sinplanb
Tía Encarnita ¡En la cárcel!.
Quizás alguno de los flickeros habituales habrá advertido que últimamente mis apariciones son esporádicas.
Todo tiene un motivo y una causa ... ¡Estoy en prisión!.
Aprovecho los descuidos y despistes de mis carceleros para acceder desde su ordenador a esta ventana. Como hoy parecen más distraídos de lo habitual os explicaré mi situación y como he llegado hasta aquí.
Si el relato se interrumpe a medias es que tengo que abortar la comunicación.
Estoy en un penal muy duro. El boceto, obtenido furtivamente, que ilustra el relato os puede sugerir el entorno en el que estoy inmerso. No doy más datos para evitar que me identifiquen y “me corten las alas”, es convienente seguir agazapado tras el seudónimo “Sinplanb”.
Todo empezó hace unos meses cuando un atracador robó a mi anciana tía Encarnita. Transcurridos 15 días telefoneó la policía comunicándole que habían detenido a un individuo con algunos objetos que podían ser suyos.
La acompañe hasta la comisaría.
Era un flamante edificio de nueva construcción. Los políticos de turno habían inaugurado con prisas las dependencias, antes de las ultimas elecciones, pero transcurridos 3 meses aun habían obreros trabajando en su interior.
Nos atendió un policía de paisano y nos mostró los objetos. Ante la satisfacción de mi tía nos pidió que le acompañáramos. Recorrimos un largo pasillo y nos detuvimos junto una puerta. De ella, salieron 4 obreros con el uniforme de una empresa de cristales.
El policía, muy atento, nos explicó:
-Mire Señora, en esa habitación hay una pared cubierta con un cortinaje. El recinto es nuevo, como ha visto salían los operarios que acaban de poner a punto estas instalaciones. Tras la cortina hay un cristal, cuando la abra verá varias personas. Una de ellas es la que tenia sus objetos, señale al autor del robo. Usted las verá a ellas pero ellas no la verán a usted, por el otro lado es un simple espejo. El ladrón en cuestión es un peligroso delincuente. No se preocupe, si lo identifica, inmediatamente entrarán los policías que hay fuera y se lo llevarán detenido. ¿Entramos?
Efectivamente, entramos en una habitación donde una tela cubría la totalidad de una de las paredes. Corrió el telón y una voz surgida de un altavoz resonó por la habitación.
-Reconoce a alguna de esas las personas.
- ¿Cómo que a una?... ¡a las tres!- Exclamó mi tía sin dudar.
No tuve tiempo a pestañear, se abrió la puerta y lo siguiente que recuerdo es estar maniatado, en un calabozo (que parecía más bien una mazmorra) junto a mi tía y el policía de paisano.
El Juez de Guardia no quiso escucharnos, nos acuso de todos los delitos cometidos desde las multas de tráfico de los elefantes de Aníbal hasta hoy.
Desgraciadamente tuvimos un abogado novato que no supo explicar y demostrar al Juez que los obreros habían montado el cristal al revés. Se habían equivocado y la zona de espejo estaba en nuestro lado. Tía Encarnita no mintió, reconoció las personas, era nuestra imagen reflejada en el espejo. ¡Habían instalado el cristal en la posición invertida!
Mi tía, el policía y yo seguimos apelando de tribunal en tribunal con la esperanza que alguien nos escuche, mientras tanto aprovecharé las ocasionales oportunidades que tenga para pasar a saludaros.
Disculpad si en alguna ocasión no presto suficiente atención a vuestros trabajos y mis comentarios son breves y escasos, la clandestinidad tiene estos inconvenientes.
Tía Encarnita ¡En la cárcel!.
Quizás alguno de los flickeros habituales habrá advertido que últimamente mis apariciones son esporádicas.
Todo tiene un motivo y una causa ... ¡Estoy en prisión!.
Aprovecho los descuidos y despistes de mis carceleros para acceder desde su ordenador a esta ventana. Como hoy parecen más distraídos de lo habitual os explicaré mi situación y como he llegado hasta aquí.
Si el relato se interrumpe a medias es que tengo que abortar la comunicación.
Estoy en un penal muy duro. El boceto, obtenido furtivamente, que ilustra el relato os puede sugerir el entorno en el que estoy inmerso. No doy más datos para evitar que me identifiquen y “me corten las alas”, es convienente seguir agazapado tras el seudónimo “Sinplanb”.
Todo empezó hace unos meses cuando un atracador robó a mi anciana tía Encarnita. Transcurridos 15 días telefoneó la policía comunicándole que habían detenido a un individuo con algunos objetos que podían ser suyos.
La acompañe hasta la comisaría.
Era un flamante edificio de nueva construcción. Los políticos de turno habían inaugurado con prisas las dependencias, antes de las ultimas elecciones, pero transcurridos 3 meses aun habían obreros trabajando en su interior.
Nos atendió un policía de paisano y nos mostró los objetos. Ante la satisfacción de mi tía nos pidió que le acompañáramos. Recorrimos un largo pasillo y nos detuvimos junto una puerta. De ella, salieron 4 obreros con el uniforme de una empresa de cristales.
El policía, muy atento, nos explicó:
-Mire Señora, en esa habitación hay una pared cubierta con un cortinaje. El recinto es nuevo, como ha visto salían los operarios que acaban de poner a punto estas instalaciones. Tras la cortina hay un cristal, cuando la abra verá varias personas. Una de ellas es la que tenia sus objetos, señale al autor del robo. Usted las verá a ellas pero ellas no la verán a usted, por el otro lado es un simple espejo. El ladrón en cuestión es un peligroso delincuente. No se preocupe, si lo identifica, inmediatamente entrarán los policías que hay fuera y se lo llevarán detenido. ¿Entramos?
Efectivamente, entramos en una habitación donde una tela cubría la totalidad de una de las paredes. Corrió el telón y una voz surgida de un altavoz resonó por la habitación.
-Reconoce a alguna de esas las personas.
- ¿Cómo que a una?... ¡a las tres!- Exclamó mi tía sin dudar.
No tuve tiempo a pestañear, se abrió la puerta y lo siguiente que recuerdo es estar maniatado, en un calabozo (que parecía más bien una mazmorra) junto a mi tía y el policía de paisano.
El Juez de Guardia no quiso escucharnos, nos acuso de todos los delitos cometidos desde las multas de tráfico de los elefantes de Aníbal hasta hoy.
Desgraciadamente tuvimos un abogado novato que no supo explicar y demostrar al Juez que los obreros habían montado el cristal al revés. Se habían equivocado y la zona de espejo estaba en nuestro lado. Tía Encarnita no mintió, reconoció las personas, era nuestra imagen reflejada en el espejo. ¡Habían instalado el cristal en la posición invertida!
Mi tía, el policía y yo seguimos apelando de tribunal en tribunal con la esperanza que alguien nos escuche, mientras tanto aprovecharé las ocasionales oportunidades que tenga para pasar a saludaros.
Disculpad si en alguna ocasión no presto suficiente atención a vuestros trabajos y mis comentarios son breves y escasos, la clandestinidad tiene estos inconvenientes.