Exterior de la Catedral de León
La fotografía muestra el exterior de un edificio. Se trata de una gran iglesia, seguramente una catedral, de la que se aprecia la fachada principal, unas de las fachadas laterales y parte de las naves. La presencia de arcos apuntados, arbotantes, pináculos y otros elementos, sumados a la esbeltez del edificio nos revela que este monumento debe ser clasificado como gótico o neogótico.
Según se puede distinguir en la imagen, la iglesia se construyó con el esquema de cruz latina con transepto que sobresale en altura y en planta. Bien que poco destacado, puesto que sólo se desarrolla con un único tramo. Tanto el cuerpo principal o brazo mayor de la cruz, como los menores se organizan en tres naves, siendo la central de mayor altura y doble anchura que las laterales. Por otra parte, sorprende la ausencia de algún elemento constructivo (cimborrio, flecha o cúpula) sobre el crucero.
Si este monumento sigue la orientación habitual de las iglesias, la fachada principal miraría hacia poniente y la fachada lateral y costado reproducido se corresponderían con el flanco sur o meridional.
El material empleado en este monumento es la piedra de sillería, seguramente caliza. Se comprende que además los constructores emplearían mampostería, mortero y otros componentes para el enripiado, o relleno de los muros.
Pasando al análisis formal, éste se realizará estudiando las tres partes que aparecen en la imagen (fachada principal, fachada lateral y naves) por separado.
La fachada principal muestra una estructura compleja organizada en cuatro niveles:
-El nivel inferior compuesto por tres pórticos que dan acceso a las naves. Se disponen bajo arcos sumamente abocinados, esto es que presentan una abertura mayor en el paramento exterior que en el opuesto. Entre estas tres entradas se han dispuestos en vez de machones o contrafuerte, otras dos puertas, puramente decorativas. Estas aberturas resultan tan estrechas que sus arcos más que apuntados, son de ojiva lanceolada.
-El segundo piso está formado por una galería de cuatro ventanales, cada uno de ellos muestra una tracería compuesta por un rosetón de cuatro lóbulos y un parteluz que divide el vano en dos ojivas.
-Por encima se encuentra otro nivel, que ocupa el doble de altura que los demás pisos. Este sector se halla ocupado en su mayor parte por un gran rosetón cubierto con tracería. Este vano se enmarca dentro de un arco, que, como todos los del edificio, es un arco apuntado. Cuatro rosetones mucho más pequeños y ciegos, esto es realizados sobre el muro, sin comunicación con el interior del edificio, se han dispuesto en la esquinas de este piso.
-El coronamiento está formado por un gablete flanqueado por dos torrecillas rematadas en pináculos. El gablete se halla adornado con crochets (ganchos), esculturas, un rosetón y un antepecho de celosía calada que separa este nivel del piso del rosetón.
Dado que los edificios góticos dejan traslucir su estructura interna, cada uno de los tres pórticos se correspondería con la nave central y las naves laterales. En cuanto al alzado, el nivel de los pórticos equivaldría a las arcadas, la galería al triforio y el rosetón al claristorio. El arco situado sobre el rosetón permite vislumbrar la elevada atura a la que se sitúa la bóveda de la nave principal del edificio. Por su parte, el gablete ocultaría la techumbre, pero la cubierta que se dispuso al final resultaba mucho menos prominente, por lo que esta parte del edificio resulta puramente ornamental.
La fachada queda flanqueada por dos grandes y macizas torres que se hallan adosadas a la fachada, pero no pegadas a ella, de tal forma que sólo en el nivel inferior, el de los pórticos, quedan conectadas con el frontal del edificio. Esta singular configuración permite divisar los arbotantes en los que se apoya la nave central.
Destaca el que las torres sean desiguales entre sí; bien que siguen el mismo esquema constructivo: su planta es cuadrangular y se halla reforzada con contrafuertes, habilitándose escaleras de caracol en la esquina inmediata a la fachada. En cuanto al alzado constan, en primer lugar, de varios pisos remarcados por molduras horizontales y sin más vanos que algunas saeteras; por encima se observan otros niveles en los que se abren grandes ventanales que sirven para albergar el cuerpo de campanas; por último el coronamiento se realiza con una flecha de piedra flanqueada por pináculos colocados en las cuatro esquinas.
De esta forma, la torre de la izquierda presenta seis pisos ciegos, dos pisos con ventanales dobles y una flecha maciza. Por su parte, la torre de la derecha muestra cinco pisos sin adornos, tres de ventanales simples y una flecha calada. Además el campanario de la derecha parece más airoso y se halla más ornamentado que su compañero. Entre los elementos decorativos que lo caracterizan destaca el reloj, pináculos, doseletes, arquerías ciegas y una especie de antepecho decorado con letras. Parece seguro que las torres se construyeron en épocas distintas, siendo la de la izquierda la más antigua.
La fachada del crucero repite el modelo de la fachada principal, con la única ausencia de las torres que en este caso se han sustituido por torreones unidos al frontis por arbotantes. Estos torreones albergan escaleras de caracol.
Por último las naves se organizan de la siguiente forma: la central se apoya por medios de arbotantes dobles (o superpuestos) en contrafuertes escalonados. Las naves laterales están situadas bajo el vuelo de los arbotantes e igualmente emplean los contrafuertes como estribos, bien que descansan directamente en ellos, sin necesidad de botareles, pues los estribos se ubican en su perímetro exterior.
Este complejo sistema de apoyos y contrarrestros revelan que las naves están cubiertas por bóvedas, que necesariamente han de ser de crucería, por concentrar sus empujes en contrafuertes en vez de en el muro. A su vez los arcos han de ser ojivales o apuntados, pues sólo ellos permiten la esbeltez de la nave central. Este sistema de cubiertas libera al muro de su función sustentante, lo que explica el amplio espacio ocupado por los vanos en la edificio que analizamos. Así al exterior tanto la nave lateral como la central, presentan grandes ventanales cubiertos todos ellos por el mismo modelo de tracería: cuatro ojivas rematadas por tres rosetones de seis lóbulos.
