Miguel Benedicto
La más difícil_Vuelo de azor
Ora de las imágenes que me fue muy difícil captar. De hace ya unos añitos en el hide privado de un buen amigo. Fue un gran día para retratar aves en la charca y disfrutar de la sauna en la que se convirtió el hide. El azor nos hizo dos visitas, y en la segunda ya estaba yo "al loro" para intentar fotografiar la llegada.
Primero fueron las tórtolas, las que volaron. Al poco se retiraron el resto de pajarillos de la charca, y se hizo el silencio. Me puse en alerta y lo busqué, pues podría andar merodeando. Barrí los árboles del fondo con el visor de la cámara y al fin lo vi posado en una rama.
El calor lo invitaría a acercarse al agua, o al menos eso pensé, así que me preparé para intentar captar el vuelo. A pulso, porque la rótula de mi trípode no es lo suficientemente buena para seguir un vuelo y quería la máxima libertad de movimientos. Es así como suelo captarlos siempre y soy capaz de manejarme con los 3kg del equipo. Pero recuerdo esta ocasión porque puso a prueba mi resistencia.
Lo tenía en el visor, pero no se acababa de decidir a venir a la charca. Los minutos pasaban y mis brazos y lumbares empezaban a clamar por un descanso, hacía calor, y el sudor perlaba mi rostro (dicho así suena elegante, pero qué va!). Y por fin, al cabo de unos interminables minutos, se lanzó y vino derecho. Lo demás fue tratar de centrarlo en el visor y lanzar la ráfaga, cruzando los dedos para que pillara bien el foco. Y literalmente se me echó encima aterrizando en la charca. 10 tomas, 9 a la papelera. Así que se salvó esta, que valoro mucho, seguramente más de lo que su calidad merece, entre otras cosas por el esfuerzo que me supuso y que aún recuerdo.
La más difícil_Vuelo de azor
Ora de las imágenes que me fue muy difícil captar. De hace ya unos añitos en el hide privado de un buen amigo. Fue un gran día para retratar aves en la charca y disfrutar de la sauna en la que se convirtió el hide. El azor nos hizo dos visitas, y en la segunda ya estaba yo "al loro" para intentar fotografiar la llegada.
Primero fueron las tórtolas, las que volaron. Al poco se retiraron el resto de pajarillos de la charca, y se hizo el silencio. Me puse en alerta y lo busqué, pues podría andar merodeando. Barrí los árboles del fondo con el visor de la cámara y al fin lo vi posado en una rama.
El calor lo invitaría a acercarse al agua, o al menos eso pensé, así que me preparé para intentar captar el vuelo. A pulso, porque la rótula de mi trípode no es lo suficientemente buena para seguir un vuelo y quería la máxima libertad de movimientos. Es así como suelo captarlos siempre y soy capaz de manejarme con los 3kg del equipo. Pero recuerdo esta ocasión porque puso a prueba mi resistencia.
Lo tenía en el visor, pero no se acababa de decidir a venir a la charca. Los minutos pasaban y mis brazos y lumbares empezaban a clamar por un descanso, hacía calor, y el sudor perlaba mi rostro (dicho así suena elegante, pero qué va!). Y por fin, al cabo de unos interminables minutos, se lanzó y vino derecho. Lo demás fue tratar de centrarlo en el visor y lanzar la ráfaga, cruzando los dedos para que pillara bien el foco. Y literalmente se me echó encima aterrizando en la charca. 10 tomas, 9 a la papelera. Así que se salvó esta, que valoro mucho, seguramente más de lo que su calidad merece, entre otras cosas por el esfuerzo que me supuso y que aún recuerdo.