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El más intolerable y antiheroico de los mitos higiénicos, principal avasallador de nuestra modernidad, es el de la vejez sana y activa como fin supremo de la vida. Los griegos miraban con razonable desconfianza a cualquier guerrero que alcanzara la madurez, no digamos a quienes llegaban a ser ancianos: Néstor aparece en la Ilíada como un fastidioso pelmazo, y de él sólo sabemos que en la caza del famoso jabalí de Calydon, ocurrida en su juventud, se subió a un árbol y dejó a Peleo a merced de la fiera. Para llegar a viejo, no hay mejor camino que aprender a trepar. Por eso el auténtico coraje sin cálculo, espontáneo, y la longevidad no hacen buenas migas. Ninguna vida mínimamente fiel a lo arriesgado piensa ante todo en durar...

Algunos han llegado a la edad canónica e incluso la han superado, pero jamás lo han tenido por su triunfo principal. El hoy nonagenario Ernst Jünger escribió hace pocos años, en un libro titulado Acercamientos a la droga y la embriaguez: “Después de todo, no sólo vivimos para envejecer, pues la edad no es más que un don suplementario y a menudo muy poco gozoso que se añade a la existencia”.

(Fernando Savater)

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Uploaded on March 28, 2020