa de Osuna, con establos, corrales y una notable extensión de huertas, donde se conseguían excelentes frutas y legumbres.
Las escenografías de Angel Mª Tadey
Entre 1794 y 1795 el escenógrafo Angel María Tadey, que trabajaba para las numerosas representaciones que la duquesa ofrecía en su teatro privado de Leganitos (actual Plaza de España), realizó en los jardines de la Alameda de Osuna nuevos pabellones de tono pintoresco, a los que se les dio el nombre de Casa Rústica, Casa de la Vieja, y Casa del Ermitaño. Tadey, como tantos otros especialistas en idear y pintar escenarios para la ópera y el teatro, tuvo gran prestigio en aquellos años finales del siglo XVIII, pues su talento servía tanto para celebraciones efímeras, desfiles y recibimientos diplomáticos, como para la traza de estas pintorescas arquitecturas, que poblaban los jardines de la más refinada aristocracia.
Angel María Tadey continuó la tradición iniciada en la época borbónica por Giácomo Bonavía, quien comenzó pintando los telones del Teatro del Buen Retiro para Fernando VI y Bárbara de Braganza, alcanzando un considerable éxito que le permitiría acceder a encargos tan importantes como la iglesia madrileña de los Santos Justo y Pastor (luego llamada San Miguel), o la traza completa, en 1749, de las calles y plazas del Real Sitio de Aranjuez, por encargo de Fernando VI.
Los Duques de Osuna fueron, junto con los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, los mejores clientes de Goya. Para la decoración de los salones de la Alameda de Osuna le compraron los cuadros de La pradera de San Isidro, El columpio, El asalto a la diligencia, La ermita de San Isidro con majos y majas bebiendo de la fuente milagrosa y La merienda bajo la enramada.
La Duquesa de Osuna rivalizaba de nuevo con la reina y con la Duquesa de Alba al decorar su palacio de la Alameda con estos óleos de Francisco de Goya, el pintor de moda, reconocido ya en vida como el indiscutible número uno del reinado de Carlos IV.
Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón, heredero de la Duquesa de Osuna
En 1834, tras fallecer la Duquesa de Osuna, heredaba el título Pedro de Alcántara Téllez-Girón, que dio un gran impulso a la Alameda.
Encargó al arquitecto Martín López Aguado la Exedra, en la llamada Plaza de los Emperadores, con esfinges de plomo fundidas por Francisco de Elías y un busto en bronce de la Duquesa de Osuna, moldeado por José Tomás.
Martín López Aguado era hijo del arquitecto Antonio López Aguado, famosos por algunas obras singulares, realizadas en el reinado de Fernando VII, entre las que destacaba el Teatro Real.
Compartiendo su tiempo con la ampliación del palacio de los Duques de Fernán Núñez, en la calle de Santa Isabel, Martín López Aguado diseñó y dirigió, en la Alameda de Osuna, el nuevo palacio, el puente de hierro sobre el estanque, y la pequeña fortaleza con soldados de madera y cartón, que completaron los escenarios lúdicos de El Capricho.
Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Beaufort, XI Duque de Osuna, era el primogénito de don Francisco de Borja Téllez-Girón y Pimentel, X duque de Osuna y de Doña María Francisca de Beaufort y Toledo, Condesa de Beaufort. La lista de títulos nobiliarios que poseía era interminable: basta recordar que era diez veces Grande de España.
En la colección de pintura del Banco de España figura un retrato de este aristócrata, de una calidad excepcional, realizado por Federico de Madrazo.
Su intervención en la Alameda de Osuna consistió básicamente en encargar la realización del monumento a su abuela, la Duquesa de Osuna, y una nueva fachada para el palacio, en su frente a los jardines. La antigua decoración palaciega era muy pobre, pues consta en los archivos que con motivo de una visita realizada por Fernando VII a la Alameda, hubo que improvisar una fachada efímera, con tela de saco y escayola imitando elegantes órdenes arquitectónicos, inventada por el escenógrafo Angel María Tadey.
Martín López Aguado unificó el alzado de las tres alturas del edificio, por medio de una galería porticada con columnas exentas de orden gigante, que soportan una cornisa con balaustrada, cuya finalidad es ocultar la cubierta.
A ambos lados de la columnata, las dos torres de esquina dan testimonio del humilde aspecto del antiguo palacio, antes de la superposición de la elegante fachada neoclásica.
Es muy probable que en la realización de los capiteles corintios de la galería porticada, y de las figuras infantiles que juguetean sobre la balaustrada, interviniese José Pagniucci, el famoso escultor de los capiteles corintios de la fachada del Congreso de los Diputados, pues existen documentos que dan testimonio de su trabajo en la Alameda de Osuna, durante los años de construcción de la nueva fachada del palacio.
