Jesús Nicolás Sánchez
En el filo
Que la naturaleza resulta a veces dura es algo que hemos comentado y comentaremos en multitud de ocasiones. Hace muy poco lo hacíamos, por ejemplo, con una imagen titulada "Petirrojo" de nuestro compañero Óscar Benavides, y lo vimos perfectamente con las duras fotografías del infanticidio de oso obtenidas por Miguel Benedicto. Pues bien, ahora vemos otra buena muestra en esta otra fotografía. Un herrerillo común (Cyanistes caeruleus) se nos posa en la rama mostrándonos la amputación de dos de los dedos de su pata izquierda, el tercero o central y el cuarto o exterior. Cuando disparas en ráfaga a estos inquietos habitantes de nuestros bosques y jardines no te percatas al principio de estos detalles, pues los pocos segundos que paran en la percha los tienes que dedicar a enfocar velozmente en la cabeza y disparar, al tiempo que intentas encuadrar componiendo con un mínimo de estética. No hay tiempo para nada más en los dos o tres segundos que suelen parar antes de bajar al comedero, aunque lo de parar es un modo de hablar, solamente. Solo cuando ves la fotografía en el ordenador te das cuenta por fin de estos detalles. Un accidente en algún momento pudo costarle la vida, pero su fortaleza y la concurrencia de algo de suerte ha hecho que sobreviva y se desenvuelva con absoluta normalidad. Su hermoso plumaje no deja lugar a las dudas, lo superó. Esto también es espíritu salvaje.
En el filo
Que la naturaleza resulta a veces dura es algo que hemos comentado y comentaremos en multitud de ocasiones. Hace muy poco lo hacíamos, por ejemplo, con una imagen titulada "Petirrojo" de nuestro compañero Óscar Benavides, y lo vimos perfectamente con las duras fotografías del infanticidio de oso obtenidas por Miguel Benedicto. Pues bien, ahora vemos otra buena muestra en esta otra fotografía. Un herrerillo común (Cyanistes caeruleus) se nos posa en la rama mostrándonos la amputación de dos de los dedos de su pata izquierda, el tercero o central y el cuarto o exterior. Cuando disparas en ráfaga a estos inquietos habitantes de nuestros bosques y jardines no te percatas al principio de estos detalles, pues los pocos segundos que paran en la percha los tienes que dedicar a enfocar velozmente en la cabeza y disparar, al tiempo que intentas encuadrar componiendo con un mínimo de estética. No hay tiempo para nada más en los dos o tres segundos que suelen parar antes de bajar al comedero, aunque lo de parar es un modo de hablar, solamente. Solo cuando ves la fotografía en el ordenador te das cuenta por fin de estos detalles. Un accidente en algún momento pudo costarle la vida, pero su fortaleza y la concurrencia de algo de suerte ha hecho que sobreviva y se desenvuelva con absoluta normalidad. Su hermoso plumaje no deja lugar a las dudas, lo superó. Esto también es espíritu salvaje.