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Nos quedan sueños.

Hoy secaba la colada, me dieron ganas de tender junto a la ropa mojada también el alma. Pero viene a ser de esos sustantivos no contables esto de querer orear un alma. Y es cuando vienen las preguntas, y a veces con suerte alguna respuesta que concilie la zozobra de los malos tiempos. He mirado también el calendario por ver de cuándo toca la luna, la llena, y resulta que no me vienen marcadas las fases lunares, pero siempre estará “San Google” para sacarnos de dudas, y aún falta para verle toda la cara, para que los caminos se iluminen de madrugada, para las mareas mareadas, para los embarazos desembarazados, para que los sentimientos monten en coches de choque averiados, para barrer hacia adentro; para mirar al cielo y pedir ser mejor, romper los moldes y porque salga ese sol que cura, porque abra la flor; y entender que a días es mejor no comprender nada. No se me caen los anillos por estar en casa, no me sale humo de las orejas ni hago malabares con la azotea de la cabeza, porque es un paso más y porque es un día menos, pero en la vida. Que nunca me costó esto de estar por casa, de pasmar hacia fuera o de mirarse a conciencia hacia adentro. Lo que me inquieta es lo inquieto, la indignidad humana cada vez que me roza también aquí en tierra de leyenda com o Caraña. Corazón helado esta noche que ni luna llena endulza, y aún me da por bailar con paso largo en la cocina, no importa el mensaje que quiera enviar, que ya cada quien tiene con lo de cada cual, e incluso, ni yo me entiendo a veces.

Pero habrá que quemar las calorías del desayuno improvisado como si hoy todo, o como si mañana nada, de esa forma descarada que te deja el antídoto de imaginarte que oreaste al final el alma, aunque no. Pero vamos a darle la oportunidad a las segundas oportunidades, y hoy mejor que ayer por las cosas de la vida: aceptar con un té una razón, una ausencia o cuatro, curarse un miedo; y a seguir una y otra vez, uno y otro té.

Que es viernes y ni me había dado cuenta, y tengo de ese frio que no te pasa ni con abrazos, que te toma poco a poco la vena y no te deja ni ganándole un pulso.

Pues habrá que celebrar vivir, y los recuerdos, y las ansias; habrá que rebuscar en cajones esas cosas del pasado de casi ayer, las que se esconden y se juegan a suertes la suerte.

Unas patatas fritas, y que tengan aceite y sal del que se queda en los labios, y algo de lo rico que no siempre es sano, que un día es un día y esta noche una peli, pero de niños, de las buenas de risa fácil; y a firmar la parte contratante de la parte que toca contratar. Y si no hay luna habrá luceros, porque no se consuela quién no quiere, y no es tarde.

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Uploaded on March 27, 2020
Taken on March 25, 2020