En 1835, el pintor paisajista Genaro Pérez Villaamil, del que veremos obras suyas en varios de los palacios madrileños reflejados en este libro, realizó dos vistas de la Alameda de Osuna, inspirándose en el palacio y el lago.
Completando la Exedra y la nueva fachada palaciega se emprendieron otras obras de menor escala, como la fortaleza artillada, con soldados de madera a escala natural, el puente de hierro que cruza la ría y las grutas del jardín, que en aquellos años era cuidado por Francisco Sangüesa, responsable del conjunto del arbolado madrileño en la primera época del reinado de Isabel II.
Don Mariano Téllez-Girón
En 1844, tras el fallecimiento de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, XI Duque de Osuna, le sucedió su hermano Mariano Téllez-Girón, que reunió en su persona los títulos y heredades de Duque del Infantado, Duque de Osuna y CondeDuque de Benavente. Un conjunto deslumbrante de títulos aristocráticos.
Don Mariano convirtió la Alameda de Osuna en un auténtico zoológico, con camellos, corzos, aguilas, pavos, faisanes, gansos y cisnes.
La fortuna de los Osuna sufrió un serio descalabro tras la Revolución antimonárquica de 1868 que destronó a la reina Isabel II. La Alameda entró en una fase de decadencia en la que sólo sobrevivieron las plantas y árboles más fuertes.
En 1896 se declaró la quiebra de la familia Osuna y todos sus bienes fueron subastados. Los cuadros de la Alameda se dispersaron. Algunos pasaron a la colección de José Lázaro Galdiano, como la Tienda del anticuario de Luis Paret, o El Aquelarre y Las Brujas, que formaban parte de los seis cuadros que el genial Francisco de Goya pintó, con temas de brujería, para El Capricho.
En la Guerra Civil la Alameda de Osuna fue cuartel general de las tropas republicanas que defendían Madrid bajo el mando del general Miaja.
Madrid - Parque del Capricho - Alameda de Osuna (nuevas fotos, ver álbum)
PARQUE DEL CAPRICHO - ALAMEDA DE OSUNA
Arquitecto del Palacio: MARTIN LOPEZ AGUADO, 1838
Alameda de Osuna, en las proximidades de Barajas
Los jardines de la Alameda de Osuna nacieron gracias al impulso de una mujer inteligente, que conocía muy de cerca las modas francesas: Doña María Josefa de la Soledad Alonso-Pimentel y Téllez-Girón, Condesa-Duquesa de Benavente y Duquesa de Osuna, cuya larga y apasionante vida transcurrió de 1752a1834.
Tres mujeres compitieron durante el reinado de Carlos IV por ser las protagonistas de la vida social española: la Reina María Luisa de Parma, la Duquesa de Alba y la Duquesa de Osuna.
La Duquesa de Osuna completaba el triángulo de estas elegantes damas que rivalizaban por tener a su servicio a los mejores artistas de la época, entre los que destacaba por su talento deslumbrante Francisco de Goya.
Aquella rivalidad tuvo unas consecuencias muy favorables para el arte de la época. Maria Luisa de Parma impulsó la decoración de los palacios reales y las casitas de recreo, con artistas italianos y franceses que crearon los interiores más bellos y sofisticados de la arquitectura de su época, cuya culminación fue la Casa del Labrador, en los Jardines del Príncipe de Aranjuez.
La Duquesa de Osuna, a quien Dios no había dado el don de la belleza, consiguió deslumbrar a la reina y a la Duquesa de Alba con los jardines de El Capricho en la Alameda de los Osuna, los primeros en España que seguían la moda del juego de las campesinas, inventado por la Reina de Francia, María Antonieta.
Con el pretexto del regreso a la madre naturaleza, que habían razonado y difundido los filósofos de la Ilustración, la reina ordenó la construcción, en sus jardines de Versalles, de una pintoresca escenografía que representaba una aldea, donde las damas de la aristocracia jugaban a ser personajes de la vida campesina, ordeñando vacas y preparando excelentes quesos, miel y mantequilla.
El Capricho era el nombre de este extenso recinto de la Duquesa de Osuna, donde se había plantado un jardín pintoresco junto a una instalación agrícola, uniendo con criterios ilustrados los conceptos de diversión, para los dueños, y trabajo productivo, para los criados.
Este mundo idílico que disfrutaban reyes y aristócratas, sería puesto en cuestión una década después, de forma extremadamente violenta, por la Revolución Francesa.
Artificio y Naturaleza
La idea de combinar frondosos jardines con pabellones de exótica arquitectura fue utilizada en la Casa del Labrador, levantada en el Jardín del Príncipe de Aranjuez, y en las Casas Persa, de Vacas y del Contrabandista, en la zona nordeste de los Jardines del Retiro.
En El Capricho, la Duquesa de Osuna y sus invitadas se divertían jugando a las campesinas y recogiendo la deliciosa miel del Abejero, uno de los pabellones dispersos por el jardín.
