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Los consuelos de la acción

En su novela Nostromo, Joseph Conrad escribió: «La acción resulta consoladora. Es enemiga del pensamiento y amiga de las ilusiones halagadoras».

Aquellos para quienes la vida significa acción, perciben el mundo como un escenario sobre el que representar sus sueños. En los últimos cientos de años, la religión ha decaído, pero nosotros no hemos estado menos obsesionados con la idea de imprimir un sentido humano a las cosas. La actitud dominante ante la vida ha sido un idealismo secular de escasa enjundia, gracias al cual el mundo ha pasado a ser considerado algo que había que rehacer a nuestra propia imagen. La idea de que el objetivo de la vida no es la acción, sino la contemplación, ha desaparecido casi por completo.

Quienes se esfuerzan en cambiar el mundo se ven a sí mismos como figuras nobles, incluso trágicas. Pero la mayoría de los que trabajan en la mejora del mundo no son rebeldes luchando contra el orden establecido. Buscan consuelo para una verdad que su debilidad no les permite soportar. En el fondo, su fe en que el mundo puede ser transformado a través de la voluntad humana es una negación de su propia mortalidad.

Wyndham Lewis se refirió a la idea de progreso con el apelativo de «culto al tiempo»: la creencia de que las cosas son valiosas no en función de lo que son, sino de lo que pueden llegar a ser algún día. En realidad, se trata de todo lo contrario. El progreso promete liberarnos del tiempo; nos da esperanzas de que, en medio del vertiginoso ascenso de nuestra especie, podamos salvarnos del olvido de algún modo.

La acción preserva un sentimiento de identidad propia que la reflexión disipa. Cuando trabajamos en el mundo, sentimos una aparente solidez. La acción nos consuela de nuestra inexistencia. No es el soñador ocioso el que huye de la realidad, sino las mujeres y los hombres prácticos, que recurren a una vida de acción para refugiarse de la insignificancia.

Actualmente, la vida buena significa hacer pleno uso de la ciencia y de la tecnología, sin sucumbir a la ilusión de que puedan hacernos personas libres, capaces de raciocinio o, siquiera, cuerdas. Significa buscar la paz sin esperar un mundo sin guerra. Significa apreciar la libertad, aun sabiendo que no es más que un espacio intermedio entre la anarquía y la tiranía.

La vida buena no se encuentra en los sueños de progreso, sino en los momentos en que se afrontan contingencias trágicas. Hemos sido educados en religiones y filosofías que niegan la experiencia de la tragedia. ¿Somos capaces de imaginar una vida que no esté fundada sobre los consuelos de la acción? ¿O somos tan dejados y burdos como para no poder siquiera soñar en la posibilidad de una vida sin ellos?

(Perros de paja, págs. 157 y 158) John Gray

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Uploaded on January 24, 2025
Taken on April 12, 2022