sinplanb
Tia Encarnita y mis pesadillas.
Aquel domingo no dormí bien. Cansado de dar vueltas en la cama, decidí levantarme temprano y salí a buscar el periódico.
En el camino me cruce con Tía Encarnita.
-Buenos días.¿Qué haces tan pronto?.- me preguntó- Yo he quedado para dar un tranquilo paseo matinal.
- No he descansado bien y he decido aprovechar el día desde primera hora. Ahora recuerdo que incluso he tenido pesadillas en la que estaba en medio de caballos, rodeos, cowboys, tiros y estampidas.
La Tía me miró y sonrió.
-Eso es culpa de Bonanza. Demasiada tele de crío. Cuando eras un mocoso de pantalón corto y rodillas peladas, tenias una veneración especial por los Cartwright. A la que se
acercaba la hora de la Ponderosa, todos los chavales os repartíais por las casas que tenían televisor. Tú eras el que entraba primero en mi casa, aún no se había acabado de quemar el mapa de la introducción y ya llamabas a la puerta.
Tenía un vago recuerdo, pero como lo decía convencida no quise contradecirla.
-Lo cierto es que no sé que le encontrabas a esa familia. Era del oeste, con un padre viudo patológico (se le morían todas las mujeres), tres hermanos y cocinero. Era todo un patriarcado.
Decidí invitarla a desayunar en una cafetería.
Entramos y pidió:
- Yo solo quiero un “café-con-leche-corto-de-café-descafeinado-de-máquina-con-leche-desnatada-del-tiempo-en-vaso-no-en-taza”.- esperó a que el camarero procesara toda la información y remató- ¡Ah! Con dos sacarinas, revueltas pero no agitadas.
-Volviendo a los vaqueros. El pequeño era un tipo rarísimo. Se llamaba “Pequeño Joe”. Se casó y se fue a vivir a “La casa de la pradera”. De un patriarcado misógino paso a fundar un estricto matriarcado. Mujer y tres hijas. Renuncio a su apellido de soltero, Cartwright, y adopto el de su mujer, Ingalls. Esa casa era el epicentro de todas las penas y desastres del universo.
Apuró el vaso y se levantó. Me dió besos para toda familia y cuando estaba en la puerta se giró y gritó desde el otro lado del local:
-El pobrecillo acabó cogiendo “La autopista hacia el cielo”, todo un personaje el hombre.
¡Si Michael Landon levantará la cabeza!.
Cuando se cerro la puerta, note que me había quedado una sonrisa dibujada en la cara. Ella si que era un personaje.
Tia Encarnita y mis pesadillas.
Aquel domingo no dormí bien. Cansado de dar vueltas en la cama, decidí levantarme temprano y salí a buscar el periódico.
En el camino me cruce con Tía Encarnita.
-Buenos días.¿Qué haces tan pronto?.- me preguntó- Yo he quedado para dar un tranquilo paseo matinal.
- No he descansado bien y he decido aprovechar el día desde primera hora. Ahora recuerdo que incluso he tenido pesadillas en la que estaba en medio de caballos, rodeos, cowboys, tiros y estampidas.
La Tía me miró y sonrió.
-Eso es culpa de Bonanza. Demasiada tele de crío. Cuando eras un mocoso de pantalón corto y rodillas peladas, tenias una veneración especial por los Cartwright. A la que se
acercaba la hora de la Ponderosa, todos los chavales os repartíais por las casas que tenían televisor. Tú eras el que entraba primero en mi casa, aún no se había acabado de quemar el mapa de la introducción y ya llamabas a la puerta.
Tenía un vago recuerdo, pero como lo decía convencida no quise contradecirla.
-Lo cierto es que no sé que le encontrabas a esa familia. Era del oeste, con un padre viudo patológico (se le morían todas las mujeres), tres hermanos y cocinero. Era todo un patriarcado.
Decidí invitarla a desayunar en una cafetería.
Entramos y pidió:
- Yo solo quiero un “café-con-leche-corto-de-café-descafeinado-de-máquina-con-leche-desnatada-del-tiempo-en-vaso-no-en-taza”.- esperó a que el camarero procesara toda la información y remató- ¡Ah! Con dos sacarinas, revueltas pero no agitadas.
-Volviendo a los vaqueros. El pequeño era un tipo rarísimo. Se llamaba “Pequeño Joe”. Se casó y se fue a vivir a “La casa de la pradera”. De un patriarcado misógino paso a fundar un estricto matriarcado. Mujer y tres hijas. Renuncio a su apellido de soltero, Cartwright, y adopto el de su mujer, Ingalls. Esa casa era el epicentro de todas las penas y desastres del universo.
Apuró el vaso y se levantó. Me dió besos para toda familia y cuando estaba en la puerta se giró y gritó desde el otro lado del local:
-El pobrecillo acabó cogiendo “La autopista hacia el cielo”, todo un personaje el hombre.
¡Si Michael Landon levantará la cabeza!.
Cuando se cerro la puerta, note que me había quedado una sonrisa dibujada en la cara. Ella si que era un personaje.