_Moments_
_
Ahora las decisiones individuales son incontables. Igualmente dinámico es el desarrollo de la filosofía. La llamada “filosofía práctica” incluye todo lo que se relaciona con la vida humana: la antropología, la filosofía política, la filosofía del derecho y la ética, la filosofía de la religión, la eudemonología (“teoría de la felicidad”) la filosofía de la historia, y más cosas parecidas.
A su vez, dentro de cada disciplina hay muchas orientaciones distintas, algunas de las cuales tienen nombres fantásticos. Por ejemplo, la epistemología incluye el deductivismo, el inductivismo, el falibilismo, el empiriocriticismo, el pragmatismo, la teoría evolutiva del conocimiento, etc., etc.
Si se observa atentamente, se ve que cada cabeza original hace brotar una nueva rama en el frondoso árbol de la filosofía, y en cada rama crecen hojas: las pálidas páginas de la literatura secundaria, con abundantes notas al pie. El árbol impresiona por su edad y su tamaño; no obstante, se alzan algunas voces que sostienen que el tronco está hueco, que en los frutos anida el gusano, y que, además, el árbol no es más que una gigantesca mala hierba.
(...) En último lugar, el valor de la filosofía se pone de manifiesto, sobre todo, en la vivencia subjetiva. Allí donde las ideas no son un producto sin rostro de la mente, sino la expresión y la impronta de una personalidad única, la filosofía despliega toda su fuerza, capaz de cambiar la vida. La autodeterminación del sujeto en la decisión existencial tiene un efecto mayor que cualquier verdad abstracta. Lo universal es insignificante frente a la enfermedad, el amor, la muerte y la culpa. En el filosofar subjetivo todo gira en torno a la pregunta “¿Quién quiero ser?”.
Al alpinista no le interesa mucho que alguien conquiste las montañas más altas. Lo que quiere es conquistarlas él mismo. Lo que cuenta no es el hecho, sino la experiencia. Cada cima que corona es también una victoria sobre sí mismo, un paso más allá de sus propios límites, que abre nuevos horizontes. Lo mismo les sucede a los filósofos con su deporte mental.
(Pequeña filosofía para no filósofos, págs. 267, 268, 269 y 270) Friedhelm Moser
_
Ahora las decisiones individuales son incontables. Igualmente dinámico es el desarrollo de la filosofía. La llamada “filosofía práctica” incluye todo lo que se relaciona con la vida humana: la antropología, la filosofía política, la filosofía del derecho y la ética, la filosofía de la religión, la eudemonología (“teoría de la felicidad”) la filosofía de la historia, y más cosas parecidas.
A su vez, dentro de cada disciplina hay muchas orientaciones distintas, algunas de las cuales tienen nombres fantásticos. Por ejemplo, la epistemología incluye el deductivismo, el inductivismo, el falibilismo, el empiriocriticismo, el pragmatismo, la teoría evolutiva del conocimiento, etc., etc.
Si se observa atentamente, se ve que cada cabeza original hace brotar una nueva rama en el frondoso árbol de la filosofía, y en cada rama crecen hojas: las pálidas páginas de la literatura secundaria, con abundantes notas al pie. El árbol impresiona por su edad y su tamaño; no obstante, se alzan algunas voces que sostienen que el tronco está hueco, que en los frutos anida el gusano, y que, además, el árbol no es más que una gigantesca mala hierba.
(...) En último lugar, el valor de la filosofía se pone de manifiesto, sobre todo, en la vivencia subjetiva. Allí donde las ideas no son un producto sin rostro de la mente, sino la expresión y la impronta de una personalidad única, la filosofía despliega toda su fuerza, capaz de cambiar la vida. La autodeterminación del sujeto en la decisión existencial tiene un efecto mayor que cualquier verdad abstracta. Lo universal es insignificante frente a la enfermedad, el amor, la muerte y la culpa. En el filosofar subjetivo todo gira en torno a la pregunta “¿Quién quiero ser?”.
Al alpinista no le interesa mucho que alguien conquiste las montañas más altas. Lo que quiere es conquistarlas él mismo. Lo que cuenta no es el hecho, sino la experiencia. Cada cima que corona es también una victoria sobre sí mismo, un paso más allá de sus propios límites, que abre nuevos horizontes. Lo mismo les sucede a los filósofos con su deporte mental.
(Pequeña filosofía para no filósofos, págs. 267, 268, 269 y 270) Friedhelm Moser