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Apóstoles alrededor del sepulcro de la Virgen. Frescos de la Capilla Herrera (1604-1607). Annibale Carracci y colaboradores. Museu Nacional d´Art de Catalunya

El año 1604 Carracci recibió el encargo del noble español Juan Enríquez Herrera, que desde 1602 era propietario de una capilla en la iglesia de San Giacomo degli Spagnoli, situada en la Piazza Navona, su espacio lo ocupa ahora la conocida como Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Juan Enríquez Herrera había mandado construir su capilla al arquitecto Flaminio Ponzio, con labores de estuco del escultor lombardo Ambrogio Buonvicino.

La capilla Herrera -la primera de mano izquierda según fuentes de la época- estaba dedicada a San Diego de Alcalá, lego franciscano al que se le atribuían curaciones milagrosas, como la del infante don Carlos y el hijo de Herrera. Don Carlos, primogénito de Felipe II y Mª Manuela de Portugal, sobrevivió al nacer falleciendo su madre. De ahí surgió la devoción de Felipe II hacia San Diego de Alcalá, llevándola al punto de pedir al Papa Sixto V que lo canonizara. Éste lo hizo en 1588. O la curación del propio hijo de Herrera, quién en muestra de gratitud al santo, encargó a Annibale Carracci la decoración de la capilla con escenas de su vida.

En la capilla Herrera intervinieron junto a Annibale algunos colaboradores suyos: Francesco Albani, Giovanni Lanfranco y Sisto Badalocchio.

Los frescos conservados en el MNAC (los restantes se encuentra en el Museo del Prado) tendrían la siguiente disposición:

 

1.Dios Padre centraba la bóveda.

2.En los muros laterales de la capilla había dos grandes escenas rectangulares que trataban de la curación de un joven ciego y el milagro de las rosas. Sobre estas escenas, las lunetas con los temas predicación de san Diego y la aparición del santo encima de su sepulcro a peregrinos y enfermos respectivamente.

3.A los lados del altar, las representaciones de los apóstoles Pedro y Pablo.

4.En las paredes exteriores de la capilla, sobre el arco de ingreso a la misma, la Asunción de la Virgen y los apóstoles rodeando el sepulcro, en marcos separados.

 

Según diversas fuentes documentales, las pinturas de la capilla Herrera sufrieron ya una restauración a mediados del siglo XVIII, efectuada por Sebastiano Conca. Un siglo más tarde, la iglesia quedó totalmente abandonada y los frescos sufrieron pérdidas irrecuperables. La pérdida total de las pinturas se hubiera llevado a cabo si no fuera por la oportuna intervención de Antonio Solà, escultor catalán residente en Roma desde 1802 que tomó la iniciativa de encargar a los especialistas Pelegrino y Domenico Succi que, bajo su dirección, procedieran a arrancar los frescos trasladándolos a un soporte de tela, hacia 1842.

 

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Observamos que, en el centro, sobre un podio con dos escalones, se encuentra el sepulcro vacío, con los apóstoles a su alrededor. Al apóstol joven e imberbe lo podemos identificar como san Juan, (estudio de san Juan). A su izquierda, con el sudario entre las manos y las llaves en primer término.

 

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Uploaded on September 2, 2019
Taken on August 29, 2019