Daphne Yeu
Eidel y los caprichos del destino [Relato]
❖ Canción: www.youtube.com/watch?v=rRY-qlby9Tw&ab_channel=Sebast...
[Basado en RP]
Una agradable calidez invadió el cuerpo de Eidel, así como una sosegada y regular respiración que se mezclaba con la suya. El sedoso pelaje del lobo era la perfecta almohada para descansar plácidamente y caer en un sueño profundo, y es que la compañía del bardo se había vuelto imprescindible en el día a día de la elfa.
Desde la última gran pelea Alastor y Eidel empezaron a convertirse en grandes compañeros de aventuras, naciendo entre ellos una inesperada complicidad. Las discusiones continuaban, aunque los reproches de éste fuesen ladridos o gruñidos, sin embargo, parecían comenzar a entenderse de algún modo. Las bromas eran más continuas y los momentos cómicos empezaron a ser habituales entre ellos.
Su compañero elfo Zalanir y su mentora Eyra continuaban con aquel hermoso romance que los mantenía embelesados, además de pasar poco tiempo en el refugio por asuntos que tenían pendientes en la ciudad. Por ello, la elfa empezó a malacostumbrarse a tener a Alastor cerca suyo, llegando a ser casi uña y carne.
Después de todas las desgracias que azotaban la ciudad, aquel diluvio tan desastroso los mantuvo confinados en el refugio élfico unos días, ajenos a todo lo que ocurría en el exterior. Descubrieron como mejor pasatiempo descansar junto a la chimenea, escuchando aquella furiosa tormenta de fondo, que lejos de inquietarlos los mantenía sumidos en un estado de relajación que les invitaba a descansar sobre aquellas suaves pieles como dos bebés.
Al despertar Eidel observó al lobo roncando y divertida acarició con sus dedos los bigotes de éste para hacerle cosquillas, quizá fuese de los que se despertaban de malhumor… Aún no lo conocía del todo, pero hasta ahora había averiguado algunas cosas de él a destacar su descaro, altanería y su lado burlón e irascible, de hecho, ese último rasgo también lo había descubierto de sí misma. Sin embargo, Alastor le había llegado a sorprender mostrándole nuevas facetas que jamás hubiese imaginado, dejando de lado los prejuicios y descubriendo en él lo que parecía un joven incomprendido. Aún se le erizaba la piel al recordar aquella expresión melancólica que manifestó al confesarle el origen de la llave que siempre colgaba de su cuello, aquella terrible y amarga historia de su pasado, que le hizo ver que realmente no eran tan distintos.
—¿Vas a dormir mucho más roncón? — le espetó la elfa corta rollos mientras le dio un leve empujón con el codo en el lomo.
El bardo despertó de lo más animado y no dejó de menear su cola de lado a lado con fuerza manifestando su contento, era adorable en su forma lobuna y le inspiraba un repentino cariño. En su forma humana sin embargo… bueno, dejémoslo con que era un tanto irritante. Al menos siempre se había sentido de ese modo con él, no obstante, la vez que consiguió sellar la maldición durante un día pasaron momentos algo peculiares. Todavía recordaba el abrazo que le dedicó agradecido por devolverle su forma humana, fue una sensación extraña en la que Eidel se sintió confundida ante el afecto que le mostraba el bardo. No tuvo oportunidad de forcejear ni regañarlo como solía hacer normalmente y casi no lograba entender cómo era capaz de recibir ese cariño después de todo el daño que le había hecho. Más bien fue todo lo contrario, ese gestó calmó la rabia que siempre surgía en ella cuando estaba cerca de él.
— Alastor, escúchame, sé que sigues ahí dentro, vamos a hacer el sello con una condición, que me ayudes a encontrar algo para que puedas evitar olvidar quién eres ¿De acuerdo? Temo que esa forma lobuna acabe por adueñarse del todo de ti. — su tono de voz era decidido y con una ligera mezcla de preocupación.
