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Las dos noches pasadas (del 6 al 8 de noviembre) he descansado en el camping de Mehdia, muy cercano a la ciudad de Kenitra. En la primera noche de mi estancia allí, una muy joven pareja me invita a cenar un delicioso bol de pasta caliente en el interior de su furgoneta cámper. Él tiene el pelo medio largo y rizado, y se ha criado en la Isla de la Reunión. Ella también es muy guapa, tiene un cabello ondulado y rubio que le rebasa la cintura, y ha vivido entre Ginebra y California; apenas han dejado atrás la mayoría de edad. Mientras vacío lentamente el bol que me han ofrecido, él se esfuerza en hablarme en inglés, como si lo estuviera practicando, mientras que ella le corrige de vez en cuando, divertida. Ambos son francófonos. Desde las lunas de cristal de su vehículo, y a través de un hueco entre la vegetación, probablemente han observado a ese señor que ha llegado con su bicicleta para instalarse en la parcela vecina y que ha montado su tienda de campaña al tiempo que murmuraba sus pensamientos… De manera que se han decidido a invitarle a cenar sin conocerle de nada; lo cual es un gesto generoso y poco común. Las noches son ahora bastante frescas.

Ayer, un mecánico de bicicletas en Kenitra solucionó mi problema del cambio de los platos instalándome un cable y una funda nuev@s. Además, también me proporcionó un cable de repuesto, enrollado sobre sí mismo. Por un lado, pienso que yo tenía que haber cambiado ese cable. Existen muchos tutoriales en internet en los que se explica cómo hacerlo, paso a paso, y de manera muy sencilla (incluso los hay para sistemas específicos; p. ej Shimano Altus), pero la única manera de aprender es implicándose un@ mismo, aunque sea muy despacio y cometiendo errores: p. ej. calcular mal la longitud de la funda, tensar demasiado el cable, darte cuenta de que todavía no tienes esa herramienta que no sabías que necesitabas ¿un imán de guía? Por cierto, que un problema muy común del no mantenimiento es el de tener que pulsar la maneta derecha dos veces para conseguir un sólo movimiento de la cadena entre los piñones. Esto puede ocurrir porque el cable y/o la funda del mismo están sucios, deteriorados o no están correctamente lubricados.

 

Ahora mismo (8 de noviembre) es mediodía y estoy llegando a Rabat, la capital de Marruecos y lugar de residencia del monarca Mohamed VI, cuyo semblante y torso uniformado es prácticamente omnipresente en este país (a la entrada de cafeterías, teterías, bancos, museos, oficinas, escuelas, comisarías, hoteles, boutiques de alimentación...). Mi conclusión es que Mohamed VI es una figura muy respetada en Marruecos.

Pedaleo cruzando el río Bu Regreg por un moderno puente y admiro a mi izquierda una especie de edificio blanco muy vanguardista (Grand Théatre) y, algo más lejos, un rascacielos acristalado y con forma de llama de mechero. Hace un día templado y agradable y las banderas rojas con su estrella pentagonal verde ondean suavemente a lo largo de las avenidas, entre los paneles de anuncios comerciales. El pavimento es limpio e impoluto, e incluso el tráfico parece más ordenado, civilizado y respetuoso aquí. Parques y parcelas ajardinadas de césped nivelado y palmeras cuidadas, apenas ningún desperdicio entre la vegetación. Teniendo en cuenta lo que he visto durante la última semana, el presente panorama me resulta asombroso. Me adentro en una especie de Kasbah de calles estrechas y pintadas de blanco y azul celeste, en busca de alguna tienda de alimentación. Un muchacho se me acerca despacio, de una manera disimulada y me susurra: ¿Hachís? A lo que yo niego con la cabeza y con una mueca que parece una sonrisa.

Veo no pocas mujeres jóvenes, sin pañuelo y con el cabello suelto, maquilladas, vestidas con blusas y pantalones, o llevando gafas de sol, a veces caminan solas o consultan sus tfnos. Con aire distraido. Hombres bien vestidos, a menudo trajeados y de semblante frío, manteniendo largas conversaciones de móvil o portando una maleta de oficina. Estudiantes universitarios, que charlan, ríen y se comportan como los de cualquier universidad europea. Y por supuesto gente de todas las edades, niñ@s, ancianos, de apariencia más tradicional, y pequeños retazos de pobreza en algún rincón, si se quiere mirar con más detalle.

