Issen Yoshoku, Gion, Kyoto (2)
El día fue largo, por la mañana visitamos el castillo de Himeji, a una hora en tren desde Kioto y por la tarde nos adentramos en el barrio de Gion, donde paseamos un buen rato descubriendo rincones encantadores, canales y casas de estilo tradicional. La idea era recorrer la multitud de tiendas de la calle principal, Shijo Dori, para hacer tiempo a que cayera el sol y así con un poco de suerte cruzarnos con alguna maiko o alguna geisha camino de su trabajo en las casas de té, pero había tanta gente por las calles que era bastante improbable verlas.
Camino hacia Pontocho, una zona al otro lado del río plagada de restaurantes, dimos de casualidad con el "Issen Yoshoku" un restaurante muy curioso donde sólo sirven un plato, especial de la casa. Estaba tan repleto de gente que incluso se hacía cola para entrar.
Tuvimos suerte y mientras nos entreteníamos unos minutos observando como preparaban el famoso plato que da nombre al restaurante en la cocina abierta a la calle, nos dieron mesa dentro.
El plato es muy parecido al famoso okonomiyaki, pero con carne de vaca, cebolla, jengibre, camarones secos, huevo, masa de tempura, pescado a la plancha, jalea konjac, bonito seco y harina para hacer la masa de la torta que lo envuelve todo. La verdad es que estaba buenísimo y no necesitabas pedir más comida por que sólo con ese plato ya te quedabas bien satisfecho. A pesar de ello, pedimos un cucurucho de helado de té matcha, muy típico en Japón y con un color verde precioso, pero con un sabor muy diferente a nada que hubiéramos probado antes.
La decoración del local era de lo más divertida, acompañando a los comensales en algunas de las mesas había maniquíes ataviados con kimonos y en las paredes casi no quedaban huecos donde meter ni un detalle más, era muy entretenido observar cada rincón; estampas antiguas de todos los personajes de comics o dibujos animados japoneses de todos los tiempos, pero también clásicos de otras partes del mundo y además tablillas con dichos populares (imagino, porque no sé japonés), que entendía por los dibujos que podían ser bastante picantes... Incluso una colección de estatuillas de simpáticos penes con caras, algo kitsch, pero en cualquier caso curiosas.
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Nikon D500
Tokina AT-X 11-20mm f/2.8 PRO DX
© Todos los derechos reservados. Por favor, no use esta imagen en su web, blogs u otros medios sin mi permiso explícito.
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Issen Yoshoku, Gion, Kyoto (2)
El día fue largo, por la mañana visitamos el castillo de Himeji, a una hora en tren desde Kioto y por la tarde nos adentramos en el barrio de Gion, donde paseamos un buen rato descubriendo rincones encantadores, canales y casas de estilo tradicional. La idea era recorrer la multitud de tiendas de la calle principal, Shijo Dori, para hacer tiempo a que cayera el sol y así con un poco de suerte cruzarnos con alguna maiko o alguna geisha camino de su trabajo en las casas de té, pero había tanta gente por las calles que era bastante improbable verlas.
Camino hacia Pontocho, una zona al otro lado del río plagada de restaurantes, dimos de casualidad con el "Issen Yoshoku" un restaurante muy curioso donde sólo sirven un plato, especial de la casa. Estaba tan repleto de gente que incluso se hacía cola para entrar.
Tuvimos suerte y mientras nos entreteníamos unos minutos observando como preparaban el famoso plato que da nombre al restaurante en la cocina abierta a la calle, nos dieron mesa dentro.
El plato es muy parecido al famoso okonomiyaki, pero con carne de vaca, cebolla, jengibre, camarones secos, huevo, masa de tempura, pescado a la plancha, jalea konjac, bonito seco y harina para hacer la masa de la torta que lo envuelve todo. La verdad es que estaba buenísimo y no necesitabas pedir más comida por que sólo con ese plato ya te quedabas bien satisfecho. A pesar de ello, pedimos un cucurucho de helado de té matcha, muy típico en Japón y con un color verde precioso, pero con un sabor muy diferente a nada que hubiéramos probado antes.
La decoración del local era de lo más divertida, acompañando a los comensales en algunas de las mesas había maniquíes ataviados con kimonos y en las paredes casi no quedaban huecos donde meter ni un detalle más, era muy entretenido observar cada rincón; estampas antiguas de todos los personajes de comics o dibujos animados japoneses de todos los tiempos, pero también clásicos de otras partes del mundo y además tablillas con dichos populares (imagino, porque no sé japonés), que entendía por los dibujos que podían ser bastante picantes... Incluso una colección de estatuillas de simpáticos penes con caras, algo kitsch, pero en cualquier caso curiosas.
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