sinplanb
Tía Encarnita ayudó a un prófugo.
Me encontré a la Tía Encarnita sentada en un jardín. Tenia la mirada perdida y la expresión triste.
Me acerque para ver que le pasaba.
- Hola Tía, ¿Cómo estas?. ¿Te encuentras bien?.
-Si, solo estoy un poco afectada. Me he cruzado con el pobre Adolfo. Pobre hombre, una película le arruino la vida.
La mire en silencio.
-Ocurrió una mañana soleada, de esto hará unos años, era temprano. Adolfo caminaba alegremente por la calle, periódico bajo el brazo, sonrisa radiante y una bolsa de bollos. Llevado por su estado de euforia, silbaba la musiquilla del “El puente sobre el río Kwai”.
Una lágrima recorrió su mejilla.
-El pobre no vio que ellos estaban allí. Apostados y embozados esperaban al acecho en una esquina, la cuadrilla de la SGAE, estaban alerta. Se abalanzaron sobre él. Eran doce. Lo tumbaron en el suelo entre cuatro y lo inmovilizaron. El más alto del grupo, dijo con voz atronadora: “Esta melodía esta bajo nuestra custodia, paga el tributo”.
Le deje mi pañuelo, esta realmente consternada.
-Pobre Adolfo, era tan jovial. Intento explicar que el no sabía nada, que no llevaba dinero ... todo inútil. El Jefe habló de nuevo: “O pagas el diezmo, seis doblones, o vas a las mazmorras”. Pero lo peor vino después. Pobres críos.
Tal y como estaba la Tía, empecé a pensar que aquello no era fruto de su imaginación.
-Por una calle adyacente apareció un efervescente grupo de escolares. Sin aviso empezaron a tararear “Aibo, aibo al cole a estudiar...”. La cuadrilla se quedó petrificada, un brillo gélido surgió de la mirada del Jefe y grito “Blancanieves, Disney, esta bajo nuestro custodia”. Se incorporaron inmediatamente. Abandonaron su presa y se precipitaron sobre los pobres chiquillos. Me acerque al maltrecho Adolfo, lo ayude a incorporarse y huimos rápidamente del lugar.
Vi a la Tía cansada y la acompañé a su casa. De camino, acabo la historia.
-Al ver nuestra huida, el Jefe grito desde el otro lado de la calle, “¡Alto!.¡Detente!. Te encontraremos, no tienes lugar donde esconderte y Vd. abuela esta ayudando a un prófugo”. Al día siguiente, toda la ciudad estaba inundada de carteles con el retrato-robot de Adolfo y el texto “Wanted – Se busca”. El pobre fugitivo tuvo que abandonar a su familia, su trabajo, sus amigos... Anteayer lo vi vagando por la ciudad, que pena de vida maltrecha. Y aquellos los niños. ¿Que sería de ellos?.
Tía Encarnita ayudó a un prófugo.
Me encontré a la Tía Encarnita sentada en un jardín. Tenia la mirada perdida y la expresión triste.
Me acerque para ver que le pasaba.
- Hola Tía, ¿Cómo estas?. ¿Te encuentras bien?.
-Si, solo estoy un poco afectada. Me he cruzado con el pobre Adolfo. Pobre hombre, una película le arruino la vida.
La mire en silencio.
-Ocurrió una mañana soleada, de esto hará unos años, era temprano. Adolfo caminaba alegremente por la calle, periódico bajo el brazo, sonrisa radiante y una bolsa de bollos. Llevado por su estado de euforia, silbaba la musiquilla del “El puente sobre el río Kwai”.
Una lágrima recorrió su mejilla.
-El pobre no vio que ellos estaban allí. Apostados y embozados esperaban al acecho en una esquina, la cuadrilla de la SGAE, estaban alerta. Se abalanzaron sobre él. Eran doce. Lo tumbaron en el suelo entre cuatro y lo inmovilizaron. El más alto del grupo, dijo con voz atronadora: “Esta melodía esta bajo nuestra custodia, paga el tributo”.
Le deje mi pañuelo, esta realmente consternada.
-Pobre Adolfo, era tan jovial. Intento explicar que el no sabía nada, que no llevaba dinero ... todo inútil. El Jefe habló de nuevo: “O pagas el diezmo, seis doblones, o vas a las mazmorras”. Pero lo peor vino después. Pobres críos.
Tal y como estaba la Tía, empecé a pensar que aquello no era fruto de su imaginación.
-Por una calle adyacente apareció un efervescente grupo de escolares. Sin aviso empezaron a tararear “Aibo, aibo al cole a estudiar...”. La cuadrilla se quedó petrificada, un brillo gélido surgió de la mirada del Jefe y grito “Blancanieves, Disney, esta bajo nuestro custodia”. Se incorporaron inmediatamente. Abandonaron su presa y se precipitaron sobre los pobres chiquillos. Me acerque al maltrecho Adolfo, lo ayude a incorporarse y huimos rápidamente del lugar.
Vi a la Tía cansada y la acompañé a su casa. De camino, acabo la historia.
-Al ver nuestra huida, el Jefe grito desde el otro lado de la calle, “¡Alto!.¡Detente!. Te encontraremos, no tienes lugar donde esconderte y Vd. abuela esta ayudando a un prófugo”. Al día siguiente, toda la ciudad estaba inundada de carteles con el retrato-robot de Adolfo y el texto “Wanted – Se busca”. El pobre fugitivo tuvo que abandonar a su familia, su trabajo, sus amigos... Anteayer lo vi vagando por la ciudad, que pena de vida maltrecha. Y aquellos los niños. ¿Que sería de ellos?.