SANTIAGO DE COMPOSTELA, Galicia. Rúa da Raiña.
Sin duda pesa la emotividad, los vívidos recuerdos, la gente que compartió momentos de tu vida, las bellas palabras leídas que la nombran,... pero creo que, aunque nada de eso hubiera, la Rúa da Raiña seguiría siendo para mí la más entrañable de Santiago. Es una calle que parece quedó a medio hacer, que le faltaron fuerzas, que no pudo superar obstáculos, mientras la del Franco y la del Villar que la enmarcan continuaron haciéndose mayores, creciendo, dejándola atrás.
Pero bien sé que es su nombre el culpable de muchas de mis sensaciones. "Raiña" es la palabra gallega para reina. Y esa terminación, "iña", es propia de diminutivos que evocan lo más entrañable, lo más sentido del hablar gallego. Cuando una madre manifiesta sus sentimientos más hondos, sean de amor, dolor o ternura, a sus labios siempre acudirá ese "iño"/"iña". Ella hablará de "meu fillo" ("mi hijo") en lo habitual, en el día a día, pero si éste vive algo especialmente feliz, o sufre, incluso muere, o algo haga que el amor de madre surja a borbotones, serán "filliño meu" o "meu filliño" los sonidos que saldrán de su boca.
E igual ocurrirá al revés, cuando el hijo vuelca en palabras todos sus sentimientos de amor hacia sus padres: "miña naiciña", "papaiño". Y ese "iño"/"iña", consustancial con el gallego, para nada forzado, convierte la palabra en música de ángeles, en música del alma. Todo eso y mucho más evoca en mí la palabra "raiña" y va a ser por ello por lo que, aunque en este caso no sea diminutivo, me gusta tanto.
Y, ya de paso, es un excelente sitio para llorar alegrías y tristezas, bien sujeta en tu mano una taza de ribeiro o una copa de albariño que humedezcan y aromen las sabrosas tapas que aquí se sirven: un "pulpiño", unas "ameixiñas", unas "xoubiñas", un "laconciño" o unos "pementiños" -siempre más sabrosos que un pulpo, unas almejas, unas sardinas, un lacón o unos pimientos, que sí, de verdad-, que de todo eso y mucho más encuentra el probablemente ya cansado caminante.
Miña nai, miña naiciña,
como a miña nai ningunha,
que me quentou a cariña
co calorciño da súa.
(Canto popular)
www.youtube.com/watch?v=a5pfb7gzjkw
SANTIAGO DE COMPOSTELA, Galicia. Rúa da Raiña.
Sin duda pesa la emotividad, los vívidos recuerdos, la gente que compartió momentos de tu vida, las bellas palabras leídas que la nombran,... pero creo que, aunque nada de eso hubiera, la Rúa da Raiña seguiría siendo para mí la más entrañable de Santiago. Es una calle que parece quedó a medio hacer, que le faltaron fuerzas, que no pudo superar obstáculos, mientras la del Franco y la del Villar que la enmarcan continuaron haciéndose mayores, creciendo, dejándola atrás.
Pero bien sé que es su nombre el culpable de muchas de mis sensaciones. "Raiña" es la palabra gallega para reina. Y esa terminación, "iña", es propia de diminutivos que evocan lo más entrañable, lo más sentido del hablar gallego. Cuando una madre manifiesta sus sentimientos más hondos, sean de amor, dolor o ternura, a sus labios siempre acudirá ese "iño"/"iña". Ella hablará de "meu fillo" ("mi hijo") en lo habitual, en el día a día, pero si éste vive algo especialmente feliz, o sufre, incluso muere, o algo haga que el amor de madre surja a borbotones, serán "filliño meu" o "meu filliño" los sonidos que saldrán de su boca.
E igual ocurrirá al revés, cuando el hijo vuelca en palabras todos sus sentimientos de amor hacia sus padres: "miña naiciña", "papaiño". Y ese "iño"/"iña", consustancial con el gallego, para nada forzado, convierte la palabra en música de ángeles, en música del alma. Todo eso y mucho más evoca en mí la palabra "raiña" y va a ser por ello por lo que, aunque en este caso no sea diminutivo, me gusta tanto.
Y, ya de paso, es un excelente sitio para llorar alegrías y tristezas, bien sujeta en tu mano una taza de ribeiro o una copa de albariño que humedezcan y aromen las sabrosas tapas que aquí se sirven: un "pulpiño", unas "ameixiñas", unas "xoubiñas", un "laconciño" o unos "pementiños" -siempre más sabrosos que un pulpo, unas almejas, unas sardinas, un lacón o unos pimientos, que sí, de verdad-, que de todo eso y mucho más encuentra el probablemente ya cansado caminante.
Miña nai, miña naiciña,
como a miña nai ningunha,
que me quentou a cariña
co calorciño da súa.
(Canto popular)
www.youtube.com/watch?v=a5pfb7gzjkw