Luego navegaban en barca a través de la ría, escuchando la música que provenía del pabellón octogonal, llamado Salón de Baile, al que llegaban tras concluir el paseo acuático.
Cuando la Duquesa de Osuna eligió el nombre de El Capricho para titular su finca, dejaba bien claras sus intenciones de crear un escenario de juego y artificio, para deleite propio y de sus amigos más íntimos, sofisticando el lujo hasta romper los límites entre realidad y ficción, entre vida y teatro.
Los jardineros de la Alameda
La primera traza de los jardines fue realizada en 1784 por Pablo Boutelou, autor del jardín del Príncipe de Aranjuez, aunque su proyecto fue archivado tras la llegada desde París de Jean Baptiste Mulot, quien trabajó en la Alameda de Osuna de 1787 a 1790, con un contrato que le obligaba a diseñar en exclusiva para la duquesa.
Tras el regreso a Francia de Mulot, las plantaciones prosiguieron bajo la dirección de Pierre Provost, durante el período 1795-1810.
Fue sin duda Jean Baptiste Mulot el genio creador de la Alameda de Osuna, pues todo los arquitectos y jardineros que intervinieron después no hicieron sino completar o matizar esta obra maestra del paisajismo de la Ilustración, que Mulot había creado en las afueras de Madrid. Entre sus proyectos arquitectónicos para dar vida al jardín destaca el Templo de Baco, una construcción de planta oval que asciende escalonadamente desde la hierba de la colina hasta el basamento de las columnas, compuesto de cuadrangulares plintos y basas jónicas.
Hasta finales del siglo XIX el Templo de Baco estuvo cubierto. La ruina de su techumbre confiere un aspecto aún más expresivo a esta obra maestra del neoclasicismo romántico.
La Alameda
Tanto en la Alameda de Osuna como en el Jardín del Príncipe de Aranjuez el elemento arquitectónico de mayor significado era el pequeño templo circular.
En El Capricho este templete era elipsoidal y estaba dedicado a Baco. En Aranjuez, el diseñado por Juan de Villanueva era de orden jónico y en sus intercolumnios había ídolos egipcios.
El escultor Juan Adán
Dentro del Abejero de la Alameda de Osuna se hallaba la escultura de Venus, obra de Juan Adán (Tarazona 1741Madrid, 1816), labrada entre 1792 y 1795. En Aranjuez, Adán dio forma a la fuente de Hércules y Anteo, situada en el parterre de palacio. En la Antecámara Gasparini del Palacio Real de Madrid podemos contemplar los bustos en mármol de Carlos IV y María Luisa de Parma, cincelados por Adán y situados junto a los retratos de estos reyes, realizados por Goya.
Como resultado de las influencias cruzadas entre naturalismo inglés y racionalismo francés, la Alameda de Osuna es el más bello ejemplo de jardín ilustrado, entre los plantados por nuestra aristocracia dieciochesca.
Junto al jardín se construyó una pequeña población para los criados de la Duquesa de Osuna, con establos, corrales y una notable extensión de huertas, donde se conseguían excelentes frutas y legumbres.
Las escenografías de Angel Mª Tadey
Entre 1794 y 1795 el escenógrafo Angel María Tadey, que trabajaba para las numerosas representaciones que la duquesa ofrecía en su teatro privado de Leganitos (actual Plaza de España), realizó en los jardines de la Alameda de Osuna nuevos pabellones de tono pintoresco, a los que se les dio el nombre de Casa Rústica, Casa de la Vieja, y Casa del Ermitaño. Tadey, como tantos otros especialistas en idear y pintar escenarios para la ópera y el teatro, tuvo gran prestigio en aquellos años finales del siglo XVIII, pues su talento servía tanto para celebraciones efímeras, desfiles y recibimientos diplomáticos, como para la traza de estas pintorescas arquitecturas, que poblaban los jardines de la más refinada aristocracia.
Angel María Tadey continuó la tradición iniciada en la época borbónica por Giácomo Bonavía, quien comenzó pintando los telones del Teatro del Buen Retiro para Fernando VI y Bárbara de Braganza, alcanzando un considerable éxito que le permitiría acceder a encargos tan importantes como la iglesia madrileña de los Santos Justo y Pastor (luego llamada San Miguel), o la traza completa, en 1749, de las calles y plazas del Real Sitio de Aranjuez, por encargo de Fernando VI.
Los Duques de Osuna fueron, junto con los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, los mejores clientes de Goya. Para la decoración de los salones de la Alameda de Osuna le compraron los cuadros de La pradera de San Isidro, El columpio, El asalto a la diligencia, La ermita de San Isidro con majos y majas bebiendo de la fuente milagrosa y La merienda bajo la enramada.
