El cardo y el sol.
Un día un cardo le dijo
al sol con cierta desidia:
¡por qué me abrasas, si vivo,
casi como un mendigo,
aquí al borde del camino
tratando de no molestar!
Junto con las florecitas
me quedo en la cuneta,
y tú me miras, me quemas,
y mis agujas aceras,
debido a tu intenso calor.
¡Por qué la tomas conmigo
que todos al pasar me miran
y su mente sólo piensa:
cuidado, te puede picar!
Siempre hay cardos en la vida
que no aprecian su valor,
no saben poner dulzura
y viven con sus espinas
sin descubrir su valor.
El cardo y el sol.
Un día un cardo le dijo
al sol con cierta desidia:
¡por qué me abrasas, si vivo,
casi como un mendigo,
aquí al borde del camino
tratando de no molestar!
Junto con las florecitas
me quedo en la cuneta,
y tú me miras, me quemas,
y mis agujas aceras,
debido a tu intenso calor.
¡Por qué la tomas conmigo
que todos al pasar me miran
y su mente sólo piensa:
cuidado, te puede picar!
Siempre hay cardos en la vida
que no aprecian su valor,
no saben poner dulzura
y viven con sus espinas
sin descubrir su valor.