Jesús Nicolás Sánchez
Primer aniversario
Tal día como hoy de hace un año se publicaba en el B.O.E. la tan esperada inclusión del lobo (Canis lupus signatus) en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial -el LESRPE- de toda la población española, incluida la que habitaba al norte del río Duero. Aunque la protección que ofrece esta figura es inferior a la aportada por el Catálogo Español de Especies Amenazadas, representa un paso importante para la conservación de la especie. Principalmente por dos razonamientos.
El primero porque unifica el marco legal en todas las Comunidades Autónomas españolas. Era absolutamente injustificable desde el punto de vista biológico y de conservación que se gestionara de modo distinto según decidieran los gobiernos autonómicos; en una comunidad podía estar catalogada en Peligro de Extinción (caso de Andalucía) y en otras se la podía tirotear por diversión (caso de Castilla y León). Era una gestión irracional y psicópata, ya que el mismo ejemplar de lobo que estaba catalogado también en Peligro de Extinción en Portugal, con medidas de conservación y dinero público invertido en su protección, podía cruzar la frontera y caer en un pueblo zamorano a manos de un señorito que había pagado una importante suma de dinero para divertirse. Esto no es un modo de hablar, ha sucedido así.
Y el segundo porque prohibe de facto su caza en todos los supuestos, exceptuando casos suficientemente argumentados en los que las administraciones podrían matar a determinados ejemplares concretos que causaran especial conflicto.
Aquellas viejas políticas rancias de nuestras CCAA, más propias de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos de la época franquista, basadas en el tiro preventivo, en el tiro por diversión o en el tiro por recaudación conseguían normalizar en la sociedad española que "no pasaba nada por matar unos cuantos, que seguía habiendo más lobos". Se educaba en que matar animales es un buen modo de gestionar la naturaleza. Y en el culmen de la perversión dialéctica se llegaba a convencer a la ciudadanía desinformada que gracias a la gestión cinegética había crecido la población de lobos y se había extendido por más territorios. Si matar ayuda a que haya más ejemplares, pongámonos todos entonces a matar linces, osos y quebrantahuesos, ¿no? No sé vosotros, pero qué diríais si se mataran osos porque atacan colmenares y cerezos, o águilas perdieras o linces porque se comen las perdices y conejos de los cazadores. Un dato: en el censo de 1988 se estimaron 294 manadas que ocupaban unos 100.000 kilómetros cuadrados. En el publicado 26 años después -en 2014- se localizaron solo 3 manadas más en una superficie de 80.000. ¿Dónde está la expansión del lobo? ¿Alguien me lo puede decir?
El caso del lobo es el mismo que el de osos, linces o rapaces. Y os voy a dar tres buenas razones también para convencerse de que matar lobos es una mala idea. La primera porque matar lobos desestructura las manadas y provoca más daños en la ganadería, dado que a menos adultos con experiencia menos facilidad tienen los que sobreviven para cazar fauna salvaje que puede ser difícil o peligrosa (ciervos o jabalíes, por ejemplo). Ello provoca que se fijen más en especies sencillas como el ganado doméstico. La segunda porque después de siglos de matar lobos se ha demostrado que no soluciona los ataques (de hecho los incrementa). Pues entonces, tío, sé inteligente y cambia de estrategia: PROTEGE MEJOR TU NEGOCIO, no se lo pongas fácil. Y la tercera porque matar lobos provoca un exceso poblacional de herbívoros silvestres capaces de causar no solo graves perjuicios en la agricultura sino también transmitir enfermedades infecciosas al ganado. Todos pierden con su muerte.
En definitiva, seamos inteligentes, dejemos la testosterona para otros menesteres y usemos las neuronas.
Primer aniversario
Tal día como hoy de hace un año se publicaba en el B.O.E. la tan esperada inclusión del lobo (Canis lupus signatus) en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial -el LESRPE- de toda la población española, incluida la que habitaba al norte del río Duero. Aunque la protección que ofrece esta figura es inferior a la aportada por el Catálogo Español de Especies Amenazadas, representa un paso importante para la conservación de la especie. Principalmente por dos razonamientos.
El primero porque unifica el marco legal en todas las Comunidades Autónomas españolas. Era absolutamente injustificable desde el punto de vista biológico y de conservación que se gestionara de modo distinto según decidieran los gobiernos autonómicos; en una comunidad podía estar catalogada en Peligro de Extinción (caso de Andalucía) y en otras se la podía tirotear por diversión (caso de Castilla y León). Era una gestión irracional y psicópata, ya que el mismo ejemplar de lobo que estaba catalogado también en Peligro de Extinción en Portugal, con medidas de conservación y dinero público invertido en su protección, podía cruzar la frontera y caer en un pueblo zamorano a manos de un señorito que había pagado una importante suma de dinero para divertirse. Esto no es un modo de hablar, ha sucedido así.
Y el segundo porque prohibe de facto su caza en todos los supuestos, exceptuando casos suficientemente argumentados en los que las administraciones podrían matar a determinados ejemplares concretos que causaran especial conflicto.
Aquellas viejas políticas rancias de nuestras CCAA, más propias de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos de la época franquista, basadas en el tiro preventivo, en el tiro por diversión o en el tiro por recaudación conseguían normalizar en la sociedad española que "no pasaba nada por matar unos cuantos, que seguía habiendo más lobos". Se educaba en que matar animales es un buen modo de gestionar la naturaleza. Y en el culmen de la perversión dialéctica se llegaba a convencer a la ciudadanía desinformada que gracias a la gestión cinegética había crecido la población de lobos y se había extendido por más territorios. Si matar ayuda a que haya más ejemplares, pongámonos todos entonces a matar linces, osos y quebrantahuesos, ¿no? No sé vosotros, pero qué diríais si se mataran osos porque atacan colmenares y cerezos, o águilas perdieras o linces porque se comen las perdices y conejos de los cazadores. Un dato: en el censo de 1988 se estimaron 294 manadas que ocupaban unos 100.000 kilómetros cuadrados. En el publicado 26 años después -en 2014- se localizaron solo 3 manadas más en una superficie de 80.000. ¿Dónde está la expansión del lobo? ¿Alguien me lo puede decir?
El caso del lobo es el mismo que el de osos, linces o rapaces. Y os voy a dar tres buenas razones también para convencerse de que matar lobos es una mala idea. La primera porque matar lobos desestructura las manadas y provoca más daños en la ganadería, dado que a menos adultos con experiencia menos facilidad tienen los que sobreviven para cazar fauna salvaje que puede ser difícil o peligrosa (ciervos o jabalíes, por ejemplo). Ello provoca que se fijen más en especies sencillas como el ganado doméstico. La segunda porque después de siglos de matar lobos se ha demostrado que no soluciona los ataques (de hecho los incrementa). Pues entonces, tío, sé inteligente y cambia de estrategia: PROTEGE MEJOR TU NEGOCIO, no se lo pongas fácil. Y la tercera porque matar lobos provoca un exceso poblacional de herbívoros silvestres capaces de causar no solo graves perjuicios en la agricultura sino también transmitir enfermedades infecciosas al ganado. Todos pierden con su muerte.
En definitiva, seamos inteligentes, dejemos la testosterona para otros menesteres y usemos las neuronas.