Argos351Photo
La ardilla roja de La Granja
Apareció de repente, se quedó en medio del paseo de albero, pendiente de lo que llevaba en la bolsa. Me había visto comer aquello y le llenó de curiosidad. Tal vez, en algún momento, algún que otro paseante le habría dado su parte de la vianda que llevara consigo.
Así que mordí un trozo pequeño de albaricoque deshidratado y lo eché cerca de ella sin muchos aspavientos. Creo que decidió que aquello no le daba buena espina y se volvió a subir al árbol.
Por mi parte, y sabiendo que quizá la paciencia diera sus frutos, me quedé parado a distancia esperando.
No tardó en volver a bajar, en dos o tres intentos de acercamiento discreto, recuperó aquel manjar y comenzó a hincarle el diente.
Fueron segundos antes de que su endiablada velocidad la hiciera desaparecer entre las ramas, pero suficiente como para guardar su imagen en mi caja de luz para siempre.
Creo que esos momentos de interacción con la naturaleza son unos de los placeres más agradables que la fotografía tiene y nos hace reflexionar sobre la manera en que estamos destruyendo nuestro hábitat...
¡Y es el único que tenemos, no nos queda ningún lugar donde marcharnos si acabamos con él!
La ardilla roja de La Granja
Apareció de repente, se quedó en medio del paseo de albero, pendiente de lo que llevaba en la bolsa. Me había visto comer aquello y le llenó de curiosidad. Tal vez, en algún momento, algún que otro paseante le habría dado su parte de la vianda que llevara consigo.
Así que mordí un trozo pequeño de albaricoque deshidratado y lo eché cerca de ella sin muchos aspavientos. Creo que decidió que aquello no le daba buena espina y se volvió a subir al árbol.
Por mi parte, y sabiendo que quizá la paciencia diera sus frutos, me quedé parado a distancia esperando.
No tardó en volver a bajar, en dos o tres intentos de acercamiento discreto, recuperó aquel manjar y comenzó a hincarle el diente.
Fueron segundos antes de que su endiablada velocidad la hiciera desaparecer entre las ramas, pero suficiente como para guardar su imagen en mi caja de luz para siempre.
Creo que esos momentos de interacción con la naturaleza son unos de los placeres más agradables que la fotografía tiene y nos hace reflexionar sobre la manera en que estamos destruyendo nuestro hábitat...
¡Y es el único que tenemos, no nos queda ningún lugar donde marcharnos si acabamos con él!