Eidel y los caprichos del destino [Relato]
❖ Canción: www.youtube.com/watch?v=rRY-qlby9Tw&ab_channel=Sebast...
[Basado en RP]
Una agradable calidez invadió el cuerpo de Eidel, así como una sosegada y regular respiración que se mezclaba con la suya. El sedoso pelaje del lobo era la perfecta almohada para descansar plácidamente y caer en un sueño profundo, y es que la compañía del bardo se había vuelto imprescindible en el día a día de la elfa.
Desde la última gran pelea Alastor y Eidel empezaron a convertirse en grandes compañeros de aventuras, naciendo entre ellos una inesperada complicidad. Las discusiones continuaban, aunque los reproches de éste fuesen ladridos o gruñidos, sin embargo, parecían comenzar a entenderse de algún modo. Las bromas eran más continuas y los momentos cómicos empezaron a ser habituales entre ellos.
Su compañero elfo Zalanir y su mentora Eyra continuaban con aquel hermoso romance que los mantenía embelesados, además de pasar poco tiempo en el refugio por asuntos que tenían pendientes en la ciudad. Por ello, la elfa empezó a malacostumbrarse a tener a Alastor cerca suyo, llegando a ser casi uña y carne.
Después de todas las desgracias que azotaban la ciudad, aquel diluvio tan desastroso los mantuvo confinados en el refugio élfico unos días, ajenos a todo lo que ocurría en el exterior. Descubrieron como mejor pasatiempo descansar junto a la chimenea, escuchando aquella furiosa tormenta de fondo, que lejos de inquietarlos los mantenía sumidos en un estado de relajación que les invitaba a descansar sobre aquellas suaves pieles como dos bebés.
Al despertar Eidel observó al lobo roncando y divertida acarició con sus dedos los bigotes de éste para hacerle cosquillas, quizá fuese de los que se despertaban de malhumor… Aún no lo conocía del todo, pero hasta ahora había averiguado algunas cosas de él a destacar su descaro, altanería y su lado burlón e irascible, de hecho, ese último rasgo también lo había descubierto de sí misma. Sin embargo, Alastor le había llegado a sorprender mostrándole nuevas facetas que jamás hubiese imaginado, dejando de lado los prejuicios y descubriendo en él lo que parecía un joven incomprendido. Aún se le erizaba la piel al recordar aquella expresión melancólica que manifestó al confesarle el origen de la llave que siempre colgaba de su cuello, aquella terrible y amarga historia de su pasado, que le hizo ver que realmente no eran tan distintos.
—¿Vas a dormir mucho más roncón? — le espetó la elfa corta rollos mientras le dio un leve empujón con el codo en el lomo.
El bardo despertó de lo más animado y no dejó de menear su cola de lado a lado con fuerza manifestando su contento, era adorable en su forma lobuna y le inspiraba un repentino cariño. En su forma humana sin embargo… bueno, dejémoslo con que era un tanto irritante. Al menos siempre se había sentido de ese modo con él, no obstante, la vez que consiguió sellar la maldición durante un día pasaron momentos algo peculiares. Todavía recordaba el abrazo que le dedicó agradecido por devolverle su forma humana, fue una sensación extraña en la que Eidel se sintió confundida ante el afecto que le mostraba el bardo. No tuvo oportunidad de forcejear ni regañarlo como solía hacer normalmente y casi no lograba entender cómo era capaz de recibir ese cariño después de todo el daño que le había hecho. Más bien fue todo lo contrario, ese gestó calmó la rabia que siempre surgía en ella cuando estaba cerca de él.
— Alastor, escúchame, sé que sigues ahí dentro, vamos a hacer el sello con una condición, que me ayudes a encontrar algo para que puedas evitar olvidar quién eres ¿De acuerdo? Temo que esa forma lobuna acabe por adueñarse del todo de ti. — su tono de voz era decidido y con una ligera mezcla de preocupación.