SANTIAGO DE COMPOSTELA. Iglesia de Santo Domingo de Bonaval. Virgen del Camino. Siglo XIII.
Entre el sinfín de advocaciones con las que se nombra a María, madre de Jesús, hay una que me resulta especialmente emotiva: Nuestra Señora del Camino, quizá por esa instintiva asociación vida/camino tantas veces citada en la Literatura. Y lamento que mi memoria no sea precisa, pero en mi recuerdo está la hornacina con su imagen en el muro de la iglesia de uno de esos preciosos pueblos del Valle del Tera por los que pasaba la carretera nacional, junto al lema: “que la Virgen del Camino te acompañe”, en visión fugaz, pero gratificante.
Una de las siete puertas que en su muralla tuvo Santiago llevó por nombre el de “puerta del camino”, aunque también se la conoció como “puerta francígena” y hasta “puerta de San Pedro”. De doble arco y torres cuadrangulares en los lados, fue demolida entre 1800 y 1850. Era la entrada natural para los peregrinos que llegaban a la ciudad por el camino francés y los llevaba por Casas Reais y plaza de Cervantes a la entrada septentrional de la Catedral, la Puerta del Paraíso, junto a la que se ubicaba un hospital para peregrinos y aquella fuente de cuatro chorros que saliendo de bocas de leones, caían en una “hermosísima taza de piedra” y su agua era “dulce, nutritiva, sana, clara, muy buena, caliente en invierno y fresca en verano”, como narra el Calixtino. Su autor la considera “admirable fuente a la que en todo el mundo no se le encuentra semejante” y reproduce una inscripción que la atribuye a Bernardo, tesorero de Santiago, situando su hechura el 11 de abril de 1122. Se llegaba después al atrio donde “se venden a los peregrinos las típicas conchas […] botas de vino, zapatos, morrales de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y toda suerte de hierbas medicinales y además drogas, y otras muchas cosas”.
Por esta Puerta del Camino entraban también reyes y príncipes en sus visitas, así como los arzobispos cuando tomaban posesión de su cargo.
Hay una tradición, no compartida por todos, que afirma que esta imagen presidía aquella puerta y leemos en la cartela explicativa que es del siglo XIII y pertenece a un arte “gótico popular”. “Parece ser que fue encontrada en un muro del Convento de San Agustín durante una obras” y que “fue restaurada y policromada por Francisco Asorey”.
Morfológicamente, llama la atención la profundidad de las cuencas orbitales de ambas figuras y unos ciertos rasgos geométricos. Sería interesante ver una foto de antes de su restauración.
SANTIAGO DE COMPOSTELA. Iglesia de Santo Domingo de Bonaval. Virgen del Camino. Siglo XIII.
Entre el sinfín de advocaciones con las que se nombra a María, madre de Jesús, hay una que me resulta especialmente emotiva: Nuestra Señora del Camino, quizá por esa instintiva asociación vida/camino tantas veces citada en la Literatura. Y lamento que mi memoria no sea precisa, pero en mi recuerdo está la hornacina con su imagen en el muro de la iglesia de uno de esos preciosos pueblos del Valle del Tera por los que pasaba la carretera nacional, junto al lema: “que la Virgen del Camino te acompañe”, en visión fugaz, pero gratificante.
Una de las siete puertas que en su muralla tuvo Santiago llevó por nombre el de “puerta del camino”, aunque también se la conoció como “puerta francígena” y hasta “puerta de San Pedro”. De doble arco y torres cuadrangulares en los lados, fue demolida entre 1800 y 1850. Era la entrada natural para los peregrinos que llegaban a la ciudad por el camino francés y los llevaba por Casas Reais y plaza de Cervantes a la entrada septentrional de la Catedral, la Puerta del Paraíso, junto a la que se ubicaba un hospital para peregrinos y aquella fuente de cuatro chorros que saliendo de bocas de leones, caían en una “hermosísima taza de piedra” y su agua era “dulce, nutritiva, sana, clara, muy buena, caliente en invierno y fresca en verano”, como narra el Calixtino. Su autor la considera “admirable fuente a la que en todo el mundo no se le encuentra semejante” y reproduce una inscripción que la atribuye a Bernardo, tesorero de Santiago, situando su hechura el 11 de abril de 1122. Se llegaba después al atrio donde “se venden a los peregrinos las típicas conchas […] botas de vino, zapatos, morrales de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y toda suerte de hierbas medicinales y además drogas, y otras muchas cosas”.
Por esta Puerta del Camino entraban también reyes y príncipes en sus visitas, así como los arzobispos cuando tomaban posesión de su cargo.
Hay una tradición, no compartida por todos, que afirma que esta imagen presidía aquella puerta y leemos en la cartela explicativa que es del siglo XIII y pertenece a un arte “gótico popular”. “Parece ser que fue encontrada en un muro del Convento de San Agustín durante una obras” y que “fue restaurada y policromada por Francisco Asorey”.
Morfológicamente, llama la atención la profundidad de las cuencas orbitales de ambas figuras y unos ciertos rasgos geométricos. Sería interesante ver una foto de antes de su restauración.