Detrás de todas las cosas exquisitas de la existencia, siempre hay algo trágico. La tierra trabaja para dar nacimiento a la flor mas humilde... ¡Qué encantador había estado durante la comida de la víspera, cuando, con sus hermosos ojos y sus labios entreabiertos de temor y de placer, se habia sentado frente a él, en el club, mientras las pantallas rojas de las velas teñían de rosa su bello rostro extasiado! Hablarle era como ejecutar un violín exquisito. Respondía y vibraba todo... Existía algo terriblemente seductor en la acción de esta influencia; ninguna práctica podía comparársela. Proyectar su alma sobre una forma gracil, dejarla descansar un instante y escuchar a continuación sus ideas repetidas como por el eco, añadiéndoseles además toda la música de la pasión y de la juventud; transportar su temperamento a otro, como un fluido sutil o un extraño perfume, era un verdadero goce, quizá el más perfecto de nuestros goces en una época limitada y tan vulgar como la nuestra, en una época groseramente carnal en sus placeres, común y baja en sus aspiraciones...