Kafka con sombrero
Nórdica Libros (Madrid, 2015). Portada de Antonio Santos.
Un día, asomado a una ventana de la casa de sus padres, junto a su profesor de hebreo, allí en la vieja Praga, fue indicando con el dedo, cuidadoso, despacio, los lugares de la ciudad que, como puntos cardinales —Norte, Sur, Este, Oeste—, delimitaban su mundo diminuto. Ahí, en la calle Celetná —señaló—, el Instituto; detrás, sobre la línea opaca de tejados, cúpulas y buhardillas, la Universidad, donde se licenció en Derecho, y a la izquierda, un poco más arriba, la oficina. Un edificio de aspecto severo, algo intimidatorio, la Mutualidad de Seguros y Accidentes Laborales de Bohemia, en el que trabajaba. Un mundo a su medida, minúsculo, ordenado como el de los relojeros, confortable y también vagamente opresivo como un par de zapatos un número pequeño que le rozaran, hirientes, el talón.
Kafka con sombrero
Nórdica Libros (Madrid, 2015). Portada de Antonio Santos.
Un día, asomado a una ventana de la casa de sus padres, junto a su profesor de hebreo, allí en la vieja Praga, fue indicando con el dedo, cuidadoso, despacio, los lugares de la ciudad que, como puntos cardinales —Norte, Sur, Este, Oeste—, delimitaban su mundo diminuto. Ahí, en la calle Celetná —señaló—, el Instituto; detrás, sobre la línea opaca de tejados, cúpulas y buhardillas, la Universidad, donde se licenció en Derecho, y a la izquierda, un poco más arriba, la oficina. Un edificio de aspecto severo, algo intimidatorio, la Mutualidad de Seguros y Accidentes Laborales de Bohemia, en el que trabajaba. Un mundo a su medida, minúsculo, ordenado como el de los relojeros, confortable y también vagamente opresivo como un par de zapatos un número pequeño que le rozaran, hirientes, el talón.