La techumbre de la nave inferior presenta muy poca altura, por lo que la catedral carece de tribuna o triforio. Con todo, es posible que haya dispuesto un triforio calado, bien que al exterior este nivel no se distingue del claristorio o cuerpo de ventanas.
Se supone que estos ventanales están cubierto por vidrieras. Otros elementos decorativos son cresterías caladas colocadas a la altura de la cornisa, pináculos, gárgolas y rosetones ciegos.
Existe cierto contraste entre las fachadas y el exterior de las naves, en cuanto en las primeras predomina el muro sobre el vano y en las segundas los ventanales ocupan mucha mayor superficie que la piedra. De ahí que el edificio produzca en el espectador dos percepciones a un tiempo: robustez y ligereza. Igualmente se observa una pugna entre la sobriedad de los niveles inferiores y la riqueza decorativa de los coronamientos. Por último debe anotarse la impresión de funcionalidad que este monumento transmite, como si fuera intención de los arquitectos resaltar las distintas partes del edificio y su respectiva utilidad constructiva.
Respecto al estilo, este monumento debe ser clasificado dentro del arte gótico, como ya queda dicho. De entrada hay que rechazar que se erigiera en el revival del estilo en el siglo XIX o en el XX, porque ningún arquitecto neogótico trazaría una fachada con dos torres distintas. Esta desigualdad es producto de un cambio de proyecto, consecuencia de los retrasos en concluir la obra. Con todo, no se pueden rechazar intervenciones constructivas realizadas en esos dos siglos, de acuerdo con forma «purista» con la que entonces se entendía la restauración.
Desechada la opción historicista, queda como única opción el gótico «genuino». El monumento se puede encuadrar en la fase de plenitud de estilo –denominando gótico radiante «rayonnant»- por la pronunciada esbeltez de sus proporciones, por el amplio espacio concedido a la vidriera y por la simplicidad de los motivos de la tracería.
El gótico radiante se desarrolla en el segundo y tercer tercio del siglo XIII y en la primera mitad del siglo XIV. Hay que hacer notar que la torre de la derecha, por la flecha calada y su profusión decorativa pertenece a otro período del estilo, en concreto, el llamado gótico flamígero (flamboyant), que abarca desde la segunda mitad del siglo XIV hasta su ocaso en el siglo XVI.
Pasando a la identificación, esta obra es la catedral de León, erigida en lo fundamental entre 1255 y 1302. De esta etapa constructiva se conocen los nombres de los maestros Simón, Enrique y Juan Pérez. La torre de la derecha fue concluida en la segunda mitad del siglo XV por los maestros Jusquin y Álvaro Ramos.
Esta catedral está advocada a Santa María de la Regla. Sus medidas aproximadas son 90 metros de largo (en la nave central) por 40 metros de ancho (en el transepto). La altura de la bóveda de la nave central alcanza los 30 metros y asciende hasta los 12 metros en las laterales. Por último, la torre de la izquierda se eleva hasta los 64 metros, siendo superada por la de la derecha, la cual roza los 67 metros.
Para situar el monumento en su contexto histórico, social, político y religioso señalemos que el arte gótico surge en Francia en la segunda mitad del siglo XII, como evolución del románico. La distribución geográfica de este estilo es muy amplia, extendiéndose por toda Europa, con la excepción de los Balcanes. Las cruzadas llevaron este estilo a la isla de Chipre. Por otra parte, la expansión colonial de españoles y portugueses extenderán este estilo por Canarias y algunos territorios de África o América que se colonizan a finales del XV y principios del XVI.
La cronología de este estilo abarca, pues, desde la segunda mitad del siglo XII hasta la primera del XVI, época en el que va a ser lentamente reemplazado por el renacimiento. Este cambio ya se había realizado con una centuria de adelanto en los estados italianos. En la península ibérica el gótico convive con el arte nazarí (desarrollado en el reino de Granada) y con el mudéjar, que más que un estilo es una fusión entre el arte gótico y el musulmán.
El mundo del gótico se caracterizaba por una economía ruralizada, bien que las ciudades o burgos fueron adquiriendo cada vez una mayor importancia. En las urbes se concentraba la artesanía y el comercio. Esta es una etapa de expansión económica centrada en las ferias y en el auge de las rutas comerciales, bien que entre los siglos XIV y XV se vivió una importante crisis demográfica, económica y social,
La sociedad estaba configurada en estamentos o grupos sociales a los que se accedía por nacimiento, salvo el clero. Los privilegiados eran la nobleza y el clero y los no privilegiados (villanos) eran un grupo muy heterogéneo (burgueses, artesanos y campesinos). Los burgueses y comerciantes adquirieron en esta época una importancia creciente.
El régimen político imperante era la monarquía hereditaria. Las luchas entre los nobles y los monarcas acabarán con la recuperación de la autoridad real, ya que la burguesía apoyaba al rey en sus conflictos con la aristocracia.
Respecto a la religión, en este período el Occidente Europeo sigue las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia ayudaba al rey en el gobierno y la administración, controlaba la educación, la cultura y la producción artística. Por lo demás al administrar los sacramentos, su influencia se dejaba sentir con fuerza en la vida privada. En esta época, el resurgimiento de la vida urbana promueve la construcción de catedrales y el auge de las órdenes mendicantes, especialmente los franciscanos y los dominicos. Con todo, la iglesia católica pierde en la crisis del siglo XIV parte de su prestigio, principalmente por el Cisma de Occidente.
Socialmente, a los arquitectos, al igual que a los escultores o a los pintores, no se les guardaba ninguna valoración especial, y se les consideraba simples artesanos. Por esta circunstancia se organizaban en gremios, incluyéndose los arquitectos entre los canteros y albañiles. La producción artística era considerada como un mero trabajo mecánico y manual, en el que sólo importaba la destreza, a diferencia de las artes liberales (la Gramática, la Retórica, la Dialéctica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía) en las que se hacía precisa la aplicación del intelecto. Con todo, algunos artistas alcanzaron la celebridad, especialmente a finales de la Edad Media. A diferencia de los maestros del románico, a los arquitectos de las catedrales góticas no se les exigía habilidad en la escultura, bien que se esperaba de ellos el que fueran capaces de suministrar diseños a escultores y pintores.
