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Piazza del Popolo

Plaza del Popolo de Roma. El origen del nombre de la plaza es incierto: una etimología sostiene que popolo procede del latín populus (álamo), sobre la base de la tradición que afirma que había en la zona un bosque de álamos perteneciente a la cercana tumba de Nerón. Es una noticia histórica, sin embargo, que el papa Pascual II hizo construir cerca de las murallas una capilla a expensas del pueblo (popolo) romano (sobre la cual se construiría posteriormente la actual basílica de Santa María del Popolo): del pueblo era la Virgen, y del pueblo sería la plaza.

La plaza y la puerta homónima son un magnífico ejemplo de «estratificación» arquitectónica, un fenómeno que se ha producido gracias a las continuas alternancias de pontífices, que ordenaban modificaciones o renovaciones de las obras arquitectónicas y urbanísticas.

En la plaza hay tres iglesias. La más antigua es la basílica de Santa María del Popolo, situada al lado de la puerta homónima. Fue construida en el siglo xi por el papa Pascual II sobre el sepulcro de los Domizi, donde fue enterrado Nerón, pero posteriormente fue reconstruida entre 1472 y 1477, durante el pontificado de Sixto IV, por Baccio Pontelli y Andrea Bregno, que le dieron un aspecto esencialmente renacentista. Entre 1655 y 1660 el papa Alejandro VII decidió restaurar la iglesia con un aspecto más enérgico, y encargó las obras a Gian Lorenzo Bernini, que la confirió un claro estilo barroco que se puede apreciar todavía en la actualidad. La iglesia alberga cuadros de gran importancia: hay obras maestras de Caravaggio como la Conversión de san Pablo y la Crucifixión de san Pedro, además de varios frescos de Pinturicchio y la Asunción de Annibale Carracci, junto con las estructuras de Rafael Sanzio y de Bramante y dealgunas esculturas de Andrea Bregno y del propio Gian Lorenzo Bernini, como el magnífico órgano sostenido por dos ángeles de bronce.

Entre 1562 y 1565 Nanni di Baccio Bigio, por encargo del papa Pío IV (Médici), realizó la fachada exterior de la Porta del Popolo. Posteriormente, en 1655, el papa Alejandro VII (Chigi) encargó a Gian Lorenzo Bernini las obras para remodelar la fachada interior y la cornisa superior de la puerta.

En 1573, el papa Gregorio XIII (Boncompagni) colocó en el centro de la plaza una fuente de Giacomo della Porta, una de las dieciocho nuevas fuentes proyectadas tras la restauración del Aqua Virgo. En 1589, el papa Sixto V (Felice Peretti) erigió en el centro de la plaza el gran Obelisco Flaminio, de 24 metros de altura, construido en la época de los faraones Ramsés II y Merenptah (1232-1220 a.C.), llevado a Roma por Augusto y colocado previamente en el Circo Máximo. Domenico Fontana trasladó la fuente de Della Porta al inicio de la Via del Corso.

Las dos «iglesias gemelas», como son llamadas Santa Maria in Montesanto (1675) y Santa Maria dei Miracoli (1678), fueron construidas por voluntad de Alejandro VII, pero las obras terminaron después de la muerte del pontífice (1667). Su construcción renovó profundamente el aspecto de la plaza, y constituyeron los dos polos del Tridente, formado por la Via del Corso, la Via del Babuino y la Via di Ripetta. Los dos edificios, que confieren a la plaza un aspecto barroco, fueron iniciados por Carlo Rainaldi y completados por Gian Lorenzo Bernini con la colaboración de Carlo Fontana.

La forma de la plaza no asumió su conformación actual hasta finales del siglo xix. Previamente era una modesta plaza de forma trapezoidal, que se ensanchaba hacia el Tridente. En el momento de la ocupación napoleónica, el aspecto arquitectónico y urbanístico de la plaza fue revisado por el arquitecto neoclásico Giuseppe Valadier, que ya en 1793 había presentado un proyecto que proponía disponer dos cuarteles de caballería a ambos lados de la plaza. Sin embargo, tras la primera invasión de Napoleón (que entró en Roma en 1798 y posteriormente en 1809), los franceses impusieron a Valadier un proyecto de «villa y paseo público», que no pudo ser realizado porque no tenía en cuenta los desniveles del terreno entre el Pincio y la plaza. Tras un segundo proyecto que presentaba el mismo problema, las obras de remodelación se encargaron al arquitecto Berthault, pero tan pronto como los franceses salieron de Roma fue de nuevo Valadier quien realizó el proyecto definitivo. Gracias a su intervención, la plaza asumió su actual forma elíptica en la parte central, completada con una doble exedra, decorada con numerosas fuentes y estatuas, que se extienden hasta la terraza del Pincio y hacia el río Tíber. En 1818 Valadier también retiró la antigua fuente de Giacomo Della Porta, que durante el pontificado de León XII (1822-1829) fue sustituida por una nueva estructura. Valadier continuó su obra de renovación en la zona de las laderas del Pincio, conectando la Piazza del Popolo y la colina con amplias rampas, adornadas con árboles y paseos, que se completaron en 1834. La terraza del Pincio se convirtió así en uno de los paseos más célebres de Roma, frecuentado por el pueblo, la burguesía, la nobleza, el alto clero y por los mismos pontífices.

Roma 18/3/2016

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Uploaded on December 25, 2020