Manuel Angel Carmona
Otro Día Normal
El día no tuvo nada de especial, era “otro día normal” en mi vida.
Al amanecer me levanté, fui al trabajo donde me machacaron como todos los días.
De camino a casa paré a picar algo rápido en el antro de comida rápida de la esquina. Una estupenda mezcla de colesterol e hidratos de carbonos, ambos en cantidades que en pocos años taponarían mis arterias.
Desde allí salí disparado al hipermercado más cercano donde hice la compra de la semana. Eso sí, adquirí productos bajos en calorías, seguramente para lavar mi conciencia por lo que acababa de ingerir.
Ya por la noche, agotado, decidí sacar al perro a dar un paseo por los alrededores de mi casa, como cualquier otra noche.
Pero esa noche algo fue distinto. Una fuerza dentro de mí me hizo gritar como un loco, lanzando fuera todas las tensiones y frustraciones que acumulaba desde hacía no se cuánto.
Me quedé vacío, levanté la mirada al cielo y comprendí que mi pequeñez era tan absurda que mis problemas debían dar risa.
Otro Día Normal
El día no tuvo nada de especial, era “otro día normal” en mi vida.
Al amanecer me levanté, fui al trabajo donde me machacaron como todos los días.
De camino a casa paré a picar algo rápido en el antro de comida rápida de la esquina. Una estupenda mezcla de colesterol e hidratos de carbonos, ambos en cantidades que en pocos años taponarían mis arterias.
Desde allí salí disparado al hipermercado más cercano donde hice la compra de la semana. Eso sí, adquirí productos bajos en calorías, seguramente para lavar mi conciencia por lo que acababa de ingerir.
Ya por la noche, agotado, decidí sacar al perro a dar un paseo por los alrededores de mi casa, como cualquier otra noche.
Pero esa noche algo fue distinto. Una fuerza dentro de mí me hizo gritar como un loco, lanzando fuera todas las tensiones y frustraciones que acumulaba desde hacía no se cuánto.
Me quedé vacío, levanté la mirada al cielo y comprendí que mi pequeñez era tan absurda que mis problemas debían dar risa.