_Moments_
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Escribir equivale a replicar tardíamente o a diferir la agresión: yo escribo para no pasar al acto, para evitar una crisis. La expresión es alivio, venganza indirecta de quien no pudiendo digerir una afrenta se rebela en palabras contra sus semejantes y contra sí mismo. (...) ¿Y la sabiduría? La sabiduría es precisamente lo contrario de la inspiración. El sabio que hay en nosotros arruina todos nuestros ímpetus, es el saboteador que nos disminuye y paraliza, que acecha al loco que somos para calmarle y comprometerle, para deshonrarle (...) Yo nunca he escrito una sola línea a mi temperamento normal. Y sin embargo, durante años me consideré como el único individuo sin taras. Ese orgullo me resultó benéfico: me permitió emborronar papel.
Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de lo que existe y de lo que nos parece existir. Hacerle la competencia a Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje: ésa es la hazaña del escritor, espécimen ambiguo, desgarrado y engreído que, liberado de su condición natural, se ha abandonado a un vértigo magnífico, desconcertante siempre, a veces odioso. (...) Escribir es deshacerse de nuestros remordimientos y de nuestros rencores, es vomitar nuestros secretos. El escritor es un desequilibrado que utiliza esas ficciones que son las palabras para curarse. ¡Cuántos malestares, cuántos accesos siniestros he superado yo gracias a ese remedio insustancial!
Escribir es un vicio del que puede uno cansarse. A decir verdad, yo escribo cada vez menos, y acabaré sin duda dejando de escribir totalmente, no encontrándole el menor encanto a ese combate con los demás y conmigo mismo.
Cuando se escribe sobre un tema cualquiera, aunque sea mediocre, se experimenta un sentimiento de plenitud, acompañado de una brizna de altivez. Fenómeno más extraño aún: esa sensación de superioridad al evocar una figura que se admira. ¡Con qué facilidad se cree uno centro del mundo cuando se maneja una pluma! Escribir y venerar son cosas incompatibles: quiérase o no, hablar de Dios es mirarle por encima del hombro. La escritura es la revancha de la criatura, su respuesta a una Creación improvisada.
(Ensayo sobre el pensamiento reaccionario –A modo de confesión-) E.M. Cioran
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Escribir equivale a replicar tardíamente o a diferir la agresión: yo escribo para no pasar al acto, para evitar una crisis. La expresión es alivio, venganza indirecta de quien no pudiendo digerir una afrenta se rebela en palabras contra sus semejantes y contra sí mismo. (...) ¿Y la sabiduría? La sabiduría es precisamente lo contrario de la inspiración. El sabio que hay en nosotros arruina todos nuestros ímpetus, es el saboteador que nos disminuye y paraliza, que acecha al loco que somos para calmarle y comprometerle, para deshonrarle (...) Yo nunca he escrito una sola línea a mi temperamento normal. Y sin embargo, durante años me consideré como el único individuo sin taras. Ese orgullo me resultó benéfico: me permitió emborronar papel.
Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de lo que existe y de lo que nos parece existir. Hacerle la competencia a Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje: ésa es la hazaña del escritor, espécimen ambiguo, desgarrado y engreído que, liberado de su condición natural, se ha abandonado a un vértigo magnífico, desconcertante siempre, a veces odioso. (...) Escribir es deshacerse de nuestros remordimientos y de nuestros rencores, es vomitar nuestros secretos. El escritor es un desequilibrado que utiliza esas ficciones que son las palabras para curarse. ¡Cuántos malestares, cuántos accesos siniestros he superado yo gracias a ese remedio insustancial!
Escribir es un vicio del que puede uno cansarse. A decir verdad, yo escribo cada vez menos, y acabaré sin duda dejando de escribir totalmente, no encontrándole el menor encanto a ese combate con los demás y conmigo mismo.
Cuando se escribe sobre un tema cualquiera, aunque sea mediocre, se experimenta un sentimiento de plenitud, acompañado de una brizna de altivez. Fenómeno más extraño aún: esa sensación de superioridad al evocar una figura que se admira. ¡Con qué facilidad se cree uno centro del mundo cuando se maneja una pluma! Escribir y venerar son cosas incompatibles: quiérase o no, hablar de Dios es mirarle por encima del hombro. La escritura es la revancha de la criatura, su respuesta a una Creación improvisada.
(Ensayo sobre el pensamiento reaccionario –A modo de confesión-) E.M. Cioran