♪ ♫ Santiago G. C. ♫
A contraluz. Versos de cristal III
En el primer capítulo de la novela "El gatopardo" (1958), Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, cuando retrataba la inmensa estatura del príncipe de Salina -Fabrizio Corbera-, denomina estas lámparas antiguas con el nombre de "arañas", como se conocían desde antaño, pues formaban parte del suntuoso decorado interior palaciego desde el siglo XVIII por toda Europa, a la luz de las velas, y cuyo uso se popularizó en hogares de más modestas dimensiones; aunque a mí su imagen me trae más reminiscencias de candelabros colgantes que de arácnidos.
Bajo dos claraboyas en la escalera, la luz natural transparentaba lágrimas que pendían de cada vela eléctrica de esta luminaria, y esa especie de collar hexagonal de prismas en las líneas perimétricas de sus brazos que, vistos desde un plano nadir, sí que parecían telarañas de lámpara antigua, creando una peculiar atmósfera, entre decimonónica y moderna, por el contraluz en el difuso fondo verde agua del techo y la pared.
A contraluz. Versos de cristal III
En el primer capítulo de la novela "El gatopardo" (1958), Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, cuando retrataba la inmensa estatura del príncipe de Salina -Fabrizio Corbera-, denomina estas lámparas antiguas con el nombre de "arañas", como se conocían desde antaño, pues formaban parte del suntuoso decorado interior palaciego desde el siglo XVIII por toda Europa, a la luz de las velas, y cuyo uso se popularizó en hogares de más modestas dimensiones; aunque a mí su imagen me trae más reminiscencias de candelabros colgantes que de arácnidos.
Bajo dos claraboyas en la escalera, la luz natural transparentaba lágrimas que pendían de cada vela eléctrica de esta luminaria, y esa especie de collar hexagonal de prismas en las líneas perimétricas de sus brazos que, vistos desde un plano nadir, sí que parecían telarañas de lámpara antigua, creando una peculiar atmósfera, entre decimonónica y moderna, por el contraluz en el difuso fondo verde agua del techo y la pared.