emeritense
Feliz Martes de nubes. Alarcón
La cocina de Alarcón (Cuenca) se aprovecha de las más antiguas costumbres y recetas medievales de La Mancha, adornadas con sabrosas peculiaridades. Son platos casi siempre fuertes, muy especiados, “algo recios”, que dicen por aquí: algo salvajes, que dirían otros.
Además, durante cualquier época, se preparan todo tipo de guisos de corte manchego y al peculiar gusto de Alarcón: Asadillo, Morteruelo, los quijotescos “Duelos y Quebrantos” o platos a base de bacalao de peculiar elaboración como el Tiznao o el Ajo Mortero. Pero, por las dudas, desde estos escondidos, pero nunca ocultos, fogones se puede desvelar alguna receta.
Como el Morteruelo:
Para unos cuatro o cinco comensales sería preciso disponer de la cuarta parte de una liebre y otro tanto de un conejo; media perdiz y algo de gallina.
Un poco, como 200 gramos, de jamón, y otro tanto de hígado y de panceta.
Y, luego, aceite, sal, pimienta, alcaravea y algunos que otros secretos que el cocinero jamás revelará por la cuenta que le tiene.
Tras unas tres horas de cocción, a fuego lento siempre, se prepara un refrito con lo antes dicho. Y, tras la espera, a la mesa.
(Paradores)
Feliz Martes de nubes. Alarcón
La cocina de Alarcón (Cuenca) se aprovecha de las más antiguas costumbres y recetas medievales de La Mancha, adornadas con sabrosas peculiaridades. Son platos casi siempre fuertes, muy especiados, “algo recios”, que dicen por aquí: algo salvajes, que dirían otros.
Además, durante cualquier época, se preparan todo tipo de guisos de corte manchego y al peculiar gusto de Alarcón: Asadillo, Morteruelo, los quijotescos “Duelos y Quebrantos” o platos a base de bacalao de peculiar elaboración como el Tiznao o el Ajo Mortero. Pero, por las dudas, desde estos escondidos, pero nunca ocultos, fogones se puede desvelar alguna receta.
Como el Morteruelo:
Para unos cuatro o cinco comensales sería preciso disponer de la cuarta parte de una liebre y otro tanto de un conejo; media perdiz y algo de gallina.
Un poco, como 200 gramos, de jamón, y otro tanto de hígado y de panceta.
Y, luego, aceite, sal, pimienta, alcaravea y algunos que otros secretos que el cocinero jamás revelará por la cuenta que le tiene.
Tras unas tres horas de cocción, a fuego lento siempre, se prepara un refrito con lo antes dicho. Y, tras la espera, a la mesa.
(Paradores)