♪ ♫ Santiago G. C. ♫
La mañana en las calles...
Así lucían las calles antiguas de una Soria matutina, casi dormida o recién despierta en sus primeros pasos... Quería saber cómo se respira en una ciudad así por la mañana, y no me esperaba encontrar calles frescas y perfumadas, lavadas con el mimo y cuidado que dedicaríamos a una casa nueva. Era el silencio de un lugar apacible, sin el estrépito del tráfico desaforado de un autopista.
Aún bajo los pasos de una luz jubilosa y radiante de verano, se percibía la singular atmósfera de una ciudad frondosa y agazapada por el frío.
Esta calma sonora, esta paz natural y poética, no se parece, ni siquiera en vacaciones, a la estampa de soledad y aislamiento de cualquier bulliciosa ciudad española o italiana en estos días de cuarentena. Resulta todo muy extraño, como si viviésemos una realidad ficticia más real que la que vivíamos.
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La mañana en las calles...
Así lucían las calles antiguas de una Soria matutina, casi dormida o recién despierta en sus primeros pasos... Quería saber cómo se respira en una ciudad así por la mañana, y no me esperaba encontrar calles frescas y perfumadas, lavadas con el mimo y cuidado que dedicaríamos a una casa nueva. Era el silencio de un lugar apacible, sin el estrépito del tráfico desaforado de un autopista.
Aún bajo los pasos de una luz jubilosa y radiante de verano, se percibía la singular atmósfera de una ciudad frondosa y agazapada por el frío.
Esta calma sonora, esta paz natural y poética, no se parece, ni siquiera en vacaciones, a la estampa de soledad y aislamiento de cualquier bulliciosa ciudad española o italiana en estos días de cuarentena. Resulta todo muy extraño, como si viviésemos una realidad ficticia más real que la que vivíamos.
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