LA HUELLA DEL TIEMPO
Ayer se celebró en Portugal, cerca de la frontera con Zamora, la romería de “Nuestra señora de la Riberiña”, fiesta de carácter popular que comparten hermanados los vecinos de los pueblos de esa zona y los de la comarca zamorana de Aliste.
Vi a esta señora portuguesa, con el rostro surcado por el arado del tiempo, junto a la ermita, y le pregunté si me permitía hacerle una foto. Ante mi asombro comenzó a darme las gracias efusivamente; y me regaló su mirada y su sonrisa. Me emocionó. Yo le transmití mi sentimiento con un beso y un abrazo. Ella también se emocionó.
He quedado en llevarle las fotos el próximo año, así que espero que para entonces, las dos sigamos aún vivas.
Para ella y para todos nuestros mayores mi humilde homenaje, lleno de respeto y cariño.
Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
Gioconda Belli
LA HUELLA DEL TIEMPO
Ayer se celebró en Portugal, cerca de la frontera con Zamora, la romería de “Nuestra señora de la Riberiña”, fiesta de carácter popular que comparten hermanados los vecinos de los pueblos de esa zona y los de la comarca zamorana de Aliste.
Vi a esta señora portuguesa, con el rostro surcado por el arado del tiempo, junto a la ermita, y le pregunté si me permitía hacerle una foto. Ante mi asombro comenzó a darme las gracias efusivamente; y me regaló su mirada y su sonrisa. Me emocionó. Yo le transmití mi sentimiento con un beso y un abrazo. Ella también se emocionó.
He quedado en llevarle las fotos el próximo año, así que espero que para entonces, las dos sigamos aún vivas.
Para ella y para todos nuestros mayores mi humilde homenaje, lleno de respeto y cariño.
Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
Gioconda Belli