Traveler...
Jardin de Luxembourg
Continúan los curiosos azares. La tarde de hoy, andando a lo flâneur por París, ha estado llena. Por la mañana he caminado por la rue Jacob, por la place de Furstenberg, por la rue Bonaparte, por la rue de Saint-Benoît, donde vivía esos años en que vivió en París, todas esas calles suyas de las que ando yo ahora haciendo el recorrido.
Pero en cuanto me he sentado después de comer a tomar café en el Café de Flore y he abierto el libro, me lo topo contándonos del “joven y chiflado huérfano Tomás Moll, que acabó convirtiéndose en toda una institución del Café de Flore”.
Luego, ya puestos a hacer recorridos literarios, he seguido hasta la place de Saint-Sulpice, donde Perec se pasó horas y días fijándose y haciendo una relación de todas las cosas que ahí pasan; y después hasta el Museo de Luxemburgo, para ver la maravillosa exposición de Filippo Lippi y su hijo Filippino (que me ha interesado mucho menos que el padre). Cuando me he sentado a seguir leyendo un rato en el café del Museo, Vila-Matas nos iba contando de la investigación del joven Moll sobre Baroja, que vivió en París unos años, “en su infame habitación del horrendo Hotel Bretonne de la calle Vaugirard. ¨Precisamente a cuatro pasos de allí¨, me comentó aquel día el joven Moll en el Flore, ¨también en la rue Vaugirard, en duro contraste entre la literatura española y la norteamericana, en un maravilloso apartamento del número 58, vivían rodeados de glamour Scott Fitzgerald y Zelda. Baroja, en cambio, lo hacía en un sórdido cuarto con la cama entrada en la pared¨ ”. Me han echado en ese momento del café (iban a cerrar, no es que yo los haya mirado mal o les haya molestado que anduviera leyendo a Vila-Matas) y al darme la vuelta para salir, veo que estoy en plena rue Vaugirard, a la altura de los 50s, casi al frente de donde vivían los Fitzgerald en duro contraste con nuestro pobre Baroja.
Y bueno, me he ido a sentarme al Jardín, en una de esas silla que hay por todos lados, frente a unos tulipanes rojos, a seguir leyendo, y ¡zas!, llego a donde cuenta que un día “Nos habíamos encontrado los tres casualmente en la rue de Medicis, a la altura de la librería Corti, y bajo el viento vivo y claro habíamos comenzado a caminar juntos paseando por la gravilla rociada de los caminos del jardín de Luxemburgo”.
Y aunque yo no he visto a Beckett en el Jardín como lo vio Vila-Matas otra mañana de invierno diferente a ésa en que se encontró con Copi y Jeanne Boutade, ni tampoco me he encontrado con Margurite Duras, acelerada porque tiene que verse en el Flore con Peter Brook, ya es un curioso azar que tres veces me siente esta tarde a leer París no se acaba nunca y tres veces Vila-Matas me hable del sito donde yo estoy precisamente.
En fin… Ha estado divertido este recorrido siguiendo el rastro al escritor catalán mientras él se lo sigue a Hemingway. Sin que yo, claro, me crea por todo ello continuador de una serie Hemingway-Vila-Matas-…
Jardin de Luxembourg
Continúan los curiosos azares. La tarde de hoy, andando a lo flâneur por París, ha estado llena. Por la mañana he caminado por la rue Jacob, por la place de Furstenberg, por la rue Bonaparte, por la rue de Saint-Benoît, donde vivía esos años en que vivió en París, todas esas calles suyas de las que ando yo ahora haciendo el recorrido.
Pero en cuanto me he sentado después de comer a tomar café en el Café de Flore y he abierto el libro, me lo topo contándonos del “joven y chiflado huérfano Tomás Moll, que acabó convirtiéndose en toda una institución del Café de Flore”.
Luego, ya puestos a hacer recorridos literarios, he seguido hasta la place de Saint-Sulpice, donde Perec se pasó horas y días fijándose y haciendo una relación de todas las cosas que ahí pasan; y después hasta el Museo de Luxemburgo, para ver la maravillosa exposición de Filippo Lippi y su hijo Filippino (que me ha interesado mucho menos que el padre). Cuando me he sentado a seguir leyendo un rato en el café del Museo, Vila-Matas nos iba contando de la investigación del joven Moll sobre Baroja, que vivió en París unos años, “en su infame habitación del horrendo Hotel Bretonne de la calle Vaugirard. ¨Precisamente a cuatro pasos de allí¨, me comentó aquel día el joven Moll en el Flore, ¨también en la rue Vaugirard, en duro contraste entre la literatura española y la norteamericana, en un maravilloso apartamento del número 58, vivían rodeados de glamour Scott Fitzgerald y Zelda. Baroja, en cambio, lo hacía en un sórdido cuarto con la cama entrada en la pared¨ ”. Me han echado en ese momento del café (iban a cerrar, no es que yo los haya mirado mal o les haya molestado que anduviera leyendo a Vila-Matas) y al darme la vuelta para salir, veo que estoy en plena rue Vaugirard, a la altura de los 50s, casi al frente de donde vivían los Fitzgerald en duro contraste con nuestro pobre Baroja.
Y bueno, me he ido a sentarme al Jardín, en una de esas silla que hay por todos lados, frente a unos tulipanes rojos, a seguir leyendo, y ¡zas!, llego a donde cuenta que un día “Nos habíamos encontrado los tres casualmente en la rue de Medicis, a la altura de la librería Corti, y bajo el viento vivo y claro habíamos comenzado a caminar juntos paseando por la gravilla rociada de los caminos del jardín de Luxemburgo”.
Y aunque yo no he visto a Beckett en el Jardín como lo vio Vila-Matas otra mañana de invierno diferente a ésa en que se encontró con Copi y Jeanne Boutade, ni tampoco me he encontrado con Margurite Duras, acelerada porque tiene que verse en el Flore con Peter Brook, ya es un curioso azar que tres veces me siente esta tarde a leer París no se acaba nunca y tres veces Vila-Matas me hable del sito donde yo estoy precisamente.
En fin… Ha estado divertido este recorrido siguiendo el rastro al escritor catalán mientras él se lo sigue a Hemingway. Sin que yo, claro, me crea por todo ello continuador de una serie Hemingway-Vila-Matas-…