Volviendo al edificio que nos ocupa, hay que señalar que la catedral leonesa presenta una larga historia constructiva, pues a la catedral actual la precedieron otras dos y, además, hay noticias de otras edificaciones que, previamente, habrían ocupado ese mismo sector de la ciudad.
Su historia comienza en el año 856, cuando el rey asturiano Ordoño I repuebla la ciudad de León y se erige un palacio sobre solas ruinas de unas termas romanas. El solar se hallaba adosado a las murallas de la ciudad y controlaba una de las puertas de la misma. Por tanto más que de palacio debía hablarse de alcázar. Por otra parte este relevante papel en la fortificación de la ciudad van a heredarlo las sucesivas catedrales que ese levanten en este espacio, incluida la gótica.
En el año 876 el mismo monarca restaura la diócesis de León, debiéndose construir una primera catedral. Su situación era bastante singular, pues se emplazaba extramuros de la ciudad, donde hoy se alza la iglesia de San Pedro de los Huertos, en el recinto de un monasterio, pues los canónigos vivían en comunidad, ya que de de hecho eran monjes. Por la documentación de la época sabemos que estaba consagrada a Santa María y a San Cipriano y que debía situarse donde se hoy se alza la parroquia de San Pedro de los Huertos. Constructivamente debía ser una obra de poco empaque, lo que motivó su traslado al solar actual. Recuérdese que la diócesis estaba recién fundada en una región entonces fronteriza, despoblada y convertida en verdadera tierra de nadie.
Ese traslado se produjo en el año 916, cuando Ordoño II, nieto del repoblador de León, cedió el palacio a la Iglesia para que fuese transformada en catedral, según parece en agradecimiento a su triunfo sobre el ejército de Abderramán III en la batalla de Castromoro (más conocida como «de San Esteban de Gormaz»), victoria que había sucedido ese mismo año. El cabildo trasladó la sede del primer templo de la diócesis, pero conservó su forma de vida monacal. En el 952 la nueva catedral aparece ya advocada a «Santa María de la Regla» en clara alusión a la regla monástica con la que se organizaba el clero catedralicio.
Poco es lo que se sabe sobre esta catedral, y casi todo está sujeto a grandes incertidumbres. Así los historiadores dudan si el estilo de esta catedral primitiva era el asturiano o el mozárabe. También está sujeto a debate si se demolió el palacio para erigir el templo o bien las obras se limitaron a adaptar parte de esta construcción al uso religioso, en particular el aula regia o salón del trono. Otro tema de discusión es el alcance de los daños que esta iglesia sufriría en los sucesivos ataques que Almanzor lanzó contra la capital del reino de León en el último cuarto del siglo X. Según las crónicas, en la campaña más destructiva (¿994?) la ciudad entera había quedado completamente destruida. No obstante, la historiografía actual cree que si el templo (y la ciudad) sufrieron daños en éste o en otros asaltos, el estrago no sería muy importantes, pues consta que en 999 la catedral fue el escenario de la coronación de Alfonso V de León.
Esta primera catedral debía ser una construcción poco esplendorosa, circunstancia que unida a la renovación artística que trajo el románico, motivó su derribo en 1067, construyéndose el nuevo templo con bastante presteza pues fue consagrado seis años más tarde. Se supone que esta nueva seo debía asemejarse a la iglesia de San Isidoro de la misma ciudad, templo que acababa de ser reconstruido.
Se suponía que este templo románico, del que se ha conservado la impronta de sus cimientos y algunos restos, debía ser la antecesora de la seo actual, pero una cita de «La Crónica de España» de Lucas de Tuy señala que el obispo leonés don Manrique de Lara había iniciado las obras de una nueva catedral, acontecimiento que debió suceder en el tránsito del siglo XII al XIII. La opinión más aceptada por los historiadores actuales es que estas obras debieron comenzar antes, en torno al 1180, y que su campaña constructiva se prolongó durante buena parte del siglo XIII. Se conocen el nombre de dos maestros: Pedro Cibriánez y Pedro Esteban.
Se cree que el estilo empleado era el tardorrománico, o más bien el protogótico, similar al que caracteriza las catedrales de Ávila, Burgo de Osma o Sigüenza. Tal vez poseyera un cimborrio de aire bizantino, como otros templos del reino de León (catedrales de Zamora y Salamanca, colegiata de Toro) y diócesis cercanas (catedrales de Plasencia y de Évora).
Este edificio debía estar prácticamente concluido cuando se iniciaron las obras de la catedral actual. Se desconocen a ciencia cierta, las razones que decidieron este brusco cambio, y que supuso que la seo tardorrománica tuvo que ser demolida para dar paso a la nueva. Tal vez una nueva renovación estilística, la del gótico, el inicio del reinado de Alfonso X, la mejoría de la economía del obispado (la diócesis fue declarada definitivamente exenta en 1250) y la larga prelatura del obispo don Martín Fernández (1254-1289) expliquen esta decisión de construir una nueva catedral. Hay que señalar que don Martín Fernández simultaneaba su dignidad eclesiástica con el cargo de notario real y que gozaba de la amistad del monarca, sabiendo atraerse el favor regio en cuantas ocasiones pudo para recabar fondos con destino a la obra.
La nueva catedral, pues debió iniciarse en torno a 1250 (bien que algunos historiadores adelantan la fundación a 1240). En cualquier caso, las obras avanzaron con rapidez en el pontificado de don Martín y de sus sucesores, los obispos don Fernando y don Gonzalo Osorio. Bajo este último, en concreto en el año 1303, se restituyeron algunos dineros al cabildo porque la obra «está hoy en buen estado». Se supone que para entonces, aunque todavía faltaban muchos elementos, el buque de la catedral ya estaba en pie, lo que confirma la unidad de su construcción sobre un proyecto único nunca alterado.
Las obras, con todo, se prolongaron durante tres centurias, plazo en las que alternaron etapas de actividad constructiva, con otras en las que poco o nada se construyo. Por otra parte la nueva catedral se fue poblando de sepulcros y otros elementos, en particular la sillería de coro y el retablo mayor. Destaca la la prelatura del obispo Cabeza de Vaca (1440 – 1459) en la que las obras vivieron un notable impulso. Dirigía entonces las obras el maestro Jusquin, que introdujo las formas del gótico flamígero en la catedral. Aparte de sus intervenciones en las fachadas de la catedral, a este arquitecto se deben notables obras de refuerzo (conocidas como «La Silla de la Reina» y «La Limona»), porque la estructura del templo demostraba ya signos de flaqueza.
