VAPORES DEL OCASO
Atardecer sobre las desoladas ruinas del castillo de Castrotorafe, , en las orillas del río Esla (afluente del Duero), en la provincia de Zamora. Fue una villa medieval muy importante en la Ruta de la Plata.
¡Hora de bendición, hora de calma,
cuánto places al alma!
Los recuerdos de un bien desvanecido
ha largo tiempo ya, su faz doliente
levantan de los muros del olvido
y a reposarse vienen en mi frente.
Con dulce y melancólica sonrisa
a mí se acercan los fantasmas bellos,
y juegan al pasar con mis cabellos
como ligera y perfumada brisa.
Y se alejan después, y mis deseos
su vuelo siguen con alado paso,
mientras en los vapores del ocaso
me fingen mis primeros devaneos:
Sueños de dicha, aspiración de gloria;
de amor, poemas dulces, ignorados;
pueblos libres; tiranos destronados...
¡Quimeras que aún adora mi memoria!
Y se acercan de nuevo en leve giro,
besando al paso mi abrasada frente,
mientras la luz, que muere en occidente,
me envía un melancólico suspiro.
¡Cuánto places al alma,
hora de bendición, hora de calma!
G. Biest Gana
VAPORES DEL OCASO
Atardecer sobre las desoladas ruinas del castillo de Castrotorafe, , en las orillas del río Esla (afluente del Duero), en la provincia de Zamora. Fue una villa medieval muy importante en la Ruta de la Plata.
¡Hora de bendición, hora de calma,
cuánto places al alma!
Los recuerdos de un bien desvanecido
ha largo tiempo ya, su faz doliente
levantan de los muros del olvido
y a reposarse vienen en mi frente.
Con dulce y melancólica sonrisa
a mí se acercan los fantasmas bellos,
y juegan al pasar con mis cabellos
como ligera y perfumada brisa.
Y se alejan después, y mis deseos
su vuelo siguen con alado paso,
mientras en los vapores del ocaso
me fingen mis primeros devaneos:
Sueños de dicha, aspiración de gloria;
de amor, poemas dulces, ignorados;
pueblos libres; tiranos destronados...
¡Quimeras que aún adora mi memoria!
Y se acercan de nuevo en leve giro,
besando al paso mi abrasada frente,
mientras la luz, que muere en occidente,
me envía un melancólico suspiro.
¡Cuánto places al alma,
hora de bendición, hora de calma!
G. Biest Gana