Rótulos y traducciones en lengua bereber, reivindicada como emblema cultural, identitario, nacional...

Un amigo mío y su pareja han estado recientemente aquí en Rabat de vacaciones. Mi amigo sabe disfrutar como nadie de las riquezas arquitectónicas, culinarias, culturales y artísticas de una gran ciudad, y en este caso de una capital como es Rabat. En este sentido, yo soy una persona tosca e impaciente. Aun así, él no pierde la esperanza y me recomienda un restaurante que ambos habían disfrutado durante su estancia en la misma ciudad. www.instagram.com/jeremypuskus/

 

Esa misma tarde (del 8 de noviembre), me acerco al Decathlon de Rabat a comprar dos cartuchos de butano (C4H10) para mi hornillo Campingaz, y que desafortunadamente solo puedo encontrar en dicho establecimiento. Seguidamente, en el mismo aparcamiento del centro comercial, meriendo pan con nueces, dátiles y un plátano, cual vagabundo, y me dispongo a iniciar la búsqueda de un lugar donde pasar la noche.

Un rato después estoy a la entrada de un bonito parque de uso público a las afueras de Rabat. Los dos guardas del parque me permiten acampar en uno de los limpios rincones herbáceos del lugar, aunque me piden que por favor me marche justo después del amanecer. Y una vez montada la tienda, ya de noche, me caliento unos noodles en agua con ayuda del hornillo, y los acompaño con porciones de queso, una manzana y una zanahoria cruda. Pienso en ese restaurante que me ha recomendado mi amigo...

No estoy comiendo apenas carne estos días, y mi sustento de proteína animal consiste tan sólo en huevos, queso y algo de atún enlatado, aspecto de mi dieta que se mantendrá a lo largo de las próximas semanas. Un gato me observa desde la oscuridad, más allá del haz de mi frontal, maullando lastimeramente, muy paciente, y cuando le ilumino durante unas décimas de segundo sus pupilas dilatadas reflejan la luz y brillan como las de una fiera. Por norma, no estoy tocando a ningún gato o perro en Marruecos, ya que podrían ser vectores de la rabia.

Al contrario que los perros, los gatos callejeros son bastante respetados aquí, y la gente incluso los mima y los alimenta. Mientras tanto, su población aumenta (en todas las zonas urbanas del mundo), y como depredadores oportunistas que son, desplazan y exterminan a muchas especies de fauna silvestre, más frágiles y especializadas. Por ejemplo, se alimentan de huevos y polluelos de aves que anidan cerca del suelo, o de muchas especies vulnerables de reptiles, anfibios, y pequeños mamíferos, que a su vez se alimentan de diminutos invertebrados. Al mismo tiempo, las poblaciones y diversidad de artrópodos (insectos, arácnidos, miriápodos, y crustáceos en tierra y en el mar), moluscos (caracoles y babosas), gusanos anélidos (lombrices y poliquetos en el mar) y otros grupos de invertebrados están declinando debido, entre otros factores, al empleo global de pesticidas y a la reducción y contaminación de su hábitat natural. El nicho ecológico* de la mayoría de las especies, que comparten con nosotr@s el mismo planeta, se reduce lentamente y de momento sin remisión, como el vaho de nuestro aliento en la superficie de un cristal.

La escena de un dulce gato con un polluelo de jilguero o de petirrojo, una rana común o una salamanquesa adulta en sus fauces... debería quedar impresa en el subconsciente colectivo.

www.nationalgeographic.es/animales/2019/09/que-podemos-ha...

Muy temprano mientras amanece, comienzo a sentir a mi alrededor a los primeros runners que han salido a estirar las piernas. Cuando asomo mi cabeza por la apertura de la tienda, un hombre vestido con chándal y que camina despacio me mira y me saluda.

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Uploaded on January 9, 2024
Taken on November 8, 2023