La Duquesa de Osuna rivalizaba de nuevo con la reina y con la Duquesa de Alba al decorar su palacio de la Alameda con estos óleos de Francisco de Goya, el pintor de moda, reconocido ya en vida como el indiscutible número uno del reinado de Carlos IV.
Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón, heredero de la Duquesa de Osuna
En 1834, tras fallecer la Duquesa de Osuna, heredaba el título Pedro de Alcántara Téllez-Girón, que dio un gran impulso a la Alameda.
Encargó al arquitecto Martín López Aguado la Exedra, en la llamada Plaza de los Emperadores, con esfinges de plomo fundidas por Francisco de Elías y un busto en bronce de la Duquesa de Osuna, moldeado por José Tomás.
Martín López Aguado era hijo del arquitecto Antonio López Aguado, famosos por algunas obras singulares, realizadas en el reinado de Fernando VII, entre las que destacaba el Teatro Real.
Compartiendo su tiempo con la ampliación del palacio de los Duques de Fernán Núñez, en la calle de Santa Isabel, Martín López Aguado diseñó y dirigió, en la Alameda de Osuna, el nuevo palacio, el puente de hierro sobre el estanque, y la pequeña fortaleza con soldados de madera y cartón, que completaron los escenarios lúdicos de El Capricho.
Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Beaufort, XI Duque de Osuna, era el primogénito de don Francisco de Borja Téllez-Girón y Pimentel, X duque de Osuna y de Doña María Francisca de Beaufort y Toledo, Condesa de Beaufort. La lista de títulos nobiliarios que poseía era interminable: basta recordar que era diez veces Grande de España.
En la colección de pintura del Banco de España figura un retrato de este aristócrata, de una calidad excepcional, realizado por Federico de Madrazo.
Su intervención en la Alameda de Osuna consistió básicamente en encargar la realización del monumento a su abuela, la Duquesa de Osuna, y una nueva fachada para el palacio, en su frente a los jardines. La antigua decoración palaciega era muy pobre, pues consta en los archivos que con motivo de una visita realizada por Fernando VII a la Alameda, hubo que improvisar una fachada efímera, con tela de saco y escayola imitando elegantes órdenes arquitectónicos, inventada por el escenógrafo Angel María Tadey.
Martín López Aguado unificó el alzado de las tres alturas del edificio, por medio de una galería porticada con columnas exentas de orden gigante, que soportan una cornisa con balaustrada, cuya finalidad es ocultar la cubierta.
A ambos lados de la columnata, las dos torres de esquina dan testimonio del humilde aspecto del antiguo palacio, antes de la superposición de la elegante fachada neoclásica.
Es muy probable que en la realización de los capiteles corintios de la galería porticada, y de las figuras infantiles que juguetean sobre la balaustrada, interviniese José Pagniucci, el famoso escultor de los capiteles corintios de la fachada del Congreso de los Diputados, pues existen documentos que dan testimonio de su trabajo en la Alameda de Osuna, durante los años de construcción de la nueva fachada del palacio.
En 1835, el pintor paisajista Genaro Pérez Villaamil, del que veremos obras suyas en varios de los palacios madrileños reflejados en este libro, realizó dos vistas de la Alameda de Osuna, inspirándose en el palacio y el lago.
Completando la Exedra y la nueva fachada palaciega se emprendieron otras obras de menor escala, como la fortaleza artillada, con soldados de madera a escala natural, el puente de hierro que cruza la ría y las grutas del jardín, que en aquellos años era cuidado por Francisco Sangüesa, responsable del conjunto del arbolado madrileño en la primera época del reinado de Isabel II.
Don Mariano Téllez-Girón
En 1844, tras el fallecimiento de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, XI Duque de Osuna, le sucedió su hermano Mariano Téllez-Girón, que reunió en su persona los títulos y heredades de Duque del Infantado, Duque de Osuna y CondeDuque de Benavente. Un conjunto deslumbrante de títulos aristocráticos.
Don Mariano convirtió la Alameda de Osuna en un auténtico zoológico, con camellos, corzos, aguilas, pavos, faisanes, gansos y cisnes.
La fortuna de los Osuna sufrió un serio descalabro tras la Revolución antimonárquica de 1868 que destronó a la reina Isabel II. La Alameda entró en una fase de decadencia en la que sólo sobrevivieron las plantas y árboles más fuertes.
En 1896 se declaró la quiebra de la familia Osuna y todos sus bienes fueron subastados. Los cuadros de la Alameda se dispersaron. Algunos pasaron a la colección de José Lázaro Galdiano, como la Tienda del anticuario de Luis Paret, o El Aquelarre y Las Brujas, que formaban parte de los seis cuadros que el genial Francisco de Goya pintó, con temas de brujería, para El Capricho.
En la Guerra Civil la Alameda de Osuna fue cuartel general de las tropas republicanas que defendían Madrid bajo el mando del general Miaja.