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Tía Encarnita y las entidades bancarias.

Miraba mis zapatos y estaban suficientemente relucientes. El nudo de la corbata en su sitio. La camisa me tiraba, los kilos me habían cogido cariño y no querían abandonar su confortable hogar. Seguía esperando en la cola del Banco.

Una explosión de afectividad se oyó a mis espaldas.

 

-¡Pero que haces por aquí a estas horas!- ¿cómo no? Era mi Tía Encarnita.

 

-Pues mira, vengo por unos asuntillos financieros.

 

-Yo simplemente vengo a ver mi pensión.

 

-¿Ver?.¿Físicamente?

 

-Por supuesto, vengo cada día 1 a que me enseñen los billetes que ya tenía en mi cuenta y los que han ingresado nuevos.

 

"Pues los empleados deben estar contentos". Pensé.

 

-Aprovechando que tenemos cola para un ratillo, te voy a contar una historia. La oí no hace mucho, creo que me la contó Marcel.lí. ¿Te acuerdas de él?

 

-Como no.- no tenía ninguna vía de evasión.

 

-Mira, la historia transcurre en un pueblecito de la montaña. El pequeño y único hostal del pueblo, recibió una reserva telefónica de alguien de la capital: “¿Dos personas para el fin de semana a media pensión?”. El posadero, hombre prudente, les pidió algún dinero a cuenta de la reserva. ¿Me estas escuchando?

 

-Si, claro que si.

 

-Más te vale. A ver si aprendes algo. El ciudadano le envió un billete de 200 euros. Al recibirlos, el dueño del establecimiento pensó: “Con este dinero podré saldar la cuenta que tengo con el carnicero y así saldo la deuda”.

 

El brillo en los ojos y el planteamiento de la anciana empezaban a capturar la atención de la gente que nos rodeaba.

 

-Bien. Al pagar al carnicero, este pensó: “ Estupendo, con este billete, liquido la factura del albañil que me arregló la puerta del almacén”. ¿Me sigues?

 

Asentí con la cabeza. La gente, sin ningún tipo de disimulo, ya había formado un corrillo alrededor de la menuda anciana.

 

-Continuemos. El albañil pensó: “Este dinero es el que debo al hostelero de la cena del día de mí cumpleaños ”. Y fue a pagar los 200 euros.

 

Aquí introdujo una larga pausa.

 

-Bonita historia- dije al rato para romper el silencio- Es una mezcla de cuento y parábola.

 

La gente empezaba a dispersarse. Entre asentimientos y sonrisas se dirigían hacia sus correspondientes ventanillas. Fue entonces cuando una sonora queja rebotó por todo el local.

 

-¿Quién ha dicho que ya esta?. ¿Es que no queréis saber como acaba?

 

Todos se arremolinaron de nuevo entorno a la abuelita.

 

-Lo dais todo por supuesto y así nos va. Estábamos en el Hostal. ¿De acuerdo?- toda la sala asintió con la cabeza –... y en ese momento ... ¡Ring, ring, ring…! El dueño descuelga suavemente el auricular del teléfono. Era el hombre de la reserva, y dijo: “Mire es que nos ha salido una urgencia y no podremos venir ese fin de semana, es posible recuperar la cantidad que he avanzado”.”Como no". Respondió. "Yo se lo hago llegar”.

 

El silencio se paseó por toda la sala.

 

-¿Habéis entendido algo?.– nadie respiraba - Mira, haz cuentas. ¿Cuantas deudas se zanjaron con el mismo billete? Solamente cambio de manos para acabar en el bolsillo original. El hostelero, el carnicero, el albañil...

 

Solo se oía el aire acondicionado y el bip, bip de un teléfono lejano.

 

-¿Sabes la diferencia entre la realidad y el cuento?.¡Los intermediarios!.¡Los bancos!. Comisiones, amortizaciones, intereses, fondos de inversión...

 

La evacuación de aquel Banco fue de record olímpico, las puertas giratorias generaron un tornado urbano de categoría F2. Solo quedó la Tía frente a una ventanilla a la espera de ver los billetes de su cuenta.

 

 

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Uploaded on October 18, 2011
Taken on August 11, 2009