Se considera que el edificio quedo concluido enteramente en el primera mitad del siglo XVI. Los últimos añadidos se realizaron en un estilo híbrido entre el gótico flamígero y el plateresco desarrollado por Juan de Badajoz «el Viejo» y su hijo Juan de Badajoz «el Mozo».
Sus sucesores tuvieron que afrontar los serios problemas de estabilidad que aquejaban al edificio, causados por la mala cimentación, la delgadez de los apoyos, el mal estribamiento… y sin fin de causas a las que sumó el desconocimiento de la arquitectura gótica que llevó a una serie de intervenciones desafortunadas en los siglos XVII y XVIII. Así, en 1631 el crucero se hundió y el maestro Juan de Naveda lo sustituyó por una cúpula sin tambor. Naturalmente este elemento contribuyó a la ruina de la catedral, sobre todo a partir de 1714, cuando Joaquín de Churriguera hizo aumentar su peso…
Hubo que esperar al reinado de Isabel II para que se afrontaran las primeras restauraciones más o menos científicas, cuando la ruina del edificio parecía inminente. Las obras se iniciaron en 1859, pero de nuevo el desconocimiento sobre el sistema de construcción gótico provocó que las intervenciones no sólo corrigieran los problemas del edificio, sino que los agravaran. Hubo que esperar a 1869 y a las campañas constructivas de Juan de Madrazo y su sucesor Demetrio de los Ríos para que la pervivencia de la catedral quedase asegurada. De todas formas estos arquitectos impusieron un criterio purista que cambió por completo la imagen de la catedral.
Sobre la valoración de este edifico se ha convertido en un lugar común afirmar que de las catedrales hispanas del siglo XIII la de León es la más clásica, la más francesa y la que mejor ha conservado su pureza inicial. Estas afirmaciones, sin dejar de ser ciertas, dan lugar a una serie de equívocos y necesitan ser matizadas.
Para empezar, su adscripción al gótico clásico parece segura si se examinan sus vínculos con la catedral de Reims, y en menor medida, con las de Chartres y la de Amiens. Esta dependencia no se puede discutir, pero habría que añadir que en su alzado y proporciones, León se acerca más a la Sainte-Chapelle, la catedral de Beauvais o la reforma de la abadía de Saint-Dennis emprendida por San Luis.
Con respecto a estos últimos templos no cabe hablar de influencias, sino de relaciones mutuas o de convergencia en el afán de aligerar masa y reducir superficies murales. De esta forma, la catedral de León se diferencia de Reims, Chartres y Amiens (y también de Burgos) en que se enmarca ya en el gótico radiante, no en el gótico clásico de las catedrales que la precedieron. Resulta útil comparar nuestro monumento con otras catedrales coetáneas como Colonia, Estrasburgo o Praga, para comprender su genialidad, su audacia, y también, las vicisitudes de su construcción.
El supuesto carácter francés de la catedral legionense, debe ser, igualmente aclarado. Es cierto que las influencias de Reims (en planta), Amiens (en el alzado) y Chartres (en los pórticos) resultan evidentes. Sin embargo otros rasgos que reforzarían su dependencia con modelos galos no parecen tan concluyentes. Así el coro dispuesto inicialmente en el presbiterio se documenta en otros templos españoles del momento (por ejemplo Burgos). Por otra parte la esplendorosa extensión de sus vidrieras no encuentra paralelos en el gótico español, pero no tiene porque interpretarse necesariamente como una copia del gótico francés, puesto que la vinculación compositiva del triforio y del claristorio se desarrolla al otro lado de los Pirineos en fechas muy cercanas a la construcción de la catedral leonesa.
Por lo demás, resulta erróneo creer que la catedral se plantease con las inclinadas cubiertas de los templos franceses, pues los gabletes son añadidos del maestro Jusquin y de las restauraciones de los siglos XIX y XX. Por otra parte, detalles tan relevantes como la colocación de las torres y su segregación de la fachada principal carecen de precedentes en la nación vecina. Igualmente habría que señalar la presencia del claustro, elemento obligado en las seos hispanas y ausente en las francesas. Choca, igualmente, contra la tesis del diseño extranjerizante, el que la catedral de Astorga y otras construcciones vecinas acogieran muchas de las vistosas soluciones constructivas leonesas.
Habría que preguntarse si ese aire de catedral francesa no se debe en gran parte a las mal llamadas restauraciones del siglo XIX, intervenciones que también justifican el tópico de la pureza estilística. Estas obras despojaron a la catedral de su contexto urbano, borraron su vínculo con la fortificación de la ciudad y eliminaron la mayor parte de los añadidos y reformas posteriores al siglo XV.
Los restauradores, por otra parte, se inspiraron en Viollet-le-Duc para restituir las partes perdidas o nunca construidas, con lo cual la relación con el gótico (y el neogótico) francés se reforzó. Si nuestro monumento hubiera conservado sus remates platerescos, la cúpula barroca o el retablo mayor –proyectado nada menos que por Narciso Tomé- no se distinguiría tanto del resto de las catedrales españolas. Habría que discernir, pues, entre la unidad aparente que le dieron las intervenciones de la edad contemporánea y la unidad intrínseca que existe entre la idea primera y su plasmación material.
[Este comentario depende en gran medida (incorpora párrafos enteros) del artículo «La catedral de León; de la verdad histórica al espejismo erudito», presentado por Pedro Navascues Palacio para el congreso sobre medievalismo y neomedievalismo en la arquitectura española, celebrado en Ávila en 1987 e impreso tres años más tarde. A continuación se reproduce un enlace hacia el artículo en cuestión.]
oa.upm.es/9532/1/1_neomedievalismo.pdf
Nos ha sido de mucha utilidad, igualmente, el siguiente esquema cronológico sobre la catedral de León:
www.saber.es/web/biblioteca/libros/la-catedral-de-leon-el...
Exterior de la Catedral de León
La fotografía muestra el exterior de un edificio. Se trata de una gran iglesia, seguramente una catedral, de la que se aprecia la fachada principal, unas de las fachadas laterales y parte de las naves. La presencia de arcos apuntados, arbotantes, pináculos y otros elementos, sumados a la esbeltez del edificio nos revela que este monumento debe ser clasificado como gótico o neogótico.
Según se puede distinguir en la imagen, la iglesia se construyó con el esquema de cruz latina con transepto que sobresale en altura y en planta. Bien que poco destacado, puesto que sólo se desarrolla con un único tramo. Tanto el cuerpo principal o brazo mayor de la cruz, como los menores se organizan en tres naves, siendo la central de mayor altura y doble anchura que las laterales. Por otra parte, sorprende la ausencia de algún elemento constructivo (cimborrio, flecha o cúpula) sobre el crucero.
Si este monumento sigue la orientación habitual de las iglesias, la fachada principal miraría hacia poniente y la fachada lateral y costado reproducido se corresponderían con el flanco sur o meridional.
El material empleado en este monumento es la piedra de sillería, seguramente caliza. Se comprende que además los constructores emplearían mampostería, mortero y otros componentes para el enripiado, o relleno de los muros.
Pasando al análisis formal, éste se realizará estudiando las tres partes que aparecen en la imagen (fachada principal, fachada lateral y naves) por separado.
La fachada principal muestra una estructura compleja organizada en cuatro niveles:
-El nivel inferior compuesto por tres pórticos que dan acceso a las naves. Se disponen bajo arcos sumamente abocinados, esto es que presentan una abertura mayor en el paramento exterior que en el opuesto. Entre estas tres entradas se han dispuestos en vez de machones o contrafuerte, otras dos puertas, puramente decorativas. Estas aberturas resultan tan estrechas que sus arcos más que apuntados, son de ojiva lanceolada.
-El segundo piso está formado por una galería de cuatro ventanales, cada uno de ellos muestra una tracería compuesta por un rosetón de cuatro lóbulos y un parteluz que divide el vano en dos ojivas.
-Por encima se encuentra otro nivel, que ocupa el doble de altura que los demás pisos. Este sector se halla ocupado en su mayor parte por un gran rosetón cubierto con tracería. Este vano se enmarca dentro de un arco, que, como todos los del edificio, es un arco apuntado. Cuatro rosetones mucho más pequeños y ciegos, esto es realizados sobre el muro, sin comunicación con el interior del edificio, se han dispuesto en la esquinas de este piso.
-El coronamiento está formado por un gablete flanqueado por dos torrecillas rematadas en pináculos. El gablete se halla adornado con crochets (ganchos), esculturas, un rosetón y un antepecho de celosía calada que separa este nivel del piso del rosetón.
Dado que los edificios góticos dejan traslucir su estructura interna, cada uno de los tres pórticos se correspondería con la nave central y las naves laterales. En cuanto al alzado, el nivel de los pórticos equivaldría a las arcadas, la galería al triforio y el rosetón al claristorio. El arco situado sobre el rosetón permite vislumbrar la elevada atura a la que se sitúa la bóveda de la nave principal del edificio. Por su parte, el gablete ocultaría la techumbre, pero la cubierta que se dispuso al final resultaba mucho menos prominente, por lo que esta parte del edificio resulta puramente ornamental.
La fachada queda flanqueada por dos grandes y macizas torres que se hallan adosadas a la fachada, pero no pegadas a ella, de tal forma que sólo en el nivel inferior, el de los pórticos, quedan conectadas con el frontal del edificio. Esta singular configuración permite divisar los arbotantes en los que se apoya la nave central.
Destaca el que las torres sean desiguales entre sí; bien que siguen el mismo esquema constructivo: su planta es cuadrangular y se halla reforzada con contrafuertes, habilitándose escaleras de caracol en la esquina inmediata a la fachada. En cuanto al alzado constan, en primer lugar, de varios pisos remarcados por molduras horizontales y sin más vanos que algunas saeteras; por encima se observan otros niveles en los que se abren grandes ventanales que sirven para albergar el cuerpo de campanas; por último el coronamiento se realiza con una flecha de piedra flanqueada por pináculos colocados en las cuatro esquinas.
De esta forma, la torre de la izquierda presenta seis pisos ciegos, dos pisos con ventanales dobles y una flecha maciza. Por su parte, la torre de la derecha muestra cinco pisos sin adornos, tres de ventanales simples y una flecha calada. Además el campanario de la derecha parece más airoso y se halla más ornamentado que su compañero. Entre los elementos decorativos que lo caracterizan destaca el reloj, pináculos, doseletes, arquerías ciegas y una especie de antepecho decorado con letras. Parece seguro que las torres se construyeron en épocas distintas, siendo la de la izquierda la más antigua.
La fachada del crucero repite el modelo de la fachada principal, con la única ausencia de las torres que en este caso se han sustituido por torreones unidos al frontis por arbotantes. Estos torreones albergan escaleras de caracol.
Por último las naves se organizan de la siguiente forma: la central se apoya por medios de arbotantes dobles (o superpuestos) en contrafuertes escalonados. Las naves laterales están situadas bajo el vuelo de los arbotantes e igualmente emplean los contrafuertes como estribos, bien que descansan directamente en ellos, sin necesidad de botareles, pues los estribos se ubican en su perímetro exterior.
Este complejo sistema de apoyos y contrarrestros revelan que las naves están cubiertas por bóvedas, que necesariamente han de ser de crucería, por concentrar sus empujes en contrafuertes en vez de en el muro. A su vez los arcos han de ser ojivales o apuntados, pues sólo ellos permiten la esbeltez de la nave central. Este sistema de cubiertas libera al muro de su función sustentante, lo que explica el amplio espacio ocupado por los vanos en la edificio que analizamos. Así al exterior tanto la nave lateral como la central, presentan grandes ventanales cubiertos todos ellos por el mismo modelo de tracería: cuatro ojivas rematadas por tres rosetones de seis lóbulos.
La techumbre de la nave inferior presenta muy poca altura, por lo que la catedral carece de tribuna o triforio. Con todo, es posible que haya dispuesto un triforio calado, bien que al exterior este nivel no se distingue del claristorio o cuerpo de ventanas.
Se supone que estos ventanales están cubierto por vidrieras. Otros elementos decorativos son cresterías caladas colocadas a la altura de la cornisa, pináculos, gárgolas y rosetones ciegos.
Existe cierto contraste entre las fachadas y el exterior de las naves, en cuanto en las primeras predomina el muro sobre el vano y en las segundas los ventanales ocupan mucha mayor superficie que la piedra. De ahí que el edificio produzca en el espectador dos percepciones a un tiempo: robustez y ligereza. Igualmente se observa una pugna entre la sobriedad de los niveles inferiores y la riqueza decorativa de los coronamientos. Por último debe anotarse la impresión de funcionalidad que este monumento transmite, como si fuera intención de los arquitectos resaltar las distintas partes del edificio y su respectiva utilidad constructiva.
Respecto al estilo, este monumento debe ser clasificado dentro del arte gótico, como ya queda dicho. De entrada hay que rechazar que se erigiera en el revival del estilo en el siglo XIX o en el XX, porque ningún arquitecto neogótico trazaría una fachada con dos torres distintas. Esta desigualdad es producto de un cambio de proyecto, consecuencia de los retrasos en concluir la obra. Con todo, no se pueden rechazar intervenciones constructivas realizadas en esos dos siglos, de acuerdo con forma «purista» con la que entonces se entendía la restauración.
Desechada la opción historicista, queda como única opción el gótico «genuino». El monumento se puede encuadrar en la fase de plenitud de estilo –denominando gótico radiante «rayonnant»- por la pronunciada esbeltez de sus proporciones, por el amplio espacio concedido a la vidriera y por la simplicidad de los motivos de la tracería.
El gótico radiante se desarrolla en el segundo y tercer tercio del siglo XIII y en la primera mitad del siglo XIV. Hay que hacer notar que la torre de la derecha, por la flecha calada y su profusión decorativa pertenece a otro período del estilo, en concreto, el llamado gótico flamígero (flamboyant), que abarca desde la segunda mitad del siglo XIV hasta su ocaso en el siglo XVI.
Pasando a la identificación, esta obra es la catedral de León, erigida en lo fundamental entre 1255 y 1302. De esta etapa constructiva se conocen los nombres de los maestros Simón, Enrique y Juan Pérez. La torre de la derecha fue concluida en la segunda mitad del siglo XV por los maestros Jusquin y Álvaro Ramos.
Esta catedral está advocada a Santa María de la Regla. Sus medidas aproximadas son 90 metros de largo (en la nave central) por 40 metros de ancho (en el transepto). La altura de la bóveda de la nave central alcanza los 30 metros y asciende hasta los 12 metros en las laterales. Por último, la torre de la izquierda se eleva hasta los 64 metros, siendo superada por la de la derecha, la cual roza los 67 metros.
Para situar el monumento en su contexto histórico, social, político y religioso señalemos que el arte gótico surge en Francia en la segunda mitad del siglo XII, como evolución del románico. La distribución geográfica de este estilo es muy amplia, extendiéndose por toda Europa, con la excepción de los Balcanes. Las cruzadas llevaron este estilo a la isla de Chipre. Por otra parte, la expansión colonial de españoles y portugueses extenderán este estilo por Canarias y algunos territorios de África o América que se colonizan a finales del XV y principios del XVI.
La cronología de este estilo abarca, pues, desde la segunda mitad del siglo XII hasta la primera del XVI, época en el que va a ser lentamente reemplazado por el renacimiento. Este cambio ya se había realizado con una centuria de adelanto en los estados italianos. En la península ibérica el gótico convive con el arte nazarí (desarrollado en el reino de Granada) y con el mudéjar, que más que un estilo es una fusión entre el arte gótico y el musulmán.
El mundo del gótico se caracterizaba por una economía ruralizada, bien que las ciudades o burgos fueron adquiriendo cada vez una mayor importancia. En las urbes se concentraba la artesanía y el comercio. Esta es una etapa de expansión económica centrada en las ferias y en el auge de las rutas comerciales, bien que entre los siglos XIV y XV se vivió una importante crisis demográfica, económica y social,
La sociedad estaba configurada en estamentos o grupos sociales a los que se accedía por nacimiento, salvo el clero. Los privilegiados eran la nobleza y el clero y los no privilegiados (villanos) eran un grupo muy heterogéneo (burgueses, artesanos y campesinos). Los burgueses y comerciantes adquirieron en esta época una importancia creciente.
El régimen político imperante era la monarquía hereditaria. Las luchas entre los nobles y los monarcas acabarán con la recuperación de la autoridad real, ya que la burguesía apoyaba al rey en sus conflictos con la aristocracia.
Respecto a la religión, en este período el Occidente Europeo sigue las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia ayudaba al rey en el gobierno y la administración, controlaba la educación, la cultura y la producción artística. Por lo demás al administrar los sacramentos, su influencia se dejaba sentir con fuerza en la vida privada. En esta época, el resurgimiento de la vida urbana promueve la construcción de catedrales y el auge de las órdenes mendicantes, especialmente los franciscanos y los dominicos. Con todo, la iglesia católica pierde en la crisis del siglo XIV parte de su prestigio, principalmente por el Cisma de Occidente.
Socialmente, a los arquitectos, al igual que a los escultores o a los pintores, no se les guardaba ninguna valoración especial, y se les consideraba simples artesanos. Por esta circunstancia se organizaban en gremios, incluyéndose los arquitectos entre los canteros y albañiles. La producción artística era considerada como un mero trabajo mecánico y manual, en el que sólo importaba la destreza, a diferencia de las artes liberales (la Gramática, la Retórica, la Dialéctica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía) en las que se hacía precisa la aplicación del intelecto. Con todo, algunos artistas alcanzaron la celebridad, especialmente a finales de la Edad Media. A diferencia de los maestros del románico, a los arquitectos de las catedrales góticas no se les exigía habilidad en la escultura, bien que se esperaba de ellos el que fueran capaces de suministrar diseños a escultores y pintores.
Volviendo al edificio que nos ocupa, hay que señalar que la catedral leonesa presenta una larga historia constructiva, pues a la catedral actual la precedieron otras dos y, además, hay noticias de otras edificaciones que, previamente, habrían ocupado ese mismo sector de la ciudad.
Su historia comienza en el año 856, cuando el rey asturiano Ordoño I repuebla la ciudad de León y se erige un palacio sobre solas ruinas de unas termas romanas. El solar se hallaba adosado a las murallas de la ciudad y controlaba una de las puertas de la misma. Por tanto más que de palacio debía hablarse de alcázar. Por otra parte este relevante papel en la fortificación de la ciudad van a heredarlo las sucesivas catedrales que ese levanten en este espacio, incluida la gótica.
En el año 876 el mismo monarca restaura la diócesis de León, debiéndose construir una primera catedral. Su situación era bastante singular, pues se emplazaba extramuros de la ciudad, donde hoy se alza la iglesia de San Pedro de los Huertos, en el recinto de un monasterio, pues los canónigos vivían en comunidad, ya que de de hecho eran monjes. Por la documentación de la época sabemos que estaba consagrada a Santa María y a San Cipriano y que debía situarse donde se hoy se alza la parroquia de San Pedro de los Huertos. Constructivamente debía ser una obra de poco empaque, lo que motivó su traslado al solar actual. Recuérdese que la diócesis estaba recién fundada en una región entonces fronteriza, despoblada y convertida en verdadera tierra de nadie.
Ese traslado se produjo en el año 916, cuando Ordoño II, nieto del repoblador de León, cedió el palacio a la Iglesia para que fuese transformada en catedral, según parece en agradecimiento a su triunfo sobre el ejército de Abderramán III en la batalla de Castromoro (más conocida como «de San Esteban de Gormaz»), victoria que había sucedido ese mismo año. El cabildo trasladó la sede del primer templo de la diócesis, pero conservó su forma de vida monacal. En el 952 la nueva catedral aparece ya advocada a «Santa María de la Regla» en clara alusión a la regla monástica con la que se organizaba el clero catedralicio.
Poco es lo que se sabe sobre esta catedral, y casi todo está sujeto a grandes incertidumbres. Así los historiadores dudan si el estilo de esta catedral primitiva era el asturiano o el mozárabe. También está sujeto a debate si se demolió el palacio para erigir el templo o bien las obras se limitaron a adaptar parte de esta construcción al uso religioso, en particular el aula regia o salón del trono. Otro tema de discusión es el alcance de los daños que esta iglesia sufriría en los sucesivos ataques que Almanzor lanzó contra la capital del reino de León en el último cuarto del siglo X. Según las crónicas, en la campaña más destructiva (¿994?) la ciudad entera había quedado completamente destruida. No obstante, la historiografía actual cree que si el templo (y la ciudad) sufrieron daños en éste o en otros asaltos, el estrago no sería muy importantes, pues consta que en 999 la catedral fue el escenario de la coronación de Alfonso V de León.
Esta primera catedral debía ser una construcción poco esplendorosa, circunstancia que unida a la renovación artística que trajo el románico, motivó su derribo en 1067, construyéndose el nuevo templo con bastante presteza pues fue consagrado seis años más tarde. Se supone que esta nueva seo debía asemejarse a la iglesia de San Isidoro de la misma ciudad, templo que acababa de ser reconstruido.
Se suponía que este templo románico, del que se ha conservado la impronta de sus cimientos y algunos restos, debía ser la antecesora de la seo actual, pero una cita de «La Crónica de España» de Lucas de Tuy señala que el obispo leonés don Manrique de Lara había iniciado las obras de una nueva catedral, acontecimiento que debió suceder en el tránsito del siglo XII al XIII. La opinión más aceptada por los historiadores actuales es que estas obras debieron comenzar antes, en torno al 1180, y que su campaña constructiva se prolongó durante buena parte del siglo XIII. Se conocen el nombre de dos maestros: Pedro Cibriánez y Pedro Esteban.
Se cree que el estilo empleado era el tardorrománico, o más bien el protogótico, similar al que caracteriza las catedrales de Ávila, Burgo de Osma o Sigüenza. Tal vez poseyera un cimborrio de aire bizantino, como otros templos del reino de León (catedrales de Zamora y Salamanca, colegiata de Toro) y diócesis cercanas (catedrales de Plasencia y de Évora).
Este edificio debía estar prácticamente concluido cuando se iniciaron las obras de la catedral actual. Se desconocen a ciencia cierta, las razones que decidieron este brusco cambio, y que supuso que la seo tardorrománica tuvo que ser demolida para dar paso a la nueva. Tal vez una nueva renovación estilística, la del gótico, el inicio del reinado de Alfonso X, la mejoría de la economía del obispado (la diócesis fue declarada definitivamente exenta en 1250) y la larga prelatura del obispo don Martín Fernández (1254-1289) expliquen esta decisión de construir una nueva catedral. Hay que señalar que don Martín Fernández simultaneaba su dignidad eclesiástica con el cargo de notario real y que gozaba de la amistad del monarca, sabiendo atraerse el favor regio en cuantas ocasiones pudo para recabar fondos con destino a la obra.
La nueva catedral, pues debió iniciarse en torno a 1250 (bien que algunos historiadores adelantan la fundación a 1240). En cualquier caso, las obras avanzaron con rapidez en el pontificado de don Martín y de sus sucesores, los obispos don Fernando y don Gonzalo Osorio. Bajo este último, en concreto en el año 1303, se restituyeron algunos dineros al cabildo porque la obra «está hoy en buen estado». Se supone que para entonces, aunque todavía faltaban muchos elementos, el buque de la catedral ya estaba en pie, lo que confirma la unidad de su construcción sobre un proyecto único nunca alterado.
Las obras, con todo, se prolongaron durante tres centurias, plazo en las que alternaron etapas de actividad constructiva, con otras en las que poco o nada se construyo. Por otra parte la nueva catedral se fue poblando de sepulcros y otros elementos, en particular la sillería de coro y el retablo mayor. Destaca la la prelatura del obispo Cabeza de Vaca (1440 – 1459) en la que las obras vivieron un notable impulso. Dirigía entonces las obras el maestro Jusquin, que introdujo las formas del gótico flamígero en la catedral. Aparte de sus intervenciones en las fachadas de la catedral, a este arquitecto se deben notables obras de refuerzo (conocidas como «La Silla de la Reina» y «La Limona»), porque la estructura del templo demostraba ya signos de flaqueza.
Se considera que el edificio quedo concluido enteramente en el primera mitad del siglo XVI. Los últimos añadidos se realizaron en un estilo híbrido entre el gótico flamígero y el plateresco desarrollado por Juan de Badajoz «el Viejo» y su hijo Juan de Badajoz «el Mozo».
Sus sucesores tuvieron que afrontar los serios problemas de estabilidad que aquejaban al edificio, causados por la mala cimentación, la delgadez de los apoyos, el mal estribamiento… y sin fin de causas a las que sumó el desconocimiento de la arquitectura gótica que llevó a una serie de intervenciones desafortunadas en los siglos XVII y XVIII. Así, en 1631 el crucero se hundió y el maestro Juan de Naveda lo sustituyó por una cúpula sin tambor. Naturalmente este elemento contribuyó a la ruina de la catedral, sobre todo a partir de 1714, cuando Joaquín de Churriguera hizo aumentar su peso…
Hubo que esperar al reinado de Isabel II para que se afrontaran las primeras restauraciones más o menos científicas, cuando la ruina del edificio parecía inminente. Las obras se iniciaron en 1859, pero de nuevo el desconocimiento sobre el sistema de construcción gótico provocó que las intervenciones no sólo corrigieran los problemas del edificio, sino que los agravaran. Hubo que esperar a 1869 y a las campañas constructivas de Juan de Madrazo y su sucesor Demetrio de los Ríos para que la pervivencia de la catedral quedase asegurada. De todas formas estos arquitectos impusieron un criterio purista que cambió por completo la imagen de la catedral.
Sobre la valoración de este edifico se ha convertido en un lugar común afirmar que de las catedrales hispanas del siglo XIII la de León es la más clásica, la más francesa y la que mejor ha conservado su pureza inicial. Estas afirmaciones, sin dejar de ser ciertas, dan lugar a una serie de equívocos y necesitan ser matizadas.
Para empezar, su adscripción al gótico clásico parece segura si se examinan sus vínculos con la catedral de Reims, y en menor medida, con las de Chartres y la de Amiens. Esta dependencia no se puede discutir, pero habría que añadir que en su alzado y proporciones, León se acerca más a la Sainte-Chapelle, la catedral de Beauvais o la reforma de la abadía de Saint-Dennis emprendida por San Luis.
Con respecto a estos últimos templos no cabe hablar de influencias, sino de relaciones mutuas o de convergencia en el afán de aligerar masa y reducir superficies murales. De esta forma, la catedral de León se diferencia de Reims, Chartres y Amiens (y también de Burgos) en que se enmarca ya en el gótico radiante, no en el gótico clásico de las catedrales que la precedieron. Resulta útil comparar nuestro monumento con otras catedrales coetáneas como Colonia, Estrasburgo o Praga, para comprender su genialidad, su audacia, y también, las vicisitudes de su construcción.
El supuesto carácter francés de la catedral legionense, debe ser, igualmente aclarado. Es cierto que las influencias de Reims (en planta), Amiens (en el alzado) y Chartres (en los pórticos) resultan evidentes. Sin embargo otros rasgos que reforzarían su dependencia con modelos galos no parecen tan concluyentes. Así el coro dispuesto inicialmente en el presbiterio se documenta en otros templos españoles del momento (por ejemplo Burgos). Por otra parte la esplendorosa extensión de sus vidrieras no encuentra paralelos en el gótico español, pero no tiene porque interpretarse necesariamente como una copia del gótico francés, puesto que la vinculación compositiva del triforio y del claristorio se desarrolla al otro lado de los Pirineos en fechas muy cercanas a la construcción de la catedral leonesa.
Por lo demás, resulta erróneo creer que la catedral se plantease con las inclinadas cubiertas de los templos franceses, pues los gabletes son añadidos del maestro Jusquin y de las restauraciones de los siglos XIX y XX. Por otra parte, detalles tan relevantes como la colocación de las torres y su segregación de la fachada principal carecen de precedentes en la nación vecina. Igualmente habría que señalar la presencia del claustro, elemento obligado en las seos hispanas y ausente en las francesas. Choca, igualmente, contra la tesis del diseño extranjerizante, el que la catedral de Astorga y otras construcciones vecinas acogieran muchas de las vistosas soluciones constructivas leonesas.
Habría que preguntarse si ese aire de catedral francesa no se debe en gran parte a las mal llamadas restauraciones del siglo XIX, intervenciones que también justifican el tópico de la pureza estilística. Estas obras despojaron a la catedral de su contexto urbano, borraron su vínculo con la fortificación de la ciudad y eliminaron la mayor parte de los añadidos y reformas posteriores al siglo XV.
Los restauradores, por otra parte, se inspiraron en Viollet-le-Duc para restituir las partes perdidas o nunca construidas, con lo cual la relación con el gótico (y el neogótico) francés se reforzó. Si nuestro monumento hubiera conservado sus remates platerescos, la cúpula barroca o el retablo mayor –proyectado nada menos que por Narciso Tomé- no se distinguiría tanto del resto de las catedrales españolas. Habría que discernir, pues, entre la unidad aparente que le dieron las intervenciones de la edad contemporánea y la unidad intrínseca que existe entre la idea primera y su plasmación material.
[Este comentario depende en gran medida (incorpora párrafos enteros) del artículo «La catedral de León; de la verdad histórica al espejismo erudito», presentado por Pedro Navascues Palacio para el congreso sobre medievalismo y neomedievalismo en la arquitectura española, celebrado en Ávila en 1987 e impreso tres años más tarde. A continuación se reproduce un enlace hacia el artículo en cuestión.]
oa.upm.es/9532/1/1_neomedievalismo.pdf
Nos ha sido de mucha utilidad, igualmente, el siguiente esquema cronológico sobre la catedral de León:
www.saber.es/web/biblioteca/libros/la-catedral